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Alemania ante el primer invierno sin gas ruso: reservas al 85% y suministro desde Noruega y Países Bajos

Berlín ha reducido drásticamente su dependencia gasística de Rusia, pero el coste para los consumidores se ha cuadruplicado

Turbina del Nord Stream en Mülheim an der Ruhr, el pasado 3 de agosto.
Turbina del Nord Stream en Mülheim an der Ruhr, el pasado 3 de agosto.picture alliance (dpa/picture alliance via Getty I)
Elena G. Sevillano

Se temía que pudiera cerrarse el grifo del gas, y al final ha ocurrido. A las puertas del otoño, el Kremlin ha cumplido su amenaza nunca explícita de cortar el suministro por el principal gasoducto ruso que alimenta al centro de Europa. Desde este miércoles, el gas no fluye por el Nord Stream, un conducto de más de 1.200 kilómetros que transporta este hidrocarburo desde Siberia directamente hasta la costa alemana por el lecho del mar Báltico. En Berlín no ha sido una sorpresa. Alemania lleva meses prevenida y reduciendo a marchas forzadas su enorme dependencia de Rusia. El país está preparado, aseguran las autoridades, que sin embargo piden a los ciudadanos y las empresas un mayor esfuerzo de ahorro.

La decisión de Gazprom, la gasista estatal rusa, de no reabrir el gasoducto tras una parada técnica de tres días, se produjo este viernes solo horas después de que el G-7 anunciara la imposición de un precio máximo al petróleo ruso que busca reducir los ingresos con los que el presidente del país Vladímir Putin financia la guerra en Ucrania. Tanto Bruselas como Berlín lo interpretan como una represalia, que responde también a los planes de la Unión Europea para restringir los visados para los ciudadanos rusos. Y aún hay otro elemento clave: Alemania informó esta semana de que el llenado de sus depósitos para el invierno va a mejor ritmo del esperado: ya están al 84,5%. Moscú ha visto la oportunidad de golpear ahora para evitar que las reservas europeas sigan mejorando antes de que lleguen los meses fríos, apuntó una alta fuente comunitaria.

“Ahora estamos mucho mejor preparados que hace unos meses”, aseguró un portavoz gubernamental. Berlín ha tenido claro desde el inicio de la invasión que Putin iba a usar la energía como arma contra Europa. Gazprom redujo la capacidad del Nord Stream al 40% en junio y al 20% en julio. Pese a ello, Berlín ha seguido llenando sus depósitos. La clave ha sido la diversificación. De depender en un 55% de las importaciones rusas en febrero, ha pasado al 26% a finales de junio. La mayor parte del gas natural que recibe llega ahora de Noruega, Países Bajos y Bélgica. Según datos de la Agencia Federal de Redes, el lunes, justo antes de la parada de mantenimiento, el Nord Stream aportó alrededor de 350 gigavatios hora de gas ruso, frente a los 2.900 que llegaron de estos tres países.

Llamamiento al ahorro

Berlín ha tenido que tomar decisiones dolorosas, especialmente para un Gobierno de coalición con presencia de Los Verdes, como la de rescatar viejas centrales de carbón para producir electricidad y desviar así el gas a reservas. Tabú hasta hace solo unos meses, la posibilidad de alargar la vida de los últimos tres reactores nucleares aún en servicio ha entrado de lleno en el debate público. Incluso vuelve a hablarse del fracking, la controvertida técnica de extracción de gas de esquisto que lleva años prohibida en Alemania. El llamamiento al ahorro es constante, con campañas gubernamentales masivas y a través de declaraciones de los responsables políticos que apelan a la solidaridad con Ucrania y a la responsabilidad individual. “Es bueno que Alemania esté mejor preparada ahora, pero depende de todos y cada uno de nosotros”, aseguró en su cuenta de Twitter Klaus Müller, el principal responsable de la seguridad energética como director de la Agencia Nacional de Redes.

