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El ministro Qin Gang, el ‘lobo’ de la diplomacia china, lleva casi un mes ausente

El responsable de Exteriores no ha sido visto desde el 25 de junio. Pekín alega “motivos de salud”

Qin Gang
El ministro de Exteriores chino, Qin Gang, en una de sus últimas apariciones públicas, el pasado 18 de junio, junto al secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, en Pekín.LEAH MILLIS (REUTERS)
Guillermo Abril

Qin Gang, el ministro de Exteriores chino nombrado a finales de diciembre, lleva casi un mes ausente. La falta de pistas sobre el rostro que representa al gigante asiático ante el mundo, un hombre de confianza del presidente, Xi Jinping, contrasta con el frenesí diplomático de Pekín. En las últimas semanas, la capital de la República Popular ha recibido visitas clave de altos funcionarios estadounidenses en un intento de frenar el deterioro de las relaciones entre las dos superpotencias. Tras más de 15 días de silencio, el Gobierno chino alegó “motivos de salud” para argumentar que Qin Gang no acudiría a un foro internacional. No hay más noticias desde entonces sobre este exembajador en Estados Unidos de 57 años conocido por su verbo afilado y sus réplicas de guerrero lobo, como se denomina en China a los diplomáticos de corte más duro.

La última vez que se le pudo ver en acto de servicio fue el 25 de junio. Vestido de traje, y con buen aspecto en las imágenes oficiales, se reunió aquel día con los ministros de Exteriores de Vietnam, de Sri Lanka y con el viceministro de Exteriores ruso.

Una semana antes, el 18 de junio, el canciller chino había mantenido la entrevista más esperada en lo que lleva en el cargo, la de Antony Blinken, el primer secretario de Estado estadounidense en viajar al país en cinco años. “La relación entre China y Estados Unidos se encuentra en el punto más bajo desde su establecimiento”, le dijo Qin a su homólogo norteamericano. “Esto no sirve a los intereses fundamentales de los dos pueblos ni satisface las expectativas compartidas de la comunidad internacional”, añadió.

Un día después, Blinken se vio con Xi, un cara a cara en torno a una mesa a la que Qin también estaba sentado. Aquellas reuniones dejaron la sensación de que se había logrado poner un suelo a los lazos en caída libre de la primera y la segunda potencia económica del planeta. Aunque un día más tarde el presidente estadounidense, Joe Biden, llamó “dictador” a su contraparte china, Pekín ha seguido acogiendo a diversos nombres de primera fila de la política estadounidense: a la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, a principios de julio; al enviado especial para el clima, John Kerry, y al centenario ex secretario de Estado Henry Kissinger esta semana. Qin no ha estado presente en ninguna de estas visitas.

Las jornadas de la diplomacia china han seguido un ritmo extenuante desde el final de las férreas medidas antipandémicas en diciembre y la reapertura a principios de 2023. Por el país se han dejado caer numerosos líderes de medio mundo: del francés Emmanuel Macron al brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, pasando por el español Pedro Sánchez. También tenía intención de viajar a Pekín el ministro de Exteriores del Reino Unido, James Cleverly, pero según la agencia Bloomberg, ha aplazado la visita, principalmente por la ausencia de Qin.

El jefe de la diplomacia de la Unión Europea, Josep Borrell, tampoco ha podido volar aún a Pekín. Su primer intento, en abril, tuvo que ser cancelado cuando el europeo dio positivo por covid; el segundo, previsto para la segunda semana de julio, fue suspendido por las autoridades chinas. “Desgraciadamente, los homólogos chinos nos han informado de que las fechas previstas para la próxima semana ya no están posibles y ahora debemos buscar alternativas”, aseguró el 4 de julio a la agencia Reuters la portavoz de Exteriores de la UE, Nabila Massrali.

Por esas fechas, fuentes diplomáticas europeas radicadas en Pekín consideraban la ausencia de Qin un episodio que, aunque sorprendente, entraba dentro de la normalidad de la política china. Por poner un ejemplo: poco antes de ser nombrado secretario general del Partido Comunista en 2012, Xi Jinping desapareció durante dos semanas. “Quizá están preparando algo importante”, aventuraban estas fuentes.

El 7 de julio, el Ministerio de Exteriores chino fue preguntado por primera vez si la cancelación de la visita de Borrell estaba relacionada con la salud de Qin, según el recuento del diario hongkonés South China Morning Post. El portavoz Wang Wenbin replicó que no había “oído sobre eso”. Solo cuatro días después aseguró que debido a “motivos de salud” Qin no acudiría a la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) en Jakarta (Indonesia). Pero estas referencias han sido eliminadas de las transcripciones oficiales.

En su lugar fue el veterano Wang Yi, quien ha ocupado su puesto en diferentes ocasiones desde entonces. Wang, que ejerció como ministro de Exteriores durante la década previa, es en la actualidad el director de la Comisión de Asuntos Exteriores del Comité Central del Partido Comunista, un cargo jerárquicamente superior al de Qin en la compleja pirámide del poder de la República Popular.

En ausencia de Qin se ha aprobado también un hito clave en la proyección internacional de China, la nueva Ley de Relaciones Exteriores. La norma, en vigor desde el 1 de julio, explicita la centralidad del Partido Comunista en la elaboración de la política internacional y ha sido concebida para dotar a Pekín de mecanismos con los que defenderse de las sanciones y otras medidas coercitivas de Washington. La presentación corrió a cargo de Wang Yi, quien habló de la necesidad de tener “herramientas” legales “para las luchas exteriores”.

El caso Qin no ha recibido atención en los medios estatales. Mientras, la especulación se ha desatado en redes sociales. Las búsquedas sobre “Qin Gang” se han multiplicado por 28 en el motor de búsqueda Baidu (el Google chino) en la última semana, hasta las 380.000 diarias, según datos de la plataforma reproducidos por Reuters. Hu Xijin, exdirector del diario oficialista Global Times y uno de los opinadores más influyentes de China, publicó la semana pasada un comentario en Weibo (el Twitter chino) en el que, sin mencionar al ministro, reclamaba transparencia en la información para mejorar la credibilidad oficial y transmitir confianza a la gente.

Con más de tres décadas al servicio de la cancillería china, Qin aterrizó en el cargo en diciembre, en un momento de incendios globales, con el telón de fondo de la invasión rusa de Ucrania y la pugna con Estados Unidos en carne viva. Cuando contaba poco más de un mes en el puesto, estalló la crisis del supuesto globo espía derribado por Estados Unidos, que arrastró las relaciones con Washington a una espiral descendente. Él acababa de venir de la capital norteamericana, donde había ejercido fugazmente como embajador.

Qin se convirtió en un rostro conocido hace años por sus réplicas a menudo tajantes como portavoz de Exteriores. Estrechó los lazos con el presidente, Xi Jinping, mientras lo acompañaba por las capitales del mundo tras ser nombrado director general de protocolo. Un alto cargo de un Gobierno europeo que se ha cruzado con él lo define como “duro y directo”. En su primera intervención ante la prensa después de ser nombrado ministro, advirtió a Estados Unidos de que, si no pisaba el freno, “seguramente habrá conflicto y enfrentamiento”.

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Sobre la firma

Guillermo Abril
Es corresponsal en Pekín. Previamente ha estado destinado en Bruselas, donde ha seguido la actualidad europea, y ha escrito durante más de una década reportajes de gran formato en ‘El País Semanal’, lo que le ha llevado a viajar por numerosos países y zonas de conflicto, como Siria y Libia. Es autor, entre otros, del ensayo ‘Los irrelevantes’.

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