Hind Rajab, la niña de Gaza que murió rogando ayuda durante horas rodeada de cadáveres
Hallan sin vida a la pequeña de cinco años 12 días después de que pidiese al teléfono entre el sonido de los disparos que alguien la salvase. Tampoco sobrevivieron los dos sanitarios que acudieron en ambulancia. Su caso se ha convertido en símbolo del horror de la invasión israelí, que deja un menor muerto cada 15 minutos
Cada 15 minutos muere un menor palestino en Gaza, según los datos del Ministerio de Sanidad del Gobierno de Hamás. Sus nombres figuran en una lista, pero suelen quedar en el anonimato, engullidos por el avance de una guerra que deja cada día un centenar de muertos y acaba de superar los 28.000. Una de estas víctimas, Hind Rajab, de cinco años, se ha convertido entre los palestinos en símbolo del horror de la invasión israelí. También de las dificultades de los servicios de emergencia para auxiliar en medio de los bombardeos más intensos desde la II Guerra Mundial, para lo que precisan luz verde del ejército israelí, que puede tardar horas o no llegar nunca. El cadáver de Hind fue hallado el sábado en el coche desde el que la niña, atemorizada, pidió ayuda por teléfono durante tres horas a la Media Luna Roja palestina y a su madre, rodeada de los cadáveres de seis familiares y con el sonido de los disparos de fondo.
El 29 de enero, el ejército ordenó evacuar Tel Al Hawa, un barrio de Gaza capital convertido en zona de enfrentamientos. Bashar, de 44 años, y Anam, su esposa de 43, metieron en el coche a cuatro de sus hijos y a su sobrina Hind. Poco después, un familiar contactó desde Alemania a la Media Luna Roja Palestina. Las comunicaciones son tan malas en Gaza que era quien mejor podía transmitirles la información que había pasado desde dentro del vehículo la hija mayor, Layan, de 15 años: el ejército israelí había abierto fuego contra el coche y solo ella y Hind seguían con vida, escondidas entre los cadáveres.
La Media Luna Roja telefoneó a Layan. “¡Nos están disparando; hay un tanque cerca!”, se la oye responder angustiada en el audio de la llamada, difundido por la organización. El coordinador le pregunta entonces si está escondida. Responde que sí. “¿Estáis todos en el coche?”, prosigue el sanitario. Layan no alcanza a responder. Se oye una larga ráfaga de disparos y gritos de la adolescente. El operador dice varias veces “¿Aló?”, cada vez con menos convicción, pero al otro lado de la línea no hay más que silencio. La llamada apenas dura 40 segundos.
El coordinador vuelve a llamar y responde Hind. Rana Al Faqeh, una de las personas que habló con ella, contó que estuvieron más de tres horas en línea con interrupciones: “Las palabras que más repetía eran ‘Ven, recógeme’, ‘venid, recogedme’, ‘¿qué hora es?’, ‘¿cómo de lejos está tu casa de la mía?”. También decía que se empezaba a hacer de noche y a ella le daba miedo la oscuridad”. A veces dejaba de hablar, frustrada porque nadie venía. El coordinador de salud mental se puso al teléfono para explicarle cómo respirar hondo para tranquilizarse.
La Media Luna Roja ha difundido este extracto de la conversación, que acabó cortándose entre sonidos de disparos:
― ¡Recógeme, ven!
― ¿Voy a recogerte?
― De verdad, tengo miedo. Venid. ¡Llama a alguien para que venga y me recoja!
― Bien, cariño, voy a ir a recogerte. Un voluntario de la [Media] Luna [Roja] está haciendo la coordinación para que podamos ir y cogerte.
― [Se oyen disparos] ¿Hay disparos a tu alrededor?
― ¡Sí, recogedme!
― Cariño, de verdad que quiero ir a recogerte, pero no está en mi mano ahora mismo.
En medio, Hind habló también con su madre, antes y después de la muerte de su prima. La progenitora ha relatado la conversación a la cadena de televisión Al Jazeera, que no desvela su nombre: “Me dijo: ‘Mamá, estoy viva. Layan se ha convertido en mártir, pero yo estoy viva’. Me decían [de la Media Luna Roja] que tenía que colgar, todo el mundo me lo decía, pero yo decía que no, que quiero hablar con mi hija. Recitábamos juntas el Corán y rogábamos a Dios. Cuando colgaba la Media Luna, la llamaba y me decía: ‘Mamá, no me dejes sola, tengo hambre, tengo sed y estoy herida’. Le dije: ‘¿dónde estás herida?’. ‘Mamá, estoy herida en la mano, la espalda y la pierna”.
Hasta el sábado al alba, en el que se han retirado las tropas israelíes, fue imposible acceder a la zona. El Kia Picanto negro en el que murieron Hind y sus seis familiares está lleno de balazos, con los cristales y las puertas delanteras dañados. A pocos metros se encuentra la ambulancia que fue a rescatar a la niña. Es un amasijo calcinado con olor a descomposición por los 12 días que llevan los cadáveres de los dos sanitarios que iban en su interior: Yusuf Zeino y Ahmed al Madhun, según los vídeos difundidos tanto por la organización como por televisiones en el lugar.
Nebal Farsaj, portavoz de la Media Luna Roja, explica que mientras hablaban con la pequeña gestionaban en paralelo el permiso de las autoridades militares israelíes para acercarse a la zona. No existe interlocución directa. Se lo pidió el Ministerio de Sanidad de la Autoridad Nacional Palestina, en Ramala, que contactó al COGAT, el organismo del Ministerio de Defensa israelí que se encarga de los asuntos civiles de Gaza y Cisjordania.
“Cuando el Ministerio de Sanidad recibió la luz verde, mandamos la ambulancia. Estábamos al teléfono a la vez con Hind y con el equipo. Al llegar, nos dijo que podían ver el coche en el que estaba Hind y mencionaron que un láser estaba apuntando a la ambulancia. En ese momento se oyeron disparos y quizás explosiones, no teníamos claro lo que pasaba. Perdimos la conexión. Durante 12 días pensamos que a lo mejor habían sido arrestados y por eso no teníamos noticias de ellos”, señala Farsaj. Consultado por este periódico, el ejército israelí ha asegurado que está investigando el incidente.
Sigue toda la información internacional en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.