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Macron multiplica los gestos progresistas tras su giro conservador

El presidente combina medidas de ley y orden con la inclusión del aborto en la Constitución, el plan para la muerte digna y el homenaje a la resistencia comunista

Emmanuel Macron, presidente de Francia, es recibido con honores militares en la Cancillería Federal para una reunión conjunta con el canciller Olaf Scholz y el primer ministro polaco Donald Tusk el 15 de marzo en Berlín.
Emmanuel Macron, presidente de Francia, es recibido con honores militares en la Cancillería Federal para una reunión conjunta con el canciller Olaf Scholz y el primer ministro polaco Donald Tusk el 15 de marzo en Berlín.Christoph Soeder (dpa/ picture alliance/ Getty)
Marc Bassets

Emmanuel Macron parece empeñado en desmentir a quienes pretenden encasillarlo ideológicamente. El presidente francés llegó al poder hace siete años afirmando que no era ni de izquierdas ni de derechas, o ambas a la vez. Era el famoso al mismo tiempo, su muletilla predilecta. Pero desde la izquierda se le reprocha que haya acabado gobernando en el centroderecha, o en la derecha, con medidas como el aumento de edad de jubilación y la ley de inmigración, o el discurso sobre el orden y la autoridad.

Y, sin embargo, etiquetarlo no es tan sencillo. Por convicción o cálculo, el presidente multiplica este invierno los gestos progresistas. Comenzó con el homenaje a los resistentes comunistas extranjeros y la entrada en el Panteón el 21 de febrero de los armenios Missak y Mélinée Manouchian en representación de todos ellos. Continuó el 4 de marzo con la inclusión de la libertad para abortar en la Constitución que convierte a la Francia de Macron en pionera en la materia. Culminó la semana pasada con la propuesta para legislar sobre la muerte digna y acercar así este país a vecinos como Bélgica, Suiza o España.

El consenso en torno a estas iniciativas trasciende barreras ideológicas: Marine Le Pen, líder de la extrema derecha, asistió al homenaje a los Manouchian y votó a favor de incluir el aborto en la Constitución. Pero difícilmente encajan con la imagen de un Macron derechizado.

“Es el representante de un liberalismo ilustrado en cuestiones de sociedad”, analiza el historiador François Dosse, que conoció a Macron cuando este era su alumno en Sciences Po —el prestigioso Instituto de Estudios Políticos en París— y lo puso en contacto con el gran filósofo Paul Ricoeur, inspirador del al mismo tiempo macroniano. “Hay, sin duda, sinceridad por su parte en un proyecto fiel a los elementos progresistas de su programa inicial y al aceptar cosas que una parte de la opinión conservadora no acepta”. El nuevo párrafo sobre el aborto en la Constitución “le permite marcar con su sello y de manera positiva su paso por el Elíseo”, añade Dosse, autor de La saga de los intelectuales franceses (Akal, en español).

Pero aquí terminan los elogios de Dosse a Macron, decepcionado por la evolución de su antiguo pupilo desde que en 2017 accedió al poder. En las iniciativas progresistas, el historiador ve una “compensación” por sus políticas conservadoras. Pone el ejemplo de la entrada de los Manouchian en el Panteón. “Es una medida de izquierdas panteonizar a un extranjero, y, por cierto, se puede lamentar que no lo hubiese hecho la izquierda”, dice. “Al mismo tiempo, [el presidente] acaba de adoptar una ley de inmigración dura que va en contra de los valores que expresaba un Manouchian y ahí hay una contradicción lógica y un enmascaramiento progresista”.

Hay algo de progresismo en los gestos recientes de Macron y a también liberalismo en un sentido amplio. “Es un poco herencia de Valéry Giscard D’Estaing”, valora Dosse, en alusión al presidente de la República entre 1974 y 1981. Giscard, que se ubicaba en el centroderecha, impulsó reformas liberalizadoras como la ley del aborto, así como la rebaja de 21 a 18 años de la mayoría de edad y el divorcio por consentimiento mutuo (hasta entonces solo era posible si se justificaba por la falta de uno de los cónyuges). Al inicio de su mandato y con su primer ministro Jacques Chirac, Giscard “reformaba Francia como no se había reformado desde 1958 [el año del regreso de De Gaulle al poder y la adopción de su Constitución]”, escribe el veterano periodista Franz-Olivier Giesbert en La belle époque, segundo volumen de lo que llama la “historia íntima de la V República”, no traducido. “El país no será nunca el mismo”, añade, “para bien y para mal”.

En el libro, Giesbert escribe que Giscard “triangulaba sin saberlo”, usando un término popularizado en Estados Unidos durante la presidencia de Bill Clinton. “Triangular” era el arte de apoyarse en las ideas del adversario para imponer la agenda y mantener el poder. ¿Un antecedente del al mismo tiempo? Por teléfono, el periodista aclara: “Si uno triangula, significa que tiene una columna vertebral y se sabe adónde se quiere llegar. En Macron hay la sensación de que va en direcciones muy distintas y a veces opuestas”. Con una metáfora sobre su agitación perpetua, añade: “Hay en él algo así como la estrategia del abejorro en el cristal. Mucha comunicación y todo según el aire de los tiempos”.

En lo que sí se parece Macron a Giscard, “es en el proyecto de existir fuera de los extremos” y “congregar a dos de cada tres franceses”, según Giesbert. “Sigue siendo así”, añade, “aunque ahora solo tiene a uno de cada tres franceses”. Quizá sea tarde para reconquistar a los dos tercios —las europeas de junio amenazan con ser catastróficas para su candidatura— y de todos modos no puede volver a presentarse en 2026. A lo que no ha renunciado es a modelar el legado. Quiere ser el presidente del al mismo hasta el final.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).
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