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Rusia expulsa a centenares de profesores y empleados de centros culturales alemanes como represalia

La decisión de Moscú supone reducir drásticamente la presencia alemana a partir de junio y tensa aún más las relaciones entre ambos países

Embajada de Alemania en Moscu
Vista de la embajada de Alemania en Moscú, el 5 de abril.Anadolu Agency (Anadolu Agency via Getty Images)
Elena G. Sevillano

Cientos de alemanes que trabajan en los sectores educativo y cultural van a ser expulsados de Rusia a comienzos de junio, según ha confirmado el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán. Rusia ha decidido limitar el número de empleados de organismos germanos en su territorio, una medida que afecta por ejemplo a los profesores del colegio alemán de Moscú o al personal de la institución cultural Instituto Goethe, dedicada a difundir el idioma y la cultura alemanas por todo el mundo.

La decisión de Moscú añade más tensión a las relaciones cada vez más tirantes entre ambos países, y se produce después de varias rondas de expulsiones de diplomáticos de un lado y otro. Esta medida va un paso más allá: no se trata de personal de las embajadas, con la excusa de que muchos de los supuestos diplómaticos eran en realidad espías, sino de profesores y otros perfiles profesionales que trabajan en mejorar las relaciones culturales entre dos naciones que, hasta la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, compartían muchos vínculos económicos y culturales.

El mes pasado, Rusia y Alemania declararon cada una persona no grata a 40 empleados de sus respectivas embajadas y los expulsaron. Ahora, en lo que se interpreta en Berlín como una escalada, Moscú echa a varios centenares de personas, según adelantó el periódico Süddeutsche Zeitung. “En vista de esta decisión unilateral, injustificada e incomprensible, el Gobierno Federal se preocupa ahora de garantizar una presencia mínima de intermediarios en Rusia, manteniendo al mismo tiempo la presencia diplomática”, señalan a EL PAÍS fuentes de Exteriores, que reconocen que la decisión “exige un importante recorte en todos los ámbitos” de la presencia alemana en Rusia. En algunos casos, añaden, se reducirá “drásticamente” el personal.

Varios países de la UE han expulsado a diplomáticos rusos desde el inicio de la guerra. Berlín fue la primera capital que anunció la salida de decenas de ellos poco después de conocerse las atrocidades cometidas por el ejército ruso en la localidad ucrania de Bucha. Entonces les acusaron de espionaje y de trabajar contra los intereses de los países que les acogían. “Trabajan contra nuestra libertad y nuestra cohesión social”, dijo la ministra de Exteriores, la verde Annalena Baerbock. El goteo ha continuado después. Suecia expulsó a cinco diplomáticos rusos más hace un mes por “actividades incompatibles con la convención de Viena”. Noruega había hecho lo propio con otros 15 a mediados de abril.

“Responsabilidad histórica”

Alemania se ha convertido en objetivo prioritario de las críticas de Rusia a los países occidentales que están ayudando a Ucrania a defenderse de la agresión. El giro de 180 grados de Berlín respecto a su anterior curso en política exterior, el aumento del gasto militar y el compromiso de enviar armas a Ucrania han generado en el Kremlin las acusaciones más afiladas. Cuando el canciller, Olaf Scholz, anunció la entrega de los modernos tanques alemanes Leopard 2 a Ucrania, Moscú le acusó de ignorar su “responsabilidad histórica con Rusia” por los crímenes del régimen nazi en la II Guerra Mundial.

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Políticos como Michael Roth, presidente del Comité de Asuntos Internacionales del Bundestag, han lamentado la decisión de Moscú. “Rusia actúa como una dictadura”, ha dicho a la televisión pública ARD, que “sigue una política de amenazas e intimidación”. En su opinión, es muy importante para Berlín mantener una presencia diplomática mínima en el país el mayor tiempo posible, para atender emergencias humanitarias y mantener abiertos los últimos canales de comunicación.

Además de la Embajada en Moscú, Alemania tiene actualmente cuatro consulados generales: en San Petersburgo, Kaliningrado, Novosibirsk y Ekaterimburgo. El personal en las representaciones ya se han reducido mucho, así como los servicios que se prestan. El Instituto Goethe tiene sedes en Moscú, San Petersburgo y Novosibirsk.

El Ministerio de Exteriores no ha confirmado cuántas personas deberán abandonar el país en los próximos días. Aunque formulada de forma muy diplomática, la reacción del ministerio se ha entendido como un anuncio de medidas de represalia: “En lo que respecta al límite máximo de la presencia rusa en Alemania, el Gobierno Federal velará para que exista un equilibrio real en la práctica”, asegura el departamento que lidera Baerbock. Roth, socialdemócrata, ha pedido que el Gobierno se asegure de expulsar a todos los empleados de los servicios secretos y las fuerzas de seguridad rusas.

El Gobierno de Scholz ha intentado disuadir al Ministerio de Exteriores ruso de su decisión, según fuentes gubernamentales que citan los medios alemanes. Al acercarse la fecha límite y no conseguirlo, se ha por hecho que algunas instituciones tendrán que cerrar sus puertas. Ya a finales de marzo el Gobierno ruso bloqueó las cuentas bancarias del Instituto Goethe y prácticamente le impidió seguir trabajando. “Estamos buscando una solución rápida para poder seguir prestando nuestros servicios a los participantes en los cursos de idiomas y en los exámenes”, explicó entonces una portavoz a EL PAÍS. La congelación de las cuentas por parte del banco central ruso se produjo justo cuando estaban gestionando las inscripciones para el siguiente trimestre.

Los ataques contra el Instituto Goethe parecen tratarse de una represalia por la investigación abierta en Alemania contra el Russky Dom, la Casa Rusa de la Ciencia y la Cultura, situada en un enorme edificio en pleno centro de Berlín, en la Friedrichstrasse. La institución, que promueve el intercambio cultural entre ambos países y es la mayor casa cultural rusa en Europa, estuvo cerrada unos meses el año pasado, pero reabrió con su programa habitual de películas, exposiciones y cursos de idiomas. En enero, la policía confirmó que está investigando si sus responsables han infringido las sanciones impuestas tras el inicio de la guerra.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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