Los votantes y los partidos de Túnez dan la espalda al presidente Said en las urnas con una abstención del 91,2%
El mandatario buscaba legitimar en los comicios el autogolpe por el que gobierna por decreto desde 2021 y que marcó el fin de la Primavera Árabe
Once años después, día por día, de que un joven se prendiera fuego en un desesperado gesto contra la arbitrariedad de las autoridades en Sidi Buzid (centro de Túnez), los tunecinos han sido convocados este sábado a unas elecciones legislativas. La protesta a lo bonzo del vendedor ambulante Mohamed Buazizi prendió las llamas de una Primavera Árabe que abrasó a los dictadores de Túnez, Egipto y Libia. Los comicios se han desarrollado ahora en medio del boicot de los principales partidos y con una abstención récord del 91,2%, según datos oficiales preliminares.
Tan escasa participación, apenas el 8,8% de los nueve millones de electores censados, refleja el rechazo e indiferencia masivos de los ciudadanos ante la consolidación que buscaba en las urnas el presidente Kies Said para su modelo de régimen autocrático. Con estas legislativas diseñadas por decreto, el mandatario tunecino aspiraba también a remachar el último clavo en el ataúd de la Primavera Árabe en el único país de la región donde había llegado a germinar un sistema democrático.
Desde que hace año y medio el jurista Said disolviera el Parlamento, comenzara a gobernar por decreto y acabara con la independencia de la judicatura, Túnez ha girado hacia un régimen ultrapresidencialista, rayano en el poder absoluto y sin contrapesos tangibles. Said envió primero los carros de combate a la Asamblea de Representantes del Pueblo en julio de 2021 para suspender toda actividad legislativa y disolvió la Cámara ocho meses después. Invocó para ello el desgobierno y la corrupción imperante y, sobre todo, el caos en la economía. Los partidos tunecinos calificaron la decisión de autogolpe.
El pasado febrero, tras comprobar que sus decretos estaban siendo desafiados por algunos jueces, colocó a la magistratura judicial bajo la autoridad presidencial. Y en julio de este mismo año sometió a referéndum una nueva Constitución de corte autoritario, aprobada con cerca del 95% de los votos, a pesar de haberse registrado una abstención del 70% del censo.
El legislativo que surge ahora de las urnas lleva camino de convertirse en una Cámara sin atribuciones para poder controlar al Gobierno, que es designado por el jefe del Estado, y sin capacidad real de iniciativa legal. “Nos enfrentamos a un cerrojazo político en Túnez”, aseguraba el viernes en una tribuna publicada en el diario francés Le Monde Kamel Yendubi, responsable de la organización defensora de los derechos humanos Euromed. “El sistema electoral puesto a punto por el presidente es atentatorio, de cabo a rabo, contra la democracia”, advertía.
Los comicios se presentan como la pieza final de la estructura legal con la que Said, profesor de derecho constitucional de 64 años, busca instaurar un régimen en el que pueda concentrar todo el poder en sus manos. Antes de convocar las legislativas, el mandatario aprobó por decreto una nueva normativa electoral, con candidaturas uninominales para 161 escaños en otras tantas circunscripciones (frente a la anterior de listas), que excluyen a los partidos políticos. Se han presentado 1.058 candidatos y los diputados se elegirán en dos vueltas (la segunda en marzo). El nuevo sistema electoral conlleva además un retroceso para la representación femenina, que antes tenía garantizada la práctica paridad. Apenas un 11% de los candidatos en liza son mujeres.
Los mayoría de los partidos que estaban representados en el Parlamento disuelto, con los islamistas moderados de Enhada a la cabeza, han boicoteado las legislativas. Casi todos tachan de golpista la deriva hacia la autocracia emprendida por Said. “Estas elecciones han nacido muertas y son una farsa”, ha denunciado Neyib Chebbi, líder de la principal coalición opositora, citado por Reuters. El presidente Said ha situado a funcionarios afines al frente de la Instancia Superior Independiente para las Elecciones, el comité de supervisión de los comicios. No ha habido observadores de la Unión Europea en los colegios electorales.
Los comicios también han sido rechazados por la Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT), central sindical que cuenta con más de un millón de afiliados en un país con cerca de 12 millones de habitantes. La UGTT avaló inicialmente el autogolpe presidencial con la esperanza de que pudiera hacer frente a la crisis económica derivada de la pandemia. El Producto Interior Bruto se había desplomado un 8,5%, en medio de disputas irreconciliables entre los sectores laico y confesional de la Asamblea. Pero el conflicto de Ucrania y sus repercusiones internacionales han dado al traste con las reformas introducidas por Said, quien se ha visto obligado a negociar un plan de rescate por importe de 1.900 millones de dólares (1.790 millones de euros) con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Precios de los alimentos disparados
La miseria ha empujado a miles de personas hacia la puerta de salida de la emigración. Muchos de ellos en pateras. En los primeros 11 meses de este año, 17.500 tunecinos han arribado clandestinamente a las costas de Italia, frente a los 15.000 de todo el año 2021. Con una inflación del 9,8%, el 90% de las panaderías secundó una huelga de 24 horas la semana pasada en protesta por la falta de pago estatal de subvenciones desde hace más de un año. Los precios de los alimentos se han disparado un 15% desde el inicio de 2022, según informa Efe. Las subidas han alcanzado en particular a los huevos (43%), las verduras (32%), la carne bovina (24%) y el aceite (20%). Varias manifestaciones contra la carestía de la vida se han sucedido en los últimos días.
La única democracia surgida de las revueltas populares de 2011 en el mundo árabe se dirige inexorablemente hacia un régimen autoritario. Elegido en las urnas en 2019 con amplio respaldo popular, Said se enfrenta ahora al reto de dar una respuesta a una abstención récord del electorado, motivada por la apatía de los ciudadanos frente a la política (la campaña ha discurrido de forma anodina y sin apenas cobertura en los medios privados), y por el boicot de los partidos (que ya dieron la espalda al referéndum constitucional). El veto sindical, además, hace presagiar que la UGTT, como única fuerza de oposición efectiva, va a plantar cara a los recortes económicos impuestos a Túnez por el FMI como condición para salvarlo de la bancarrota.
El presidente Said defendió el jueves en Washington, donde fue recibido en la Casa Blanca y el Departamento de Estado junto con otros mandatarios africanos, su giro autocrática y su política de mano de hierro. Aseguró, según informó France Presse, que tuvo que disolver el Parlamento hace 17 meses “porque no tenía alternativa, ya que el país estaba al borde de la guerra civil”. Entonces creía contar con el apoyo de los tunecinos que ahora le han dado de forma casi unánime la espalda en las urnas.
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