El historiador Serhii Plokhy: “El destino de la guerra ya está claro: Ucrania será independiente y Rusia quedará tremendamente debilitada”
“Nadie ha hecho tanto en este siglo como Putin por establecer una identidad separada entre los dos países”, asegura el director del Instituto de Investigación Ucranio de la Universidad de Harvard
Serhii Plokhy, uno de los historiadores más destacados de Ucrania, lleva toda su carrera tratando de desenterrar la dramática, aunque también fascinante, historia de su país y liberarla de lo que él denomina “tergiversaciones imperiales”. Nacido hace 65 años en la ciudad rusa de Nizhnii Novgorod, pero criado en Ucrania y con doble nacionalidad estadounidense-ucrania, dirige desde 2013 el Instituto de Investigación Ucranio de la Universidad de Harvard.
Desde su despacho en Cambridge (Massachusetts, EE UU) recibe a EL PAÍS a través de vídeollamada para hablar de su libro Las Puertas de Europa, que abarca desde las primeras referencias de Heródoto a las estepas, montañas y bosques al norte del mar Negro en el siglo V a. C. hasta la anexión rusa de Crimea y la ocupación de parte de Donbás en 2014. Pero, forzado por las tristes circunstancias actuales, Plokhy habla en esta entrevista no tanto del pasado como del presente y futuro de su país. En 2021 añadió a ese libro —que ahora edita en castellano Península, con traducción de Marta Rebón y Ferran Mateo— un prefacio en el que alertaba de que el conflicto con Rusia suponía la mayor amenaza al orden internacional desde la II Guerra Mundial. Un año más tarde, el presidente Vladímir Putin inició una brutal invasión que no tiene visos de terminar.
Pregunta. Dos años después de escribir ese prefacio, el tiempo parece haberle dado la razón.
Respuesta. Los historiadores no somos muy buenos en las predicciones. No trataba de adelantar el futuro, solo describía lo que veían mis ojos. La guerra de la que hablamos ahora comenzó en 2014, cuando vimos un cambio de juego absoluto en las relaciones internacionales, con paralelismos con la Europa de los años treinta. Desde la II Guerra Mundial no habíamos visto a potencias apoderándose de territorios e incluyéndolos en sus fronteras.
P. Antes del 24 de febrero, ¿veía posible una invasión total por parte de Rusia?
R. No me sorprendió que Putin continuara con su guerra. Porque desde el principio era obvio que no estaba en juego solo Crimea, sino el control de toda Ucrania y del espacio postsoviético. Y Rusia no cumplió ninguno de estos objetivos en 2014. Lo que no me esperaba es la dimensión de la guerra, inédita en Europa desde la II Guerra Mundial. Otra sorpresa ha sido comprobar que Rusia no estaba preparada. No me imaginaba que Putin embarcaría a Ucrania, a su propio país y a buena parte de Europa en una misión suicida, tal y como hizo Hitler en 1939.
P. Putin está ahora en una situación muy difícil. ¿Qué margen de maniobra cree que tiene?
R. El destino de la guerra está claro. Las fronteras —es decir, si Rusia se queda con Crimea o con el sur de Ucrania— se decidirán en el campo de batalla. Pero la cuestión más importante sobre el futuro de los dos países ya se ha decidido. Ucrania continuará como Estado independiente y se acerca más de lo que nadie habría podido imaginar a la OTAN y la UE. Y también está decidido el tremendo debilitamiento de Rusia, con un giro importante en sus lazos económicos con la UE. El régimen de Putin ha resultado ser extremadamente ineficaz para defender los intereses de la propia Rusia. La cuestión por dilucidar ahora es si ese régimen cae. Pero en general, Rusia ya ha perdido.
P. Usted asegura que Occidente no supo reaccionar a la agresión rusa de 2014. ¿Han estado más prevenidos la UE y EE UU en 2022?
R. Sí, hay un gran cambio. Occidente comprende ahora que si no detiene a Rusia, la destrucción del viejo orden internacional continuará. En 2014, Europa adoptó la misma actitud hacia Rusia que hacia Alemania en 1938 o 1939. Pensaban que tal vez la anexión de Crimea no era del todo correcta, pero que al final no importaba demasiado porque allí la población era rusa. Es la misma política que le permitió a Hitler anexionarse Austria o hacerse con los Sudetes. En 1939, la guerra en Polonia cambió el cálculo, al igual que ahora la guerra de 2022. Ha quedado claro que la historia no terminó con la caída de la URSS. Que hay que defenderse. Estamos en un mundo nuevo en el que la seguridad está entre las principales preocupaciones de los políticos. La situación ahora es muy diferente a la del pasado enero. Esa es una de las consecuencias globales de esta guerra.
“No me imaginaba que Putin fuera a embarcar en una misión suicida a Ucrania, Rusia y Europa”
P. La guerra también ha impulsado la identidad nacional ucrania. Putin ha logrado lo contrario de lo que deseaba.
R. Sí. Él cree que Ucrania es una pequeña parte de la nación rusa. Su intención era pasar a la historia como el unificador de las tierras rusas, pero ningún político ha hecho tanto en este siglo por establecer una identidad separada de Ucrania y Rusia. Los ucranios ya se unieron en 2014 superando sus diferencias religiosas, lingüísticas y étnicas. Los últimos ocho años han sido tremendamente importantes para forjar esta identidad. Cuando Rusia envió sus tropas en 2014, se encontró con un país confundido con unas Fuerzas Armadas prácticamente inexistentes. Y los que planearon la guerra contaban con esa respuesta. Pero entonces se aceleró la formación de una fuerte identidad ucrania, en torno a la idea de independencia y democracia.
