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Occidente teme que Putin use el atentado de Moscú para endurecer la represión interna y la agresión a Ucrania

El ataque amenaza la imagen del jefe del Kremlin como el garante de seguridad para la población rusa. Washington no ve razones para dudar de la autoría del ISIS

Una mujer ve el vídeo del discurso de Vladímir Putin a la nación tras el atentado en el Crocus City Hall del viernes, el 23 de marzo de 2024, en la ciudad rusa de Krasnogorsk.Foto: SERGEI ILNITSKY (EFE) | Vídeo: EPV

Estados Unidos advirtió este mes a Rusia del riesgo de un atentado terrorista en Moscú, específicamente del ISIS-K, la rama del Estado Islámico con base en Afganistán. En el clima de desconfianza y antagonismo que caracteriza las relaciones entre Washington y Moscú por la guerra de Ucrania, las advertencias fueron desacreditadas por parte del presidente ruso, Vladímir Putin, que las vio como una provocación. Estos avisos no sirvieron para evitar el peor atentado que ha sufrido Rusia en dos décadas, una masacre que ha segado más de 130 vidas. Ese eco de una tragedia que pudo eludirse supone un golpe para la figura de Putin, que se ha esforzado por dar una imagen de garante de la estabilidad y cultivar su aparato de seguridad. Con ese trasfondo, el Kremlin ha deslizado una supuesta implicación de Ucrania. Pero Washington recalca que no ve razones para dudar de la autoría reivindicada por el ISIS. Coinciden en este análisis fuentes diplomáticas y de inteligencia, que temen que el Kremlin emplee el supuesto vínculo de Kiev para elevar su escalada sobre el país invadido. Y que sirva también para efectuar otra oleada de reclutamientos e imponer un régimen de seguridad más severo en Rusia.

El Kremlin —al igual que los medios y personas de su órbita— ha evitado mencionar al ISIS y su atribución del ataque de Moscú. Tampoco ha comentado la información de inteligencia proporcionada por Washington ni los posibles fallos de seguridad y de vigilancia que no evitaron el ataque. En su lugar, ha apuntado sin aportar información ni pruebas que Ucrania está de alguna forma involucrada en la masacre, algo que Kiev niega tajantemente. Las autoridades han detenido en su huida en la región de Briansk (con fronteras con Bielorrusia y Ucrania) a 11 personas por la masacre, de las que cuatro están acusadas de ser los autores materiales del atentado. Las autoridades rusas han asegurado que todos son de nacionalidad extranjera, en su mayoría de Tayikistán, y que iban a huir “hacia Ucrania” y que tenían allí “contactos relevantes”. EE UU, la Unión Europea y la OTAN han condenado duramente el atentado terrorista.

Ciudadanos de Moscú encienden velas este sábado en homenaje a las víctimas del atentado en el exterior del Crocus City Hall.
Ciudadanos de Moscú encienden velas este sábado en homenaje a las víctimas del atentado en el exterior del Crocus City Hall.Alexander Zemlianichenko (AP)

El jefe del Kremlin tardó en comparecer tras la tragedia. Y, cuando lo hizo, a mediodía del sábado, fue muy breve. Mientras Rusia digería la terrible tragedia y en Occidente se veía con inquietud la capacidad del ISIS de reconstituirse, el líder ruso prometió venganza contra los culpables. Putin se ha labrado la imagen de líder fuerte y garante de seguridad, que logró terminar con el separatismo checheno y de Daguestán y frenar la oleada de ataques terroristas de principios de siglo. Pero el ataque del viernes, que llega pocos días después de volverse a coronar como líder indiscutido tras una votación sin oposición, deja muchas cuestiones sobre la actuación del aparato de seguridad ruso.

Con la mayoría de las fuerzas centradas en la guerra contra Ucrania, que ha entrado en su tercer año, algunas voces señalan que el Kremlin puede haber desatendido otras amenazas. Moscú ha cambiado el foco de su vigilancia desde la invasión hacia Kiev y está dedicando grandes esfuerzos a recortar la disidencia y cualquier señal de oposición a la guerra.

