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El mundo encara un futuro con mayores arsenales nucleares

Las potencias atómicas llevan a cabo planes de modernización o expansión de su armamento mientras acaba de desmoronarse la estructura de control que ha limitado a EE UU y Rusia desde el fin de la Guerra Fría

Carlos Torralba
China misil intercontinental
Un misil balístico intercontinental DF-41, en un desfile militar de las Fuerzas Armadas chinas, en 2019 en Pekín.Mark Schiefelbein (AP)

El arsenal nuclear mundial crecerá durante esta década. Tras más de 35 años de reducción constante de la cifra de armas atómicas a nivel global, los expertos alertan de que la tendencia se revertirá en los próximos años. Todos los arsenales nucleares se encuentran en fase de renovación o expansión; la estructura de control de armamento y desarme progresivo, por la que Washington y Moscú han desmantelado desde los años ochenta decenas de miles de ojivas atómicas, está prácticamente extinguida, y la retórica de los mandatarios de algunas potencias nucleares resulta cada vez más preocupante.

La cifra mundial de cabezas nucleares disminuyó este año a 12.705, respecto a las 13.080 de 2021, según un informe publicado este lunes por el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI). Sin embargo, el centro de investigación sueco destaca en su documento que hay “señales claras” de que esta bajada interanual probablemente sea una de las últimas de esta década. La cifra global de armas atómicas se ha reducido más de un 80% desde que alcanzó su pico (70.374), en 1986.

El informe también hace hincapié en que el número mundial de cabezas nucleares operativas (9.440) no se ha reducido en el último año. Las casi 400 armas atómicas que estima el SIPRI que fueron desmanteladas durante 2021 formaban parte de las más de 3.000 que Rusia y Estados Unidos tienen ya retiradas. “Las nueve potencias nucleares están modernizando o expandiendo su arsenal”, afirma Wilfred Nan, director del programa del SIPRI sobre Armas de Destrucción Masiva. “Y la mayoría están redefiniendo sus doctrinas sobre el empleo de armamento atómico. Es una tendencia extremadamente preocupante”, sentencia Nan.

El arsenal nuclear de Rusia sigue siendo el mayor del mundo, y junto al de Estados Unidos, suma más del 90% de todas las cabezas nucleares. Durante décadas, el armamento que Moscú y Washington podían producir y utilizar ha estado limitado por una serie de tratados bilaterales, que se firmaron durante lo que se conoce como la Edad de Oro del Control Armamentístico (1987-2000). Hoy solo queda en vigor el New START (prorrogado in extremis el año pasado hasta 2026), que fija el número máximo de armas nucleares que ambos países pueden tener desplegadas, pero no las almacenadas. Matt Korda, investigador del SIPRI y de la Asociación de Científicos Estadounidenses (FAS, por sus siglas en inglés) se muestra pesimista sobre el futuro del control armamentístico: “Resulta inimaginable que Washington y Moscú vayan a negociar nuevas limitaciones en medio de las tremendas tensiones que ha generado la guerra en Ucrania”.

La Oficina Presupuestaria del Congreso de EE UU calcula que la primera potencia armamentística invertirá en torno a 188.000 millones de dólares (178.000 millones de euros, una cifra equivalente al PIB de Grecia) en modernizar su arsenal nuclear durante este y los próximos ocho años. Rusia también está en una fase de expansión de sus capacidades nucleares, con el desarrollo de nuevas ojivas y sistemas de lanzamiento. Y desde el inicio de la invasión de Ucrania, el Kremlin ha amenazado de distintas maneras con el uso de armas nucleares tácticas, algo sin parangón desde el fin de la Guerra Fría.

