El despliegue de una fuerza militar africana en Congo frena el avance del grupo rebelde M23
La milicia se ha retirado de varias localidades un año después del resurgimiento de los combates en el noreste del país, en los que han sido asesinadas cientos de personas y cerca de un millón han tenido que abandonar sus hogares
El despliegue de una fuerza militar africana integrada por soldados de cuatro países en el noreste de la República Democrática del Congo (RDC) ha logrado frenar de momento la ofensiva del grupo rebelde Movimiento 23 de Marzo (M23), que se ha retirado de cuatro localidades que había ocupado en el último año. Aunque no es más que un tímido avance, lo cierto es que la comunidad internacional valora con prudente esperanza esta medida ante una violencia que se había extendido por la región desde marzo de 2022. Paralelamente, Jean-Pierre Bemba, exlíder guerrillero y exvicepresidente del Congo, que fue condenado por la Corte Penal Internacional (CPI) por crímenes de guerra y contra la humanidad y posteriormente absuelto, ha sido nombrado ministro de Defensa.
El pasado domingo aterrizaban en Goma, capital de Kivu del Norte, las primeras tropas de un contingente de 750 soldados de Sudán del Sur para unirse a los militares aportados por Uganda, Burundi y Kenia. “La Fuerza Regional de la Comunidad del Este de África (EAC) está completamente desplegada según lo previsto durante las negociaciones de Nairobi”, aseguró horas después el expresidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, mediador regional en esta crisis. El martes, desde Kigali, la capital ruandesa, los jefes de Estado de Ruanda y Kenia, Paul Kagame y William Ruto, respectivamente, celebraban los “progresos” de esta fuerza regional. “Hemos observado muchas novedades positivas en materia de seguridad durante los últimos tres meses”, señaló este último. El Gobierno de Angola ha anunciado también el envío de tropas.
En las últimas dos semanas, el M23, grupo rebelde de mayoría tutsi financiado por Ruanda, según los informes de Naciones Unidas, se ha retirado de al menos tres localidades, Mushaki, Kilolirwe y Kitshanga, en la zona de Masisi. También ha perdido el control de la estratégica ciudad de Bunagana, en el territorio de Rutshuru, tras la llegada de un millar de soldados ugandeses de la fuerza regional el pasado 31 de marzo. Esta retirada se está produciendo de manera pacífica en virtud de las condiciones de la tregua firmada en Luanda (Angola) a finales de febrero por el grupo rebelde y el Gobierno congolés gracias a la mediación de la EAC, que hasta ahora no habían sido respetadas por el M23. La fuerza regional de África oriental se declara “neutral” y su objetivo es velar por el cumplimiento de dicho acuerdo.
Pese a su retirada de al menos cuatro localidades, el M23 sigue muy presente en el territorio y no se está llevando a cabo un desarme de los rebeldes. En algunos lugares incluso conviven con los soldados llegados de Uganda o Kenia. Muchos congoleses son críticos respecto a esta fuerza regional. “¿Quién se cree todavía los esfuerzos de estabilización del Este con la participación de una fuerza de la EAC compuesta en gran parte por estados desestabilizadores?”, se preguntaba recientemente en Twitter Denis Mukwege, médico congolés y premio Nobel de la Paz. Diputados han expresado su inquietud al Gobierno por la naturaleza de esta fuerza regional, en particular por la presencia de tropas ugandesas, a las que se acusa de haber permitido, cuando menos, el avance del M23 de los últimos meses.
Desde el resurgimiento de los combates en el noreste del Congo hace un año han sido asesinadas cientos de personas y cerca de un millón de personas ha tenido que abandonar sus hogares, provocando “un desastre humanitario” según ha advertido Médicos Sin Fronteras (MSF). “La crisis en Kivu del Norte es absolutamente impactante en su escala y gravedad, pero la respuesta humanitaria está siendo demasiado lenta”, lamentó en un comunicado el pasado 5 de abril la directora ejecutiva de MSF en Estados Unidos, Avril Benoît, quien se desplazó a la zona. Según MSF, la respuesta humanitaria ha sido “muy inadecuada”, lo que ha tenido un “impacto enorme” en la salud de la población. “Las familias han estado a merced de las lluvias, las epidemias y la violencia durante meses, como demuestra el preocupante número de víctimas de violencia sexual que atendemos todos los días en nuestros centros médicos”, dijo el coordinador de proyectos de MSF en Goma, Abdou Musengetsi.
Los rebeldes han llegado hasta las puertas de Goma, provocando el pánico en una población que guarda aún en la memoria la ocupación de la ciudad por el M23 en diciembre de 2012. Este grupo armado es heredero de las milicias que combatieron a los hutus perpetradores del genocidio de 1994 y que se refugiaron en la vecina RDC. Nacido en 2012, se rindió y entregó las armas un año más tarde, pero reactivó su ofensiva en 2022, provocando una crisis regional y un grave enfrentamiento diplomático entre el Congo y Ruanda, que presuntamente financia a este grupo, aunque el presidente Paul Kagame lo ha negado en reiteradas ocasiones.
Un exguerrillero como ministro
El veterano exlíder guerrillero y exvicepresidente de la RDC, Jean-Pierre Bemba, ha ocupado ya su nuevo cargo de ministro de Defensa de este país. Su nombramiento, que tuvo lugar a finales de marzo, se produce cuando faltan ocho meses para las elecciones presidenciales en las que es candidato el actual presidente, Félix Tshisekedi, y se interpreta como un intento de sumar fuerzas de cara a dicha cita electoral. A finales de los años noventa del siglo pasado, Bemba era el jefe del Movimiento de Liberación del Congo (MLC) y controlaba un amplio territorio del norte y este del país, desde donde combatía al entonces presidente Laurent Désiré Kabila.
La subida al poder de Joseph Kabila y la firma de un acuerdo de paz catapultó a Bemba hasta la vicepresidencia del país en 2003, que ocupó durante tres años. En 2006 ambos fueron los principales candidatos en unas elecciones que ganó Kabila y, tras nuevos episodios de violencia en los que corrió peligro la vida de Bemba, este decidió irse al exilio.
El 24 de mayo de 2008 fue detenido en Bruselas y, tras un largo juicio, la CPI le condenó a 18 años de cárcel por crímenes de guerra y contra la humanidad por las violaciones, abusos, asesinatos y pillaje cometidos por los guerrilleros a sus órdenes en la República Centroafricana, a donde habían acudido para sofocar un intento de golpe de Estado. En 2018, la Sala de Apelaciones de la propia CPI revocó esta condena y le absolvió de los crímenes cometidos por sus hombres al entender que no se le podía responsabilizar desde el punto de vista penal de dichas atrocidades. Ese mismo año fue liberado y regresó a Congo, aunque se le prohibió participar en las elecciones.
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