Las revelaciones del príncipe Enrique en sus memorias auguran a Carlos III su propio ‘annus horribilis’
La publicación de un libro del hijo pequeño del rey de Inglaterra y la gran atención mediática que suscita amenazan con eclipsar la ceremonia de coronación del monarca prevista para mayo
También las familias infelices se parecen entre ellas cuando de rencillas internas se trata, en contra del famoso inicio de la Ana Karenina de Tolstói, y a nadie sorprendería oír a un padre lamentarse al ver a sus hijos discutir entre ellos: “No convirtáis en miserables mis últimos años” podría ser una frase escuchada perfectamente en cualquier cena navideña. Cuando quien lo dice está a punto de ser rey, después de 70 años de impaciente espera, los que discuten son los dos hijos más fotografiados y perseguidos por los paparazi de medio planeta, y el momento elegido es el funeral del esposo de Isabel II, Felipe de Edimburgo, la anécdota adquiere otra dimensión. Las revelaciones contenidas en el libro autobiográfico del príncipe Enrique de Inglaterra, entre las que se encuentra ese momento padre-hijos tan premonitorio, amenazan con convertirse en el mayor quebradero de cabeza —si no en una crisis en toda regla— de la monarquía que Carlos III está obligado a preservar. Su propio annus horribilis, similar al 1992 que le tocó sufrir a la fallecida reina Isabel II. El libro se titula Spare, que vendría a significar “Heredero de Repuesto”, aunque el título de la versión española es En la sombra.
“La monarquía se ha enfrentado a crisis más graves que la actual. La Guerra de los Gales —que enfrentó a Carlos y Diana— durante la década de los noventa hizo mucho más daño a la reputación de la corona. Y la abdicación de 1936 socavó por completo la institución, cuando un rey enormemente popular como era Eduardo VIII fue reemplazado por un desconocido como su hermano menor, Jorge VI”, reflexiona para EL PAÍS Ed Owens, historiador e investigador honorario asociado del Centro para el Estudio de la Monarquía Moderan, en la Universidad de Londres. “Sin embargo, los comentarios de Enrique amenazan con eclipsar la ceremonia de coronación del rey Carlos si continúan recibiendo la misma atención mediática que han recibido hasta ahora. La familia real debe confiar en que el interés de la prensa por Enrique se desvanezca, y en que no haya más alegaciones o revelaciones que hagan aún más daño a la corona”, intuye Owens.
La ceremonia de coronación, el acto más solemne y simbólico del inicio de reinado de Carlos III, se celebrará el 6 de mayo en la abadía de Westminster. El camino hacia ese ritual milenario, desde el fallecimiento de Isabel II y la subida al trono de su hijo, ha sido una sucesión de actos públicos en los que el nuevo monarca —y Camila, la reina consorte— ha intentado aumentar su aceptación entre los ciudadanos. La popularidad de Carlos de Inglaterra sigue estando muy por debajo de la de su hijo y heredero Guillermo, el príncipe de Gales, y su esposa Kate Middleton. Veinticinco años después de su muerte, son más los británicos que tienen una visión positiva de Lady Di que de quien fuera su esposo.
Los errores del príncipe Enrique recaen antes sobre su padre —responsable a fin de cuentas de parte de los traumas que arrastra el hijo—, que sobre su hermano y heredero al trono. Los duques de Sussex, Enrique y Meghan Markle, son tan impopulares, según el último sondeo de YouGov, como el príncipe Andrés, caído en desgracia tras sus turbias relaciones con el pedófilo estadounidense Jeffrey Epstein. Hay una ola de rechazo en la prensa británica y entre la ciudadanía hacia la actitud y las maniobras de venganza contra su familia del hijo menor del rey, pero no se traduce en un mayor sentimiento favorable a la monarquía entre las nuevas generaciones.
“Enrique ha perdido su legión de seguidores en este país, pero hay mucha gente joven que puede sentirse atraída por su desprecio hacia los convencionalismos”, apunta en una larga conversación el historiador, abogado y exmagistrado del Tribunal Supremo Jonathan Sumption. “Pero cada vez está más claro que busca un montón de publicidad para su propio interés. Hay además una convicción generalizada en ver a su mujer como una manipuladora. La gente, en general, comienza a estar harta de ambos”, señala.
Ni siquiera la parte más aplaudida del servicio público del príncipe Enrique por parte de las generaciones que superan ya los 40 años, que haría referencia a sus servicios prestados a bordo de un helicóptero en la guerra de Afganistán, produce ahora réditos de cariño o respeto. El modo en que el hijo menor de Lady Di presume en su libro de los 25 talibanes que mató durante sus misiones —piezas de ajedrez en el tablero, no personas, dice— ha provocado un rechazo generalizado: por lo que tiene de falta de respeto para los mayores y por la brutalidad que encierra, para los más jóvenes. “Son muchos los soldados que también saben el número exacto de personas a las que han matado [en combate]. Pero no consideran correcto dar publicidad a esa cuenta macabra, ya les resulte satisfactorio o les avergüence. No es un código de machotes. Es una cuestión de decencia y respeto hacia las vidas que han arrebatado”, ha reprochado a Enrique el diputado conservador Adam Holloway en una tribuna publicada en la revista The Spectator. Antes de ocupar escaño en la Cámara de los Comunes, Holloway sirvió en la Guardia de Granaderos del Ejército británico, destinado en Irak y Alemania.
Las primeras revelaciones del libro autobiográfico han provocado una avalancha de titulares en todos los medios británicos, tanto en los diarios considerados serios como en los tabloides sensacionalistas. Paradójicamente, el rechazo general que han provocado es compatible con un hambre insaciable por el cotilleo y las batallas internas de una familia que hace ganar mucho dinero a periodistas y editores. “Su decisión de contarlo todo de un modo tan descarnado, y herir de ese modo a la monarquía y a su familia, es un error de juicio monumental”, ha dicho el diario The Times en su editorial sobre el asunto. “Por favor, chicos, no convirtáis en miserables mis últimos años”, señala también el periódico la ya famosa frase del rey Carlos a sus hijos, para concluir que “nada ha sido más calculado para provocar precisamente eso que el libro autobiográfico Spare”.
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