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La dificultad de perseguir el dinero de la migración irregular que no deja rastro

Las autoridades europeas chocan contra el ‘hawala’, un antiguo sistema de transferencias financieras utilizado por migrantes y del que se aprovechan las redes de traficantes para mover sus ganancias

Un cambista de divisas callejero en Soran, en el Kurdistán iraquí, una región emisora de emigración hacia Europa, en noviembre de 2022.
Un cambista de divisas callejero en Soran, en el Kurdistán iraquí, una región emisora de emigración hacia Europa, en noviembre de 2022.Andrés Mourenza
Andrés Mourenza Priyanka Shankar Andrea Giambartolomei
Estambul (Turquía) / Lecce (Italia) -

Si hallas un camino libre de obstáculos, normalmente no te lleva hacia tus sueños, porque tus sueños requieren fatiga, esfuerzo y obstáculos. Pero nosotros te ayudaremos en tu camino”. Así, con una frase que parece sacada de un manual de marketing, se promociona un grupo de Telegram dirigido a migrantes que quieren alcanzar territorio europeo y que cuenta con más 6.400 usuarios. “Nuestro grupo no necesita presentación para la mayoría de los que acceden a través de un contacto directo —se jacta otro, con casi 14.500 miembros—, porque nuestra forma de trabajar es conocida y clara”.

Muchas personas que inician la ruta hacia la Unión Europea por vías clandestinas entran en contacto con los traficantes gracias al boca a boca de otros compatriotas. Pero también es posible hallar un agente y organizar el viaje desde internet, por ejemplo, a través de grupos de Telegram. Una pieza fundamental en la organización de estas rutas migratorias son las agencias clandestinas que sirven de intermediarias entre migrantes y traficantes y que también ejercen de “aseguradoras”: el traficante solo puede retirar el dinero depositado una vez que la persona ha llegado sana y salva al destino convenido. Estos intermediarios trabajan con el conocido como hawala, un antiguo sistema que permite pagos internacionales sin necesidad de mover el dinero físicamente de una jurisdicción a otra.

Durante varias semanas, una periodista monitorizó de forma encubierta una docena de estos grupos en Telegram y entró en contacto con los supuestos traficantes como parte de una investigación periodística internacional sobre cómo se mueve el dinero en las rutas de la migración irregular. En esos grupos se ofrecen precios y rutas abiertamente. “Te subes a un automóvil en Estambul hasta la frontera y cruzas el río [Evros]. Solo 150 €”. En algunos, los precios del viaje aparecen como si de una lista de la compra se tratara. “Los camiones son cargados sin el conocimiento del conductor: A Serbia 4.500 [€]. A Grecia, 4.000. Rumania, 5.500. Austria, 6.500. Alemania, 8.500. Bulgaria, 4.000″. Incluso hay ofertas de temporada cuando las condiciones meteorológicas reducen el número de cruces: “El camino está bien. No hay muchos controles, así que aprovechad los descuentos. Quienes estén preparados que contacten”.

Otra periodista se hace pasar por el familiar de una joven que quiere viajar de Grecia a Bélgica y entabla conversaciones con varios supuestos traficantes. Uno le explica los precios y el modo de transporte en cada parte de la ruta. A la hora de plantear cómo se efectuará el pago, responde: “Hermano, no pagarás nada antes del viaje. Mi dinero se quedará en la agencia”. Se refiere a la agencia de intermediarios, que suelen trabajar con el hawala, fundamentalmente porque no deja rastro.

El hawala funciona de la siguiente manera: un individuo en un lugar A acude a un hawaladar — o agente de hawala— y le entrega una determinada cantidad de dinero que desea enviar a otro individuo en un lugar B. El hawaladar de A se comunica con un hawaladar de B y le solicita que desembolse la cantidad acordada al receptor, que se identificará con un token o código de seguridad pactado en el país A. El hawaladar de A contrae así una deuda con el de B, que será compensada gracias a transferencias similares en la dirección opuesta.

El traficante explica que el migrante puede elegir la oficina de hawala que desee y sea de su confianza, pero, preguntado por una en concreto, ofrece una dirección física y un teléfono móvil turco. En este teléfono, confirman que se puede hacer el pago al traficante y que pueden recoger el dinero en la ciudad europea en la que la periodista dice encontrarse, o bien depositarlo directamente en la oficina de Estambul.

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La oficina de Estambul se encuentra en una avenida de Aksaray, un céntrico barrio de la metrópolis turca que se ha convertido en uno de los nodos de la migración hacia Europa. Aquí es posible encontrar traficantes, agencias que arreglan los papeles y, por supuesto, oficinas que ejercen de intermediarias entre migrantes y traficantes. Normalmente, actúan bajo el paraguas de un negocio legal: casas de cambio o de giros postales, agencias de viaje o incluso supermercados y restaurantes.

