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El argumento del peligro de la extrema derecha para la democracia se debilita en Francia

Macron defiende combatir a los ultras en el terreno de las ideas y propuestas después de que la primera ministra recordara los orígenes filonazis del partido de Le Pen

La líder del Reagrupamiento Nacional, Marine Le Pen, junto al alcalde de Béziers, Robert Ménard, en la localidad del sur de Francia, el 7 de enero de 2022.
La líder del Reagrupamiento Nacional, Marine Le Pen, junto al alcalde de Béziers, Robert Ménard, en la localidad del sur de Francia, el 7 de enero de 2022.PASCAL GUYOT (AFP)
Marc Bassets

Por toda Europa, el mismo dilema se plantea a los adversarios de la ascendente derecha radical o la extrema derecha: ¿cómo frenarlos? Los cordones sanitarios flaquean. Las alertas sobre sus orígenes ideológicos (el fascismo u otras ideologías sanguinarias del siglo XX) o sobre el peligro que puedan representar para la democracia resultan ineficaces. ¿Qué hacer?

La discusión llegó hace unos días al Consejo de Ministros en Francia. En este país, el Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen superó los 13 millones de votos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, en 2022, y en las legislativas del mismo año se convirtió, con 88 diputados, en el primer partido de la oposición en la Asamblea Nacional.

En una entrevista radiofónica a finales de mayo, un periodista preguntó a la primera ministra, Élisabeth Borne, si creía que el RN (el antiguo Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen) era el partido heredero de Philippe Pétain, líder de la Francia que, durante la II Guerra Mundial, colaboró con la Alemania nazi. Borne respondió: “No hay que banalizar [las] ideas [del RN]. Son las mismas. Continúo pensando que es una ideología peligrosa”. El entrevistador insistió: “¿Heredero de Pétain?”. “Sí”, respondió la primera ministra, “heredero de Pétain también”.

En el Consejo de Ministros, unos días después, el presidente, Emmanuel Macron, reprendió a Borne, según revelaron los medios franceses. “El combate contra la extrema derecha ya no pasa por argumentos morales”, dijo Macron. “No lograremos hacer creer a millones de franceses que han votado a la extrema derecha de que son fascistas”.

Es un debate sobre la historia y ahí Borne, hija de un superviviente del campo de concentración de Auschwitz, tiene razón. Como dice el politólogo Jean-Yves Camus, “es exacto e indiscutible, y además está documentado, que en la creación del Frente Nacional, y hasta bastante tarde, hubo gente que no solo fue petainista, sino que llevó el uniforme alemán durante la II Guerra Mundial”.

Pero el debate versa también sobre la eficacia electoral. “Y es verdad que el argumento moral, que consiste en decir que el RN es un partido petainista, no funciona”, explica Camus, especialista en la extrema derecha. “Si funcionase, Jean-Marie Le Pen nunca habría llegado a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2002 después de decir que las cámaras de gas eran un detalle de la II Guerra Mundial o después de hablar de la desigualdad de las razas. Si la moral por sí sola funcionase, Marine Le Pen no habría mejorado su resultado entre las presidenciales de 2017 y las de 2022″.

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En el departamento de Hérault, cerca de la frontera franco-española, los políticos hace tiempo que se dieron cuenta de que el argumento moral servía de poco ante el empuje de la extrema derecha. Cuando a Patrick Vignal, diputado macronista en la Asamblea Nacional por la novena circunscripción de Hérault, se le pregunta si alguna vez, en campaña, alertó sobre la llegada del fascismo o el peligro para la democracia, responde: “¡Nunca! Es contraproducente”.

La circunscripción de Vignal engloba barrios de la dinámica Montpellier (ciudad de 270.000 habitantes donde, en las presidenciales, gana Macron) y pueblos de los alrededores donde triunfa Le Pen. “Lo que yo quiero es que los 88 diputados de Le Pen no salgan elegidos la próxima vez”, explica en un restaurante de Montpellier. “Y esto no lo lograré diciendo que son unos malvados”. “Cuando decimos ‘¡Pétain!”, continúa, “no funciona y, además, los convertimos en víctimas”.