Cualquier nueva vía de suministro es bienvenida, como la interconexión a través de los Pirineos que defiende España, pero a medio plazo Berlín quiere contar con sus propias capacidades de regasificación. El Gobierno ha autorizado en tiempo récord la instalación de cinco terminales flotantes de gas natural licuado (GNL), dos de las cuales deberían empezar a funcionar a finales de este año o principios del próximo. “La situación en el mercado del gas es tensa, pero la seguridad del suministro está garantizada”, asegura una portavoz del Ministerio de Economía y Clima. “Todavía se necesitan grandes esfuerzos, pero estamos bien encaminados para superar la situación”, añade.

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Tanto el Gobierno como expertos independientes coinciden en que Alemania podrá superar los próximos meses de frío sin racionamiento y sin apenas restricciones, pero la mirada está puesta en el próximo invierno. Con las reservas agotadas, para entonces las cinco terminales ya deberían estar regasificando GNL importado, entre otros, de Estados Unidos. Otra cosa es el precio que pagarán los alemanes por desengancharse del gas ruso barato. El que consumen empresas y hogares cuesta ahora cuatro veces más que el año pasado. Ante el temor a que los costes ahoguen aún más a las familias, y de que muchas no puedan costear la calefacción este invierno, el Gobierno de coalición (socialdemócratas, verdes y liberales) de Olaf Scholz prepara estos días un tercer paquete de ayudas que probablemente incluirá pagos directos a los hogares con menos recursos.

Incertidumbre total

La incertidumbre con respecto al Nord Stream es total. El cierre podría prolongarse días, semanas, o ser definitivo. En función de sus intereses, el Kremlin podría jugar a abrir y cerrar el grifo, opina una alta fuente comunitaria. Tener en vilo a países todavía demasiado dependientes de su gas, como Alemania, que se asoma a la recesión y sufre con una inflación del 7,9%, forma parte de la estrategia de jugar al gato y al ratón y de añadir presión a la hasta ahora casi inquebrantable unidad europea. Con las reservas en el conjunto de la UE por encima del 80% que se había puesto como objetivo, Putin no podía esperar a noviembre para dar esta nueva vuelta de tuerca, añade esta fuente, porque entonces los depósitos estarían llenos y ya no tendría efecto.

Mientras tanto, Ucrania quiere apoyar a Alemania con el suministro de energía nuclear. El primer ministro ucranio, Denys Schmyhal, de visita en Berlín este fin de semana, dijo a la agencia de noticias DPA que gracias a sus reactores cuentan con “suficiente electricidad” y que están dispuestos a “expandir” sus exportaciones a Alemania. Actualmente, Kiev exporta energía a Moldavia, Rumania, Eslovaquia y Polonia. El mandatario ucranio subrayó que un acuerdo con Berlín “sería bueno para ambas partes”. La UE obtendría más energía y su país recibirá divisas que necesita “con urgencia”.

Como Berlín, Bruselas también contaba con que en algún momento el chantaje ruso paralizara el suministro por el Nord Stream. “Lamentablemente, el movimiento de Gazprom no es una sorpresa. El uso del gas como arma no cambiará la determinación de la UE. Aceleraremos nuestro camino hacia la independencia energética”, escribió en Twitter Charles Michel, el presidente del Consejo Europeo, tras conocer la noticia del corte. El portavoz de la Comisión, Eric Mamer, habló de “pretextos falaces” y calificó de “cinismo” la decisión de Rusia por preferir “quemar gas en lugar de cumplir los contratos”. El Gobierno alemán subrayó “la poca fiabilidad de Rusia”.

Gazprom achaca el parón a una fuga de aceite encontrada en una turbina durante las labores de mantenimiento de la estación de bombeo de Portovaya, la única que estaba aún en funcionamiento. Berlín cree que no es más que una excusa, y la empresa alemana Siemens Energy lo ha confirmado este sábado al asegurar que no es motivo para suspender el flujo del gas. Ese tipo de fugas no afectan al funcionamiento de la turbina y “pueden sellarse in situ” durante el procedimiento rutinario de mantenimiento, añadió la compañía en una nota.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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