La ofensiva de Israel en Gaza asesta un duro golpe a la ayuda humanitaria con 200 cooperantes muertos en seis meses
El bombardeo que mató a siete miembros de la ONG de José Andrés “no es un incidente aislado”, recuerda el coordinador humanitario de la ONU para los Territorios Palestinos Ocupados
Mientras el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se recuperaba de una operación de hernia en un hospital de Jerusalén, un bombardeo aéreo en Gaza mató a siete miembros de World Central Kitchen (WCK), la ONG del chef español José Andrés que está distribuyendo comida en Gaza para paliar la grave crisis humanitaria. Desde el hospital, nada más recibir el alta y consciente de la indignación internacional por un ataque en el que han perdido la vida ciudadanos de países occidentales como el Reino Unido, Polonia o Australia, calificó el incidente de “trágico” y “no intencionado” y prometió una investigación antes de añadir: “Sucede en la guerra”.
En esta, al menos, sucede mucho. Casi 200 trabajadores humanitarios han muerto en Gaza entre el inicio de la guerra ―a raíz del multitudinario ataque sorpresa de Hamás― y el pasado día 20, según datos de la ONU. En torno al triple de la cifra alcanzada por otros conflictos del mundo, como Siria, Afganistán o Somalia, en su año más letal, como ha señalado este martes el coordinador humanitario de la ONU para los Territorios Palestinos Ocupados, Jamie McGoldrick, al recordar que el bombardeo de este martes “no es un incidente aislado”. Los fallecidos pertenecen a agencias de Naciones Unidas, a ONG o a la Media Luna Roja Palestina. Son casi todos palestinos, por lo que su suerte ha pasado más desapercibida y no ha generado anuncios de “investigaciones exhaustivas”. “Desde octubre de 2023, los Territorios Palestinos Ocupados se han convertido en uno de los lugares del mundo donde trabajar es más peligroso y difícil”, ha agregado McGoldrick.
El último informe de la oficina de asuntos humanitarios de la ONU, del pasado 13 de marzo, muestra el desmesurado impacto de la guerra en la agencia para los refugiados palestinos (UNRWA), la más nutrida y “corazón latente de la respuesta humanitaria en Gaza”, en palabras del secretario general adjunto para Asuntos Humanitarios y coordinador de la Ayuda de Emergencia de la ONU, Martin Griffiths. De los 174 muertos de agencias de Naciones Unidas, 171 eran de la UNRWA. Los otros tres, de la Organización Mundial de la Salud, el Programa de Desarrollo y la Oficina de Servicios para Proyectos. Otros 14 fallecidos trabajaban en la Media Luna Roja Palestina, el principal servicio de emergencias.
Una de las principales ONG, Médicos Sin Fronteras, ha perdido cinco trabajadores locales. Dos de ellos, en un bombardeo a su refugio en Al Mawasi, la zona que el ejército israelí declaró como “segura” y a la que exhortó a dirigirse a los desplazados del norte y luego de Jan Yunis, en el sur, ante la invasión.
En febrero, un convoy con ayuda humanitaria (claramente marcado con los distintivos de la ONU y previamente coordinado con el ejército israelí) fue bombardeado por la Marina israelí mientras esperaba en un control militar. Nadie resultó herido. Solo el vehículo sufrió daños. Un mes antes, otro ataque destruyó la sede en Ciudad de Gaza de la ONG Handicap Internacional, centrada en rehabilitar heridos y amputados en conflictos armados. El ejército israelí conocía las coordenadas del edificio a través del sistema de la ONU.
Operaciones paralizadas
Otra organización en Gaza es American Near East Refugee Aid (Anera). Coincide con WCK en tener sede en Estados Unidos y en haber anunciado este martes que paraliza de momento sus operaciones de ayuda en la Franja, al considerar que “ya no es viable” entregarla “de forma segura”. Su coordinador de logística, Mousa Shawwa, murió el pasado día 8: también en un ataque aéreo en la zona de Deir al Balah. El ejército había recibido varias veces las coordenadas del lugar donde se refugiaba con su familia, según la ONG.
Los siete cadáveres de este martes, ha señalado el portavoz de Naciones Unidas, Stéphane Dujarric, son “el resultado inevitable de cómo se está llevando a cabo” el asedio. Hamás ha acusado a Israel de haber disparado a sabiendas de que eran trabajadores humanitarios para “aterrorizarlos” y forzarlos a desistir.
El término técnico “deconfliction” se emplea a menudo estos meses en Gaza. Es la coordinación con el ejército para evitar situaciones como la de este martes. La ONU u la ONG comunican al ejército israelí el día, hora y ruta que seguirán (en el caso de un convoy) o las coordenadas de las viviendas u hoteles en que se alojan. El derecho internacional protege con claridad a los trabajadores humanitarios en caso de conflicto.
Yagil Levy, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Abierta de Israel, especializado en sociología militar y en la legitimidad del uso de la fuerza, vincula el incidente al “gatillo fácil” que están empleando las fuerzas israelíes en Gaza, donde los muertos superan los 32.500 y la destrucción es inconmensurable. “No me ha sorprendido que pasase. Prácticamente, no se están empleando verdaderas reglas de combate”, señala por teléfono. Son las famosas ROEs, rules of engagement, por las que se rigen los ejércitos.
Tanto las imágenes captadas por periodistas o teléfonos móviles, como grabadas y difundidas por los propios soldados israelíes, muestran numerosos casos de su vulneración, así como de crímenes de guerra. “Existen unas ansias de matar a gente de Hamás que hace que los soldados, incluidos los operadores de drones, no estén considerando con cuidado cuándo abrir fuego. Las tropas no entienden la importancia de proteger estos convoyes de ayuda humanitaria”, señala Levy.
En el país impera además un estado de ánimo contrario al ingreso de ayuda humanitaria a Gaza (la mayoría de la población se opone) y el discurso de que Hamás roba más de la mitad en su beneficio. De hecho, los policías del Gobierno del movimiento islamista en la Franja, que se encargaban del orden antes del 7 de octubre, apenas se atreven a proteger los convoyes, porque se convierten en objetivo de bombardeos al salir al descubierto.
También de criminalización de la ONU, y en particular de la UNRWA. El mes pasado, el ministro israelí de Exteriores, Israel Katz, aseguró que Naciones Unidas “se ha convertido” bajo el liderazgo de su secretario general, António Guterres, “en un organismo antisemita e israelí que protege y alienta el terrorismo”.
La UNRWA ha denunciado maltratos y humillaciones a su personal en los centros de detención israelíes y cifra en más de 150 sus instalaciones atacadas. Algunas han quedado destrozadas por completo. Un ataque israelí el 13 de marzo contra un centro de distribución de ayuda en Rafah (cuyas coordenadas había proporcionado en la víspera al ejército) mató a uno de sus trabajadores e hirió a otros 22. “¿Cómo vamos a mantener las operaciones de ayuda cuando nuestros equipos y suministros están constantemente bajo amenaza?”, protestó entonces el coordinador de la Ayuda de Emergencia de la ONU.
El ejército israelí le impide progresivamente cumplir su misión, con vistas a que no desempeñe ningún papel en la Gaza de posguerra, como ha prometido Netanyahu. Ya prohíbe a sus vehículos cruzar el puesto militar de control para entregar ayuda en el norte de Gaza (la zona de la que provenía el convoy de la ONG de José Andrés) y a su máximo responsable, Philippe Lazzarini, entrar en la Franja.
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