China es uno de los países que más ha incrementado su número de cabezas nucleares en el último decenio. Su arsenal se encuentra inmerso en una etapa de modernización de gran envergadura. El pasado julio, Pekín deslumbró a los analistas militares al lograr un hito: el lanzamiento de un misil hipersónico desde un vehículo planeador que también volaba a más de cinco veces la velocidad del sonido (Mach 5). Esta fue la última muestra —y probablemente la más potente— de la evolución de las capacidades nucleares del gigante asiático que causan alarma en el Pentágono. El Departamento de Defensa de EE UU calcula que China elevará sus cabezas nucleares de las 350 actuales a más de un millar antes de 2030. Y las imágenes de satélite revelan que Pekín está construyendo más de 300 silos misilísticos. “Estados Unidos ya no está dispuesto a negociar ningún tipo de acuerdo de control armamentístico que no incluya a China”, comenta Korda. “Y Pekín sostiene que no aceptará ningún límite hasta que Moscú y Washington reduzcan sus arsenales a niveles similares al suyo”, agrega.

Como Rusia y EE UU, Francia y el Reino tienen hoy menos cabezas nucleares que a finales de la Guerra Fría. Y en el caso francés, se prevé que la cifra se mantenga estable, aunque París anunció el año pasado un programa para desarrollar cuatro submarinos nucleares lanzamisiles de última generación, que reemplazarán a los actuales de forma progresiva entre 2030 y 2040. Por el contrario, el Gobierno de Boris Johnson dio marcha atrás en marzo de 2021 a décadas de no proliferación nuclear y anunció la intención de aumentar sus ojivas atómicas operativas de 180 a 260.

Al margen de los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, las otras cuatro potencias atómicas (la India, Pakistán, Israel y Corea del Norte) también están llevando a cabo inversiones multimillonarias en sus programas atómicos. Sin embargo, la información oficial que estos países ofrecen sobre sus arsenales y sus planes de desarrollo son extremadamente limitados, nulos en el caso de Israel.

La India y Pakistán han aumentado sus arsenales de manera persistente desde el inicio de este siglo. Según las estimaciones del SIPRI y la FAS, los dos rivales tradicionales suman entre ambos más de 300 armas nucleares, y los analistas alertan del permanente riesgo de conflicto en la zona. El pasado marzo, el ejército indio lanzó accidentalmente un misil de crucero supersónico de medio alcance contra territorio paquistaní sin causar daños personales, aunque sí materiales.

Aún más alarmantes resultan los avances del programa atómico de Corea del Norte logrados en el último lustro. En su último ensayo nuclear, en 2017, el ejército norcoreano probó con éxito una bomba de hidrógeno, con una capacidad de destrucción muchísimo mayor que las de Hiroshima y Nagasaki. Desde entonces, el régimen de Kim Jong-un ha exhibido varios misiles balísticos intercontinentales y ha demostrado su capacidad de efectuar lanzamientos desde submarinos. Además, el pasado abril, Kim declaró que las Fuerzas Armadas norcoreanas estaban preparadas para usar sus armas nucleares “en cualquier momento” e instó a avanzar en el programa atómico “a un ritmo todavía más rápido”.

No solo las potencias nucleares trabajan en sus programas de desarrollo atómico. Las negociaciones para reactivar el acuerdo nuclear con Irán —que el expresidente estadounidense Donald Trump rompió unilateralmente en 2018— siguen en el limbo. Mientras tanto, la Agencia Internacional de la Energía Atómica advirtió a principios de este mes de que Teherán poseerá “en unas cuantas semanas” suficiente uranio con el grado de enriquecimiento necesario como para producir una bomba atómica. Y el pasado miércoles, la República Islámica desconectó 27 cámaras de vigilancia de sus instalaciones nucleares. Arabia Saudí y Turquía han amenazado con la posibilidad de poner en marcha sendos programas nucleares en respuesta a los movimientos de Irán.

El informe del SIPRI también resalta un par de avances positivos en favor de la no proliferación. El Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares entró en vigor en enero de 2021 tras la ratificación de 50 miembros de la ONU, aunque no ha sido firmado por ninguna potencia atómica ni ningún miembro de la OTAN. Y a principios de este año, los cinco miembros del Consejo de Seguridad emitieron un llamativo comunicado en el que señalaban que “no se puede ganar una guerra nuclear y que [esta] nunca debe librarse”.

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Sobre la firma

Carlos Torralba
Es redactor de la sección de Internacional desde 2016. Se ocupa de la cobertura de los países nórdicos y bálticos y también escribe sobre asuntos de defensa. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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