“Muchos migrantes y refugiados usan el hawala porque, dada su situación irregular, no pueden acceder a las transferencias de dinero y los bancos. Pero la principal razón por la que se usa es porque es un método de transferencia muy común, es más barato que otros y funciona bien”, explica Claire Healy, coordinadora del Observatorio del Tráfico de Migrantes de la agencia de la ONU contra la Droga y el Crimen (UNODC): “Los hawaladar tienen buena información y conexiones y pueden poner en contacto al migrante con el traficante. [Además] suponen una fuente de protección y garantía, pues es un sistema basado en la confianza”.

Los hawaladar suelen disponer de amplias redes de contactos en varios países, y en caso de que no sea así, recurren a las de otros colegas en los que confíen. De ahí que la oficina que ejercía de intermediaria entre traficantes y migrantes ofreciese recoger el dinero no solamente en su central de Estambul, sino también en otros lugares de Europa. Con una simple llamada, ese dinero podría aparecer en los registros de la oficina matriz.

Para los traficantes, el hawala también ofrece ventajas. Al no dejar más rastro que algunas anotaciones en cuadernos o aplicaciones de mensajería —que se borran cuando las deudas entre una oficina y otra quedan saldadas—, es un método ideal para mover dinero de negocios ilícitos sin el conocimiento de las autoridades.

“Debemos tener cautela y no presentar el hawala como una actividad criminal”, matiza Healy, la experta de la ONU, puesto que la mayoría de quienes lo utilizan lo hacen con fines legítimos: enviar remesas a países donde el sistema bancario internacional no permite llegar o pone trabas. De hecho, su estatus en Europa camina por la fina línea de la ambigüedad. En algunos países, como el Reino Unido o Austria, es legal si las oficinas están registradas. En otros, como Italia, no se penaliza a los clientes, pero sí a los hawaladar. “La escala exacta [del hawala] en la UE se desconoce”, reconoció el vicepresidente de la Comisión Europea para asuntos económicos, Valdis Dombrovskis, en una respuesta a una pregunta del Parlamento Europeo sobre el tema en 2020: “Como no hay un flujo de dinero entre el remitente y el receptor, rastrear el valor de estos flujos es virtualmente imposible para las fuerzas de seguridad”.

Una señal en la costa de Tricase Porto (Italia) apunta en dirección a varias localidades de África. Esta zona, en el extremo sur de Apulia, es un lugar habitual de desembarcos de migrantes procedentes de Turquía.
Una señal en la costa de Tricase Porto (Italia) apunta en dirección a varias localidades de África. Esta zona, en el extremo sur de Apulia, es un lugar habitual de desembarcos de migrantes procedentes de Turquía.Andrea Giambartolomei

La red del ‘rey de Italia’

Alaa Qasim Rahima lo sabía bien. “No, hombre, no uses Western Union, trabaja solo con hawala”, reprendía a uno de sus colaboradores por teléfono: “Te podría costar más del 14%. Yo, en cambio, transfiero dinero al Reino Unido y no me cuesta más del 6%”. La conversación procede de las escuchas de la Guardia di Finanza italiana como parte de la investigación Astrolabio, un operativo conjunto entre las policías de Italia, Grecia y Albania que permitió desarticular una red que llevaba a migrantes desde Turquía al interior de Europa y que está siendo juzgada por un tribunal de Lecce (sur de Italia).

Rahima, nacido en 1984 en el Kurdistán iraquí, se hacía llamar el “rey de Italia”, un apodo que —reconocería durante los interrogatorios— era una suerte de reclamo comercial para convencer a los migrantes de utilizar sus servicios. Él mismo había llegado de forma irregular a Europa y, tras vivir durante cinco años en un campo de refugiados, donde sobrevivía vendiendo alimentos en el mercado negro, decidió establecerse en el norte de Italia. Desde su hogar cercano a Venecia y mediante su teléfono móvil, dirigía las operaciones de transporte de migrantes a través de la ruta balcánica o, una vez desembarcados en el sur de Italia, hacia el norte de la península. “Por cada migrante pedía unos 500-600 euros. Las cantidades eran depositadas en agencias en Turquía, donde aún se encuentran [...] El dinero del que dispongo en Turquía alcanza cerca de 300.000 euros”, explicó el presunto traficante durante un interrogatorio. Además, disponía de una cuenta bancaria en Países Bajos, por la que habían pasado 286.000 euros, y que fue bloqueada tras algunos movimientos considerados sospechosos.

Siguiendo a otro de los investigados, la Guardia di Finanza detectó dos de los lugares de donde los presuntos traficantes retiraban dinero en efectivo. Uno se encontraba a las afueras de Roma —donde se hallaron grandes cantidades de dinero en efectivo—, el otro en un contenedor de un almacén de Nápoles. En el momento de la intervención, los agentes descubrieron que el lugar había sido abandonado. En su interior solo quedaba una máquina de contar dinero, un libro de cuentas con anotaciones en árabe y una pequeña caja fuerte vacía.

