El antifascismo ya no gana elecciones en Italia
La pugna electoral entre la hija de un fascista y el hijo de un superviviente del Holocausto en Sesto San Giovanni, antiguo feudo de la izquierda, ayuda a descifrar las claves del voto a la ultra Meloni al margen de la ideología
Una ciudad y dos biografías ayudan a descifrar el resultado de las últimas elecciones italianas.
Pino Rauti (Cardinale, 1926-Roma, 2012) fue un dirigente del fascista Movimiento Social Italiano (MSI). Como aquel artefacto le parecía poco radical, montó Ordine Nuovo, una organización de extrema derecha que terminó disuelta y por la que tuvo que sentarse en el banquillo varias veces. Una de ellas, incluso, acusado y absuelto por su posible relación con el atentado de Piazza Fontana, que causó 17 muertes y 88 heridos el 12 de diciembre de 1969 en una sucursal del Banco Nacional de Agricultura y en el que participó una célula de Ordine Nuovo. Su hija, Isabella Rauti, se presentaba en Sesto San Giovanni como candidata de Hermanos de Italia en las elecciones del 25 de septiembre.
Nedo Fiano (Florencia, 1925-Milán, 2020) fue un empresario y escritor judío. Después de que Benito Mussolini promulgase las leyes raciales contra los judíos en 1938, sufrió la exclusión social y económica. Luego fue detenido por la policía fascista y toda su familia terminó deportada a Auschwitz, donde quedó huérfano a los 18 años y fue el único superviviente. Su relato alumbró durante años la memoria antifascista en Italia. Su hijo, Emanuel Fiano, también se presentaba en Sesto San Giovanni en estas elecciones con el Partido Democrático (PD).
La memoria de esos dos mundos, cuya herida sigue abierta en Italia, se enfrentó el pasado domingo en una ciudad de 80.000 habitantes del hinterland milanés que durante décadas fue apodada la Stalingrado italiana por ser el gran feudo de la izquierda. Hermanos de Italia, que ganó las elecciones con el 26% de los votos, decidió mandar como paracaidista desde Roma a una experta parlamentaria: Isabella Rauti. El PD hizo lo propio con Emanuel Fiano, hijo de aquel superviviente, llamado a despertar el viejo espíritu antifascista de una ciudad que fue más roja que ninguna. Y Rauti, que ha declinado responder a este periódico, lo vapuleó. “Él se empeñó en centrar toda su campaña en el tema del fascismo, de la ultraderecha… Pero la gente está en otra cosa ahora. Le importan los hechos, la gestión, el precio de la energía… No la historia”, analiza Michele Russo, responsable local del partido de Giorgia Meloni en el municipio.
Un retrato del Rauti padre, voluntario de la República fascista de Saló, última frontera del fascismo en 1943, preside la flamante sede del partido. “El futuro está en las raíces”, reza el póster. Rauti era un idealista, consideraba que el MSI debía recuperar el espíritu revolucionario y antiburgués que había perdido con Giorgio Almirante, su gran oponente al frente de la dirección del partido. Era periodista y gran lector de Julius Evola, que inspiró la revista que fundaría y llamaría Imperium, y la idea del fascismo de Rauti miraba hacia la calle. Pero sus raíces, como diría él, se encontraban plantadas en un sistema político que marcó el destino trágico de gente como Nedo Fiano. Pero todos estos asuntos no han tenido ningún tipo de incidencia en unas elecciones, tampoco a nivel nacional, que se han visto como una amenaza mayor fuera de Italia que en el propio país. El líder del PD, Enrico Letta, intentó cabalgar esa idea con una campaña de rojos contra negros (literalmente), pero también fracasó. “Era otro clima. Rauti respondía a un determinado tiempo. Y esos tiempos han pasado”, insiste Russo.
