Militares de la OTAN ya están en Ucrania para el control del armamento, operaciones de inteligencia y formación
La propuesta francesa de no descartar el envío de soldados contra Rusia abre un debate en el que se confirma que ya hay soldados de la Alianza Atlántica en el país invadido
Emmanuel Macron rompió el tabú este febrero. La OTAN asiste a Ucrania en prácticamente todos los ámbitos posibles, desde el suministro de armamento y de información sobre objetivos rusos y el vuelo de los bombarderos enemigos a la formación de miles de tropas ucranias en Europa. Pero hasta que el presidente francés no lo sugirió, nadie se había atrevido a plantear que soldados de la Alianza Atlántica entraran en acción para frenar al Kremlin en su invasión. Macron no solo ha abierto un debate, sus palabras también han servido para confirmar que ya hay militares de países de la OTAN en suelo ucranio, aunque sin tomar parte en operaciones de combate.
El ministro de Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski, aseguró el día 8 en una conferencia en Varsovia: “Ya hay soldados de la OTAN en Ucrania, y quiero agradecer a las embajadas que han asumido este riesgo. A diferencia de otros políticos, no diré qué países son”, afirmó Sikorski. La última frase era una crítica al canciller alemán, Olaf Scholz, que a finales de febrero reveló que militares británicos y franceses se encuentran en Ucrania. Scholz argumentó que su Gobierno no aportaría a Kiev sus misiles de largo alcance Taurus porque requeriría, como ha sucedido con los cohetes británico-franceses Storm Shadow/Scalp, enviar técnicos militares en la programación de estas armas.
La presencia de soldados de países de la OTAN en Ucrania no es ninguna novedad. El portavoz del Pentágono, el general Pat Ryder, confirmó en octubre de 2022 que Estados Unidos tenía destinados representantes militares para realizar tareas de supervisión del suministro de armamento. En los documentos confidenciales del Pentágono filtrados en abril de 2023, el departamento de Defensa estadounidense indicaba que cinco países de la Alianza Atlántica —Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Lituania y Holanda— sumaban en sus embajadas cerca de un centenar de fuerzas especiales en el país.
El presidente checo, Petr Pavel, general retirado y expresidente del comité militar de la OTAN, recordó el 10 de marzo en una entrevista televisiva que los soldados de la Alianza Atlántica llevan más de una década con presencia en Ucrania, no en unidades de combate, pero sí como formadores del ejército de este país. Pavel hacía referencia a la base de Yavoriv, cerca de la frontera con Polonia, donde un acuerdo entre la OTAN y Kiev ha permitido que por ella hayan pasado un millar de militares de 15 países, según Pavel. El presidente checo subrayó que los programas de formación militar en suelo ucranio estaban activos cuando Rusia se anexionó por las armas Crimea en 2014 y durante la guerra de Donbás, iniciada por los separatistas prorrusos y con el apoyo de Moscú. La base de Yavoriv fue bombardeada en marzo de 2022. Las autoridades ucranias indicaron que 61 militares perdieron la vida, mientras que Rusia elevaba el número a 180, muchos de ellos, soldados extranjeros.
Informantes sobre el terreno
EL PAÍS ha entrevistado durante los más de dos años de conflicto a múltiples fuentes militares, ucranias y de países de la UE, que coinciden en que ningún ejército de la OTAN ha participado en acciones de combate terrestre. Pero también coinciden en que estos sí tienen a informantes sobre el terreno para aportar conocimiento sobre la situación en el frente, para identificar la eficacia del armamento suministrado pero también posibles problemas en su uso, además de detectar posibles casos de corrupción con la ayuda aportada. Parte de estos informantes no oficiales son militares extranjeros retirados que combaten como voluntarios en las filas de las Fuerzas Armadas de Ucrania. Por lo menos dos fuentes, una estadounidense y otra ucrania, afirman que Washington es especialmente activo en el control de su asistencia, con misiones apalabradas entre su Embajada y las autoridades ucranias, pero también en visitas fuera de los canales institucionales.
Luke Coffey, investigador del Instituto Hudson, centro estadounidense de análisis de política internacional y de defensa, ve difícil que personal militar norteamericano pueda estar moviéndose con libertad por Ucrania: “Me sorprendería mucho que tropas estadounidenses tengan libertad de movimientos para trasladarse por el país para monitorizar la situación. Sé que el personal de la Embajada de Estados Unidos incluso necesita un permiso para ir a Odesa. Y antes de 2022, los instructores estadounidenses no tenían permitido ir al este del río Dnipró, dudo de que puedan ahora”.
Olga Husieva, investigadora del Instituto de Política de Seguridad de la Universidad de Kiel, difiere de Coffey y da por hecho que hay enviados por los ministerios de Defensa aliados de Ucrania recogiendo datos sobre el terreno. Según su valoración, estos pueden obtener conocimientos fundamentales para mejorar la preparación de sus ejércitos y el uso de su armamento; también pueden tener como misión que no haya armas que acaben en el mercado negro, como sucedió tras la retirada de Afganistán en 2021 de la coalición occidental liderada por Estados Unidos. “Tampoco es un secreto que hay instructores de tropas en el país desde el inicio de la invasión”, añade Husieva.
La experta subraya que, sobre todo, se trata de iniciativas particulares de los gobiernos, aunque destaca que hay una coordinación entre Estados Unidos y Reino Unido, y de estos dos, aunque en menor medida, con Polonia y los países bálticos. Esta experta advierte de que Alemania está siendo apartada de esta cooperación por el temor a la infiltración de espías rusos en sus servicios de inteligencia. Lukasz Maslanka, investigador del polaco Centro de Estudios del Este, también opina que “probablemente existe una coordinación y transmisión mutua de información, pero cada país toma sus propias decisiones”.
Coffey concede: “Quizá hay razones técnicas, limitadas, para que haya personal de la OTAN en territorio ucranio, pero debe evitarse. Suplirse con profesionales civiles sería mejor”. Husieva apunta que el caso de los misiles Storm Shadow no puede ser el único, y da por hecho que los instructores de la OTAN serán destinados a Ucrania cuando este año lleguen los primeros cazas estadounidenses F-16. También, indica, aumentará la colaboración con el uso de inteligencia artificial para coordinar ataques. Para esta investigadora de la Universidad de Kiel, además de la posible presencia de ingenieros que monitoricen la entrada en servicio de armamento avanzado, siempre es necesario que esté presente personal militar. El propio presidente ucranio, Volodímir Zelenski, puso como ejemplo el día 11 en Le Monde la posibilidad de que los obuses franceses César y los tanques alemanes Leopard se reparen y se produzcan en Ucrania con una inevitable asistencia militar sobre el terreno.
Maslanka coincide con Husieva en que la llamada de líderes políticos como Macron a la participación de soldados de la OTAN en Ucrania es sobre todo una estrategia para no amilanarse ante el presidente ruso, Vladímir Putin: “Se trata de provocar un dilema a Putin y añadirle un nuevo factor de riesgo”. Husieva dice que ve como “muy posible” que una coalición de países formada por Reino Unido, Polonia y los Estados bálticos alcance en el futuro un acuerdo para estar en Ucrania. Coffey, en cambio, opina que sería un grave error de cara al desbloqueo republicano de la ayuda militar de EE UU: “Hay muchos republicanos preocupados por que Estados Unidos entre en una nueva guerra eterna. Los partidarios de Ucrania argumentan que no será el caso porque no hay tropas americanas combatiendo, y Macron sugiere de forma contraproducente que las tropas de la OTAN podrían desplegarse”.
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