A unos 70 kilómetros al sur de Montpellier, sin salir de Hérault, se encuentra Béziers, ciudad de 70.000 habitantes que, durante tiempo, fue el principal escaparate del RN en Francia. El alcalde, Robert Ménard, es un independiente, fundador de la ONG Reporteros sin Fronteras, que más tarde entró en la órbita de la extrema derecha. Nunca ha militado en el RN, pero cuenta con su apoyo. Flirtea con el macronismo y critica a Marine Le Pen por su cercanía a Rusia y por mala gestora, pero se jacta de haber sido el único cargo electo que, sin ser miembro de ese partido, votó por ella en las últimas presidenciales.

“Es el eclecticismo”, afirma Ménard en su despacho del Ayuntamiento de Béziers, mientras muestra en la pared la primera plana del diario L’Humanité con la noticia del asesinato en 1914 de Jean Jaurès, fundador del socialismo francés. “Jaurès fue el coraje personificado”, dice, “y la izquierda piensa que le pertenece”.

Ante Ménard no sirvieron ni el cordón sanitario ni las alertas democráticas. Ganó en 2014 y salió cómodamente reelegido en 2020 con un 69% de votos en la primera vuelta. Un auténtico plebiscito en favor de un alcalde que encarna los límites del cordón sanitario y, al mismo tiempo, la voluntad de unir la derecha tradicional de Los Republicanos (partido hermano del PP español) con la extrema de Le Pen.

“¿Usted cree que alguien de Los Republicanos o del ala derecha del macronismo está más cerca de mí, o de Jean-Luc Mélenchon?”, pregunta Ménard en alusión al líder de la izquierda populista. “Hablo con ministros, y les digo: ‘Esto es el primer peldaño, la puerta se entreabre”. Lo que Ménard quiere decir es que, con él, los macronistas y la derecha ya hablan, y que el siguiente peldaño será hablar con Marine Le Pen. Es decir, su normalización completa. Si como dice Macron, ya no conviene, o ya no sirve, recordar de dónde viene el RN, es más fácil que acabe convirtiéndose en un partido como los demás.

“Atacar a Marine Le Pen por racista, antisemita, homófoba es una tontería, porque no lo es”, dice el alcalde de Béziers. “Tiene otros defectos: una visión económica que no se sostiene, le gustaría un régimen un poco más autoritario, es antiamericana hasta el punto de adoptar posiciones negativas para Francia, y no sabe lo que es gestionar”. Es en estos puntos, sugiere el alcalde, donde sus oponentes deberían atacarla: en el terreno de las ideas y las propuestas.

Hablar de Pétain (lo que en España equivaldría a mentar el franquismo contra la extrema derecha) “no moviliza ya a la izquierda o al centro-izquierda, y en Francia incluso al centro liberal”, defiende Guillermo Fernández-Vázquez, profesor en la Universidad Carlos III y autor del libro Qué hacer con la extrema derecha. El caso del Frente Nacional (Lengua de Trapo). “Ha cundido una especie de cinismo ambiental”, argumenta. “Hay una voz de alarma que dice ‘cuidado, esta gente es peligrosa’. Pero una parte importante de la población, tanto entre quienes no les van a votar como entre quienes podrían llegar a votarles, piensa: ‘Bueno, ya será menos’. E incluso una parte dice: ‘Hay cosas que no me gustan de esta gente, pero no las van a hacer. En cambio, hay otras que me gustan, por tanto, les voy a votar’. Como si el votante pusiese mucha más distancia, fuese mucho más escéptico. Por eso digo que la alerta moral es inocua”.

Apunta el politólogo Jean-Yves Camus: “Si usted le dice a un elector de Pas-de-Calais [región industrial del norte de Francia que es uno de los viveros de votos para el RN] que Marine Le Pen es petainista, es posible que le envíe a freír espárragos. Le dirá que vota por ella por las pensiones, los salarios, la deslocalización de las fábricas o la inmigración. No por la II Guerra Mundial”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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