La pequeña ciudad, alrededor de la cual se erigieron empresas como Pirelli, Campari o la gigante fundición Falk, fue perdiendo población y ha recibido en los últimos años un gran número de inmigrantes de países árabes (el 17% del censo). En Sesto San Giovanni ya no quedan fábricas ni obreros. Pero hubo un tiempo en que los trabajadores entraban a ritmo militar a la fábrica mientras los niños desfilaban de dos en dos hacia el colegio, en el mismo complejo industrial. Fue el tiempo en que Sesto San Giovanni fue el motor fabril de Lombardía (norte de Italia) y el cuartel general de la izquierda y sus ramificaciones sindicales. La Stalingrado italiana, como siempre la han llamado, resistió más que nadie al fascismo y alumbró las protestas más sonadas. Hablar de feudo rojo sería quedarse corto. Pero hace cinco años, por primera vez desde el final de la II Guerra Mundial, la izquierda perdió las elecciones y dejó al municipio en manos de la coalición formada por Forza Italia, Liga Norte y Hermanos de Italia. Un símbolo, junto a otros lugares como Génova, de la infiltración de la derecha en el cinturón rojo italiano. Era solo el comienzo de un cambio que anunciaba el laboratorio de Sesto.
El propio Fiano ha experimentado en sus carnes esa teoría, que confirma el fracaso de la retórica antifascista en estas elecciones. “Ha pasado mucho tiempo y, como en todas las fases históricas, la cuestión social y económica prevalece sobre los principios. La gente en los mercados me preguntaba sobre las facturas, no sobre el fascismo del padre de Rauti. Hay una crisis económica que se impone y golpea a las jóvenes generaciones. Y los principios quedan en segundo plano”, apunta. Fiano, además, sospecha que la elección de Rauti como candidata, dos días después de que el PD entregara las listas, no fue casualidad. “Querían humillar a un territorio que durante un tiempo ha sido muy de izquierdas. Para mí fue como una venganza, pero tengo un impulso de la historia que es superior a la realidad. La presencia del recuerdo de mi padre es más fuerte que el análisis racional de mucho de lo que sucede. ¿Me arrepiento de haberme presentado? No. Alguien tiene que defender ciertos valores”, reivindica.
La sensación en Italia es que nada cambiará realmente. Casi nadie espera que algo en política pueda funcionar: para bien o para mal. La batalla ideológica, además, cobra cada vez menos sentido electoral. El historiador y escritor Ernesto Galli della Loggia cree que durante años la izquierda ha abusado de la bandera antifascista. “Ahora ya no tiene un gran valor electoral, tal y como se ha visto. Aunque ese punto de vista se siga subrayando en los medios. Durante mucho tiempo la izquierda ha acusado a cualquier rival más a la derecha de ser fascista. Pasó incluso con la Democracia Cristiana: y al final es como la fábula de Pedro y el lobo”.
Sesto San Giovanni es útil también para conocer el perfil del votante de Hermanos de Italia, un partido transversal donde el 30% de sus electores procede del mundo obrero y otro 30%, del empresarial. Antonio Noto, presidente de Noto Sondaggi y autor de los precisos sondeos electorales de la RAI, cree que se trata de un voto desideologizado y que asuntos como la herencia posfascista del partido no han tenido ningún peso. “Solo el 6% del voto recibido procede de ese mundo. El otro 19% (el partido ha logrado un 26%), procede de otras orientaciones”, apunta Noto. Una parte llega del electorado de la Liga en el norte; otra de los exvotantes del Movimiento 5 Estrellas y de quienes no fueron a votar en las pasadas elecciones. Además, el votante de Hermanos de Italia tiene de 34 a 60 años, aproximadamente. El problema para el partido de Meloni, cree Noto, es ahora solidificar todo ese voto. “Es el reto de los partidos nuevos. Es un electorado nuevo, poco fiel todavía. Votantes que lo quieren todo y ahora mismo. Y esa es la apuesta de Meloni, satisfacer sus exigencias de manera veloz. No la han votado por la ideología, sino porque piensan que puede cambiar la calidad de la vida de los italianos”, insiste Noto.
Las elecciones generales han ido un paso más allá que las últimas municipales. Y muchos votantes de la Liga, como en la mayoría de zonas del norte de Italia, se han pasado al partido de Meloni. También algunos de izquierda, como Aldo (no quiere dar su apellido), conductor de autobuses de 51 años. Vive en una de las zonas periféricas del municipio, azotada durante años por el paro, los conflictos sociales de una inmigración mal gestionada y la falta de mantenimiento. “Votaba al PD, pero dejaron de representarme. No me sentía escuchado, nos abandonaron. Y un día escuché a Meloni, y me impresionó. Es sincera y hace lo que dice. ¿Ultraderecha? ¿Fascismo? Me importan los hechos, no un pasado que ni siquiera viví”.
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