P. Mientras hablamos, muchos ucranios pasan frío por culpa de los ataques rusos, una estrategia sin otro objetivo militar más allá del sufrimiento. En su libro habla del Holodomor, la hambruna de los años treinta, como un intento de Stalin de convertir a Ucrania en una “república soviética modelo”. ¿Ve algún paralelismo?
R. La población civil vuelve ahora a estar bajo ataque de Moscú. Tratan de dejar a los ucranios sin electricidad, sin comida. Como historiador, puedo decir que este tipo de ataques no suele doblegar a ningún país. Ni en la II Guerra Mundial ni en los Balcanes. Las posibilidades de que Rusia logre sus objetivos con estas tácticas son mínimas.
“La posibilidad de que Rusia logre sus objetivos con los ataques a infraestructuras civiles son mínimas”
P. ¿El conflicto actual se explica por el derrumbe desordenado de la Unión Soviética?
R. En los años noventa, Occidente insistió en que Ucrania cediera sus armas nucleares a Rusia, que debía garantizar su independencia y soberanía. Esta guerra es el resultado del vacío de seguridad que se creó en el centro de Europa al quitar las armas y no reemplazarlas con nada que pudiera detener la agresión.
P. ¿Fue un error aceptar esa renuncia?
R. Ucrania sufrió presiones muy fuertes, tanto de EE UU como de Rusia. Estaba en medio de una crisis, necesitaba asistencia financiera y sus instituciones no se habían formado del todo. No creo que tuviera otra opción.
P. Rusia asegura que tras la caída de la Unión Soviética recibió garantías de que la OTAN no se expandiría hacia el este. Y que esa expansión constituye una amenaza existencial.
R. No es cierto. Eso se discutió, pero nunca se plasmó en un documento. EE UU no llamó a las puertas de Varsovia, Budapest y Sofía, sino que estos países presionaron para protegerse de Rusia. Incluso tras la guerra de Georgia y la anexión de Crimea, Europa siguió haciendo negocios con Rusia y Alemania construía el gasoducto Nord Stream. Según la perspectiva de entonces, los países de Europa del Este parecían poco realistas y paranoicos. Ahora sabemos que comprendían mejor la situación. Hoy se repite la historia, con Ucrania llamando a la OTAN. Putin está haciendo más por la expansión de la OTAN de lo que cualquier general de cuatro estrellas podría imaginar. Mire a Finlandia y a Suecia. Tanto en los años noventa como ahora, la fortaleza de la OTAN se explica por un intento de los países vecinos de Rusia de protegerse de la agresión.
“Esta guerra no habría empezado sin el dinero europeo que Rusia ha recibido a través del mercado energético en los últimos 15 años para rearmarse”
P. ¿Qué responsabilidad atribuye a Alemania por su cercanía con Putin?
R. Las políticas alemanas fueron fundamentales. Pensaban que estrechar lazos económicos con Rusia la haría más dependiente, y, por lo tanto, menos proclive a nuevas crisis. Pero Moscú lo interpretó de forma distinta: veía a Europa más dependiente, lo que le permitía más margen de actuación. El mercado energético europeo aportó fondos para el rearme de Rusia en los últimos 15 años. Esta guerra probablemente no habría empezado sin ese dinero europeo. Y tampoco habría empezado si la respuesta a la anexión de Crimea hubiera sido distinta. Pero los planes de Nord Stream 2 continuaron. Esa fue la respuesta de Alemania, el país más poderoso de Europa.
P. Como historiador, ¿cómo ve la obsesión de Putin por la historia?
R. Su discurso nos retrotrae a un concepto de la historia del siglo XIX y XX, con justificaciones de la guerra ligadas a la caída de imperios. Además, en los argumentos de Putin reconozco a los historiadores imperiales rusos. Rusos y ucranios como un mismo pueblo era el concepto dominante antes de la revolución de 1917. Putin habla con los fantasmas del pasado y trata de convertirlos en los monstruos del futuro.
P. Ucrania es ya candidata a entrar en la UE. Pero tiene que recorrer un largo camino en asuntos como la corrupción o el papel de los oligarcas.
R. Cuando la guerra acabe habrá que reconstruir el país. Una especie de Plan Marshall sería una gran oportunidad para abordar asuntos como la corrupción o los oligarcas. Ucrania no debe ser reconstruida como era antes de la guerra, sino con una base económica y legal más fuerte.
P. ¿Qué papel atribuye en este conflicto al presidente Volodímir Zelenski?
R. Zelenski es el político más popular en Ucrania desde 1991. Su popularidad cayó antes de la guerra, pero seguía siendo más popular que sus predecesores. Y la guerra le ha hecho inmensamente popular. Estos meses ha sido un símbolo importante. Vemos que otros líderes que ganaron guerras, como [Winston] Churchill, no siguieron en el periodo de paz al frente del país. Podría pasarle lo mismo, pero creo que su carrera política no va a acabar con la guerra.
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