El intento del ultraderechista Salvini de viajar a Moscú provoca una crisis en La Liga
El dirigente italiano tenía un plan para reunirse en Rusia con algunos ministros de Putin sin coordinarse con el Gobierno de Draghi ni con su propia formación
La resistencia al bochorno político de Matteo Salvini, líder de La Liga, aumenta a la misma velocidad que su partido se resquebraja. A cada nueva ocurrencia, el político lombardo se deja un pedazo más de la unidad de su formación, que llegó a liderar todas las encuestas de Italia y a obtener el 34% de los votos en las elecciones europeas de 2019. La última crisis la ha abierto a cuenta de un plan para viajar a Rusia, que ya tenía diseñado y supuestamente pactado con representantes del Ejecutivo ruso. Su idea, como adelantó el periódico La Stampa, era presentar un plan de paz y mediar ―no se sabe con qué autoridad― para llegar a acuerdos. El problema es que no informó al Gobierno de Italia, donde su partido tiene dos ministros. Pero tampoco a parte de su partido, cuyos barones en el norte ya no ocultan su malestar y falta de confianza en el líder. Y, al final, tuvo que abortar el viaje.
Salvini había diseñado un plan con una suerte de lobbista llamado Antonio Capuano, abogado y exparlamentario de Forza Italia. El tipo convenció al líder de La Liga para viajar a Rusia el pasado domingo por la mañana ―con parada en Turquía― y exponer dicho proyecto a las autoridades rusas, que debían aceptarlo y comenzar un proceso de paz. Según las insinuaciones del propio Capuano en varias entrevistas, habría estado implicado hasta el papa Francisco. Un delirio político convertido, además, en un fabuloso tiro en el pie de Salvini. “Habíamos elaborado un plan, discutido en ámbito diplomático, que preveía un método. Y hubiera sido una ocasión para exponerlo a las altas instancias del Gobierno ruso”, señaló Capuano.
La sorpresa en el Ejecutivo que preside Mario Draghi fue mayúscula. Pero también en su partido y en sectores periféricos de La Liga, como la propia Conferencia Episcopal Italiana (CEI). Su nuevo presidente, el cardenal Matteo Zuppi, un hombre muy cercano al Papa, criticó en las primeras declaraciones que hacía como jefe de los obispos italianos la estrategia y pidió que actuaciones de ese tipo estuvieran coordinadas. Una opinión relevante, ya que, supuestamente, Salvini pretendía involucrar al Vaticano y a Francisco en su aventura internacional. Algo todavía más sorprendente si se atiende a las críticas que ha proferido durante años hacia el Papa, llegando a hacer campaña en sus mítines por exponentes de la Iglesia católica claramente críticos con el pontífice. “Está cada vez más solo. Toma las decisiones con extraños consultores sin encomendarse al partido”, señalan fuentes de la coalición de derechas.
Toda la historia fue también confirmada por los servicios secretos italianos, que monitorizaron las entradas de Salvini en la Embajada rusa los días precedentes (se supone que para obtener el visado necesario para entrar en Rusia). De hecho, la comisión parlamentaria que se encarga de los asuntos de inteligencia del país ha pedido ya que se investigue la actividad de Capuano en todo este asunto.
La guerra en Ucrania ha sumido a Salvini en una deriva de ocurrencias sin rumbo que le llevaron también hasta Polonia el pasado marzo para desplegar su sobrevenido pacifismo (su partido fue el impulsor de la ley que permitía disparar a intrusos dentro de los domicilios privados). En Przemysl, justo en la frontera con Ucrania, lanzó mensajes a favor de la acogida de refugiados de la guerra ―cuando todavía afronta procesos por secuestro de personas al oponerse a dejar entrar a los barcos de las ONG que rescataban a migrantes en el Mediterráneo― y se encontró con un alcalde que le recordó la camiseta a favor de [Vladímir] Putin que lució durante años. El bochorno mediático y político fue notable. Pero el líder de La Liga, en caída libre en las encuestas y ensombrecido por su socia de coalición, Giorgia Meloni (Hermanos de Italia), siguió esforzándose en aparecer en los titulares. Aunque el precio fuera romper todavía más la unidad de su partido.
La Liga, salvando las evidentes distancias, es un partido de carácter leninista. El líder no se discute y los órganos internos de la formación no tienen apenas poder para plantear una revuelta. Pero, además, no existe un relevo claro a la figura de Salvini, que está llevando a la formación contra las rocas de los sondeos a los que tanto tiempo fue adicto. Los barones del partido en el norte contemplan atónitos la situación. Pero ni ellos ni los tres ministros que el partido tiene en el Gobierno de unidad son capaces de ofrecer una alternativa potente.
La estrategia de Salvini favorece enormemente a Hermanos de Italia. Un partido que, pese a proceder de los rescoldos del posfascismo y haber sido durante años un reducto de nostálgicos de ultraderecha, está adquiriendo el aura de ser la única formación de la derecha capaz de gobernar sin estridencias.
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