El terrorismo islamista no es desconocido para Rusia, donde se han registrado varios atentados masivos en la última década. De hecho, el FSB informó a principios de marzo que había evitado un ataque contra una sinagoga de Moscú por parte de lo que llamó una rama afgana de Estado Islámico, según recoge la agencia Interfax.

Los especialistas en Rusia permanecían cautos sobre los próximos pasos a seguir de Putin. De momento, se ha vuelto a poner en la agenda parlamentaria la restitución de la pena de muerte —que está paralizada por una moratoria desde 2001— y puede llegar un endurecimiento no solo de la represión interna sino también de las políticas contra los migrantes.

Occidente ha aislado a Putin desde que lanzó la invasión a gran escala el 24 de febrero de 2022. Pero, al mismo tiempo, mantiene canales abiertos con Moscú; entre otras cosas, para intercambiar información. También el Kremlin ha elegido aislarse —y aislar a su población— de lo que considera un “Occidente colectivo” y de los valores que representa, antagónicos a los que busca para Rusia.

“La Embajada está siguiendo de cerca los informes que indican que los extremistas tienen planes inminentes de atentar contra grandes concentraciones en Moscú, incluidos conciertos, por lo que se recomienda a los ciudadanos estadounidenses que eviten las grandes concentraciones en las próximas 48 horas”. El aviso fue lanzado de forma pública por la Embajada de Estados Unidos en Moscú el 7 de marzo. En él, pedía a los ciudadanos estadounidenses evitar las aglomeraciones, seguir las actualizaciones de los medios de comunicación locales y estar atentos a lo que los rodeaba en cada momento. Otras seis misiones diplomáticas occidentales, entre ellas, la del Reino Unido, también habían advertido a sus ciudadanos de la amenaza “inminente”.

Además de esa advertencia pública, la inteligencia estadounidense advirtió de forma privada a las autoridades rusas del riesgo de un ataque terrorista. Una portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, Adrienne Watson, ha confirmado que Washington tenía información desde principios de este mes sobre un atentado terrorista planeado en Moscú que podría tener como objetivo grandes concentraciones, incluidos conciertos. “El Gobierno de Estados Unidos también compartió esta información con las autoridades rusas, de acuerdo con su antigua política del deber de advertir”, ha afirmado Watson.

Obviar las advertencias

El martes, durante una reunión con la junta directiva de uno de los servicios secretos rusos (FSB), Putin descalificó las advertencias occidentales sobre un posible atentado terrorista. “Todo esto se parece a un chantaje absoluto con intención de desestabilizar e intimidar a nuestra sociedad”, afirmó, según la transcripción de su intervención publicada por el Kremlin. En esa reunión, el líder ruso aseguró que en otro tiempo Occidente se había aprovechado de “varios tipos de grupos terroristas radicales transfronterizos, incluso alentando su agresión contra Rusia”. Putin deslizó también que Kiev ha pasado a usar “métodos terroristas”.

Aunque la inteligencia estadounidense sostiene que la advertencia era específica, no se conoce hasta qué punto era suficientemente concreta para evitar el atentado. El antagonismo entre Estados Unidos y Rusia con motivo de la guerra de Ucrania ha provocado desconfianza en la relación bilateral entre ambos países, aunque algunos canales de comunicación se mantienen abiertos.

Bajo la política del deber de advertir, Estados Unidos lanza avisos de forma recurrente, tanto en público como por vía diplomática, cuando sus servicios de inteligencia tienen información específica sobre el riesgo de atentados. Washington advirtió a Irán de la posibilidad de un atentado en el cementerio de Kermán en el homenaje que miles de personas rendían al general Qasem Soleimani, que fue abatido por Estados Unidos en 2020 en un ataque con drones.


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