La investigación no ha podido acceder a los fondos de Rahima. Una fuente de la policía financiera italiana que pide el anonimato se queja de la nula cooperación de las autoridades turcas. El fiscal, por su parte, ha hecho numerosas preguntas a Rahima sobre sus fondos y piensa que el sospechoso no está colaborando con la justicia, pero, según el abogado defensor, Andrea Maggiulli, al acusado le resulta imposible acceder a los fondos de la agencia de Estambul mientras se halle en prisión.

Localizar las oficinas de los hawaladar en Europa no es fácil, ni siquiera para las fuerzas de seguridad. Según la Guardia di Finanza, a quienes desean utilizar este sistema se les comunica una localización y, una vez allí, reciben una nueva información sobre cómo proceder hasta la oficina.

“Desde luego, hay una vigilancia policial y de las fuerzas de seguridad”, subraya un hawaladar del Reino Unido. Por ello, su red de transferencia de dinero solo trabaja con “parientes cercanos, amigos y gente de confianza”.

El rastro inexistente

“Los flujos financieros del tráfico de migrantes son generalmente difíciles de detectar. Esto se debe al uso extensivo de efectivo o métodos bancarios no oficiales como el hawala [...] y, en la mayoría de los casos, desde y hacia países con capacidad o experiencia limitadas en la realización de investigaciones financieras transfronterizas. Las ganancias generadas también se transfieren a menudo al país de origen del contrabandista”, se lee en un informe del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), institución dedicada a la lucha contra el blanqueo de capitales. En dicho informe se cita un caso investigado por las policías de Alemania, Rumania, Hungría y el Reino Unido donde una “compleja red” de oficinas de hawala en varios países europeos servía para ir librando los pagos a los diferentes integrantes de la organización de traficantes a medida que los migrantes —que habían depositado la cantidad inicial en Irak, Turquía o Grecia— avanzaban en su ruta.

La investigación, sin embargo, se vio obstaculizada porque resultó muy difícil situar dónde se encontraban estas oficinas, ya que ni siquiera quienes las usaban eran capaces de localizarlas con precisión. Habitualmente, los detenidos en las redadas contra supuestos traficantes —generalmente aquellos involucrados en el transporte físico de los migrantes— “son incapaces de ofrecer información” sobre la estructura financiera, lamenta el GAFI, así que “los fondos que no son requisados durante la investigación quedan fuera del alcance” de las autoridades.

Imagen cedida por la Guardia di Finanza italiana del registro de la vivienda de Rahima, un presunto traficante, dentro de la operación Astrolabio, en enero de 2022 cerca de Venecia.
Imagen cedida por la Guardia di Finanza italiana del registro de la vivienda de Rahima, un presunto traficante, dentro de la operación Astrolabio, en enero de 2022 cerca de Venecia.Cedida

Hay hawaladar cuyos beneficios derivados del trabajo con los traficantes son únicamente una pequeña fracción de su negocio —como el caso del entrevistado en el Reino Unido para esta investigación—. Sin embargo, en otros casos, pueden llegar a enriquecerse. En 2019, la policía griega desarticuló la que consideraba la red de hawala más grande de Atenas y que actuaba a través de un pequeño colmado: además de recibir los pagos de migrantes iraníes que eran transportados a Alemania, el Reino Unido y España, ayudaba a los traficantes a blanquear sus beneficios y se calcula que movía un millón de euros al mes. Uno de los libros de cuentas incautados recogía las últimas transacciones hechas mediante hawala, que alcanzaban un total de 650.000 euros. Los hawaladar habían invertido el dinero ganado de las comisiones en un inmueble en el centro de Atenas y en coches de lujo, según el informe del GAFI.

De hecho, dado su funcionamiento, organizaciones criminales dedicadas a otros sectores también han empezado a utilizar este método para mover el dinero, explica una fuente de Europol que pide el anonimato. Es el caso del clan irlandés Kinahan, implicado en el narcotráfico y que utilizaba a hawaladar en la Costa del Sol española para lavar dinero, hasta que su estructura fue desmantelada por la Guardia Civil con la cooperación de fuerzas de seguridad de otros países en septiembre de 2022.

“Entiendo que los Gobiernos estén preocupados porque, desde el 11-S, la manera en que los países occidentales investigan las transacciones ilícitas es siguiendo el rastro del dinero, así que cuando no pueden seguirlo, como ocurre con el hawala, se ponen nerviosos”, explica Gözde Güran, una de las académicas que más de cerca ha investigado este sistema: “La razón de su ansiedad es que el hawala no cabe dentro de los paradigmas de seguridad actuales”

Los migrantes entrevistados para elaborar este reportaje coinciden en que, al servir de seguro para quienes utilizan las vías clandestinas para llegar a Europa y ante la falta de acceso a otras vías para transferir dinero, el hawala ejerce una función social y positiva. El hawaladar del Reino Unido lo resume con una respuesta irrebatible: “No se pueden utilizar los bancos cuando trabajas con traficantes, puesto que están haciendo algo ilegal”.

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