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Ucrania reconoce que no consigue doblegar las defensas rusas en su contraofensiva

Tras dos semanas de combates, las tropas locales ganan 113 kilómetros cuadrados, mientras que en una sola semana de septiembre avanzaron 3.800 en Járkov

Zaporiyia
Uniformados ucranios en un campo de prácticas a las afueras de la ciudad de Zaporiyia este martes.Luis de Vega
Luis de Vega (enviado especial)

Los datos son contundentes: demuestran que, en la actual contraofensiva en las regiones de Zaporiyia (sur) y Donetsk (este), el ejército de Ucrania gana terreno a un nivel infinitamente inferior que en la operación desarrollada en septiembre en Járkov (noreste). Eso significa, según reconoce el propio Gobierno de Ucrania, que los invasores rusos han aguantado el empuje de las tropas locales, que siguen sin apenas avanzar superadas las dos primeras semanas de operación militar. Los militares del Kremlin, según Kiev, concentran el grueso de sus fuerzas en el este, mientras mantienen sus ataques a larga distancia contra puntos de todo el país. En la madrugada del martes, los misiles y drones bomba llegaron a Kiev, Lviv y Zaporiyia, aunque no causaron víctimas mortales.

“El enemigo lanzó todas sus fuerzas para detener la ofensiva”, constató este martes la viceministra de Defensa ucrania, Hanna Maliar. “No cederá posiciones fácilmente y debemos prepararnos para el hecho de que será una dura batalla. Exactamente, lo que está sucediendo ahora”, añadió en comentarios realizados ante la televisión nacional. En todo caso, Maliar defiende el papel de los militares ucranios, da a entender que los acontecimientos no se están sucediendo de manera extraordinaria y asegura que su ejército ha de asestar todavía el gran golpe. “En algunas áreas, nuestros combatientes avanzan: en otras, defienden sus posiciones y resisten los intensos ataques de los ocupantes. No hemos perdido posiciones. Solo las hemos liberado. Ellos solo tienen pérdidas”, comentó el presidente, Volodímir Zelenski, en su alocución del lunes.

Sin prestar atención a las informaciones que les llegan desde las más altas instancias del Gobierno, un grupo de una decena de uniformados asistían a mediodía del martes a una formación. Un compañero les enseñaba en un campo de prácticas de tiro a las afueras de la ciudad de Zaporiyia a disparar con un arma nueva para ellos, un lanzagranadas. Un dron vigilaba la zona para evitar la presencia de vacas o pastores alrededor mientras, uno a uno, iban pasando a disparar.

Consciente del escaso terreno recuperado de manos del invasor, Maliar afirmó que “no es necesario medir el resultado del trabajo de las fuerzas de defensa exclusivamente por asentamientos y kilómetros recorridos, porque hay muchos más criterios para la eficacia de las operaciones militares”. Es más, en su intervención, ha defendido el papel que están jugando sus hombres: “La operación en curso tiene varias tareas y los militares están llevando a cabo estas tareas. Se mueven como se suponía que debían moverse. Y el mayor golpe está por llegar”.

Sin embargo, hay frentes como el de Kupiansk (región de Járkov) y Liman (Donetsk) en los que “el enemigo avanza y nosotros estamos a la defensiva”, reconoce la viceministra.

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Tras la primera semana de la contraofensiva de septiembre en la región norteña de Járkov, la viceministra informó de que habían logrado ganar 3.800 kilómetros cuadrados solo en esa región. Ahora, tras dos semanas de campaña en Zaporiyia y Donetsk, Maliar anunció el lunes que el total de lo que han reconquistado asciende a 113. Es cierto que la actual contraofensiva ha sido anunciada durante meses por Ucrania y eso ha permitido a Rusia fortificar sus posiciones. Un tupido entramado de trincheras, alambre de espino, obstáculos contra tanques y blindados y campos de minas esperan a lo largo de cientos de kilómetros a los ucranios en su avance.

“A pesar de que nuestras tropas avanzan en varios puntos del sur, el enemigo concentra gran parte de sus esfuerzos en el este y continúa avanzando allí porque, para el enemigo, la principal dirección de ataque está ahí, porque el agresor no abandona el objetivo de llegar a [controlar] las fronteras de las regiones de Donetsk y Lugansk”, añadió la viceministra, encargada de ir anunciando los resultados de la contraofensiva.

Mientras tanto, Rusia mantiene sus bombardeos por diferentes regiones de Ucrania más o menos alejadas de los frentes de batalla. En la madrugada del martes, lanzó un ataque aéreo con drones bomba y misiles en varias ciudades, incluyendo Kiev (la capital), Lviv (en el oeste, cerca de la frontera polaca) y Zaporiyia (sur). El ejército ucranio dijo que había logrado derribar 28 aparatos no tripulados modelo Shahed de fabricación iraní de los 30 lanzados. Uno de ellos golpeó instalaciones de “infraestructura crítica” que las autoridades no detallaron.

En Zaporiyia las alarmas sonaron también durante la madrugada, como en buena parte del país. Pasadas las doce de la noche se sintieron varias detonaciones importantes, como pudo comprobar EL PAÍS. La administración militar informó de un ataque con, al menos, siete misiles S-300. Las defensas antiaéreas locales también derribaron tres drones en la provincia de Mikolaiv, en el sur de Ucrania. En esta misma región se ubica la central nuclear más grande de Europa, que permanece en manos de los ocupantes desde el comienzo de la invasión a gran escala en febrero de 2022. Se cree que esas instalaciones han sido minadas por el ejército ruso, según dijo en la televisión estatal el martes el máximo jefe de la inteligencia miliar, Kirilo Budanov.

En la región de Jersón, una persona murió tras el ataque sobre una cuadrilla que limpiaba una de las zonas afectadas por las inundaciones tras la voladura de la presa de Nova Kajovka, informó el entorno del presidente Zelenski. Por su parte, Rusia denunció un ataque ucranio con drones contra la ciudad de Nova Kajovka, ocupada por fuerzas del Kremlin, con el resultado de tres personas heridas, según la agencia oficial TASS.

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Sobre la firma

Luis de Vega (enviado especial)
Ha trabajado como periodista y fotógrafo en más de 30 países durante 25 años. Llegó a la sección de Internacional de EL PAÍS tras reportear año y medio por Madrid y sus alrededores. Antes trabajó durante 22 años en el diario Abc, de los que ocho fue corresponsal en el norte de África. Ha sido dos veces finalista del Premio Cirilo Rodríguez.

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