Las claves del histórico acuerdo de la izquierda francesa: salario mínimo de 1.400 euros y jubilación a los 60 años
El pacto que Mélenchon ha arrancado a socialistas, ecologistas y comunistas para acudir unidos a las legislativas incluye la idea de saltarse ciertas reglas europeas y medidas de calado social como el adelanto de la jubilación a los 60 años
El principio de acuerdo alcanzado en la madrugada del miércoles entre La Francia Insumisa (LFI) de Jean-Luc Mélenchon y el Partido Socialista (PS) francés se suma al suscrito en días anteriores por ecologistas y comunistas. Esta alianza de fuerzas no tiene parangón en la historia más reciente del país, sobre todo porque supone, según especialistas como el historiador Gilles Candar, un giro hacia la izquierda más radical de todo el espectro progresista de Francia.
Desde que los socialistas de François Hollande dejaran el poder en 2017, el declive de la izquierda ha sido constante. Pese a ello, elección tras elección, las formaciones fracasaron a la hora de lograr un pacto para acudir juntas, aquejadas de protagonismo —quién tenía derecho a liderar una alianza y a poner las condiciones— y de diferencias insalvables, tanto en política interna como, sobre todo, en la exterior, especialmente en sus posiciones sobre Europa y la OTAN.
Mélenchon, jefe de las negociaciones y de la nueva alianza
La enorme diferencia de votos respecto a sus rivales de izquierda en las pasadas elecciones presidenciales le ha dado a Mélenchon, que se postuló bajo la plataforma Unión Popular, el argumento necesario para relanzar las negociaciones con las demás formaciones desde una posición de fuerza de cara a las legislativas de junio. En estos comicios, que se plantean como la “tercera vuelta” de las presidenciales, la izquierda, al igual que la ultraderecha de Marine Le Pen, busca la mayoría parlamentaria para ejercer de contrapoder de Emmanuel Macron e incluso imponer un primer ministro en lo que sería el primer gobierno de cohabitación desde 2002.
Mélenchon, por su parte, ya ha lanzado su propaganda electoral con el lema “primer ministro”. Bajo esa estrategia, y con el argumento de que su movimiento fue la fuerza de izquierdas con más apoyo (7,7 millones de votos, casi el 22%) en las presidenciales, ha podido forzar unos pactos imponiendo ampliamente su programa. Significativamente, las negociaciones han tenido lugar en la sede de Francia Insumisa en París y no en una zona neutra.
La política interior, eje del acuerdo
Si lograra su objetivo de convertirse en primer ministro, Mélenchon tendría poder sobre todo para actuar en materia de política interna, el objetivo clave de esta alianza. Gracias a su posición de fuerza, los melenchonistas han logrado que los demás partidos acepten la mayor parte de su programa, especialmente su promesa de volver a la jubilación a los 60 años (ahora está en 62). Este tema se perfila clave en el nuevo mandato de un Macron que quiere retrasarla hasta los 65 años, a pesar de la oposición de la mayoría de los sindicatos y de las fuerzas de izquierda. No obstante, partidos como los socialistas y los ecologistas abogaban por mantener la jubilación en los 62 años porque consideraban imposible financiar un adelanto, aunque ahora acepten los postulados melenchonistas.
El pacto para formar la Nueva Unión Popular Ecológica y Social (NUPES), el nombre de la plataforma bajo la que concurrirán los partidos de izquierda unidos, también prevé aumentar el salario mínimo a 1.400 euros netos (ahora es de 1.302), el “bloqueo” de precios para productos de primera necesidad, la erradicación de la pobreza y la “garantía de autonomía” para los jóvenes, con un ingreso mínimo por encima de los 1.063 euros de la línea de pobreza para los que no vivan con sus padres, según el comunicado conjunto que adelantaron el lunes ecologistas y melenchonistas.
Rumbo a la VI República
El acuerdo también muestra disposición a otro objetivo de larga data de Mélenchon: pasar de la V a la VI República para “acabar con el presidencialismo”, los enormes poderes que tiene el inquilino del Elíseo en el sistema ideado por Charles de Gaulle. También busca “introducir derechos nuevos, especialmente el referéndum de iniciativa ciudadana”, uno de las reclamaciones de los últimos años de los chalecos amarillos.
Una alianza forzada por las circunstancias
La debacle de la mayor parte de las fuerzas de la izquierda en las presidenciales de abril, a las que concurrieron divididas, cambió la situación. Salvo Mélenchon, todos los candidatos de izquierdas quedaron por debajo del 5% de los votos que permiten a un partido recuperar los gastos de campaña. La socialista Anne Hidalgo apenas obtuvo el 1,7% de los sufragios, el peor resultado en la historia del PS (que ya hace cinco años creía haber tocado fondo al quedarse con un 6,4% de los votos tras la etapa presidencial de François Hollande). Hidalgo quedó por detrás incluso del comunista Fabien Roussel (2,3%) y del ecologista Yannick Jadot (4,6%).
Muy por delante se situó Mélenchon. Con casi el 22% de los votos, el líder de Francia Insumisa quedó a las puertas de la segunda vuelta, que finalmente se celebró entre la candidata de extrema derecha, Marine Le Pen, y el centrista Emmanuel Macron, que fue reelegido.
La espinosa “desobediencia” europea
Aunque para las elecciones legislativas las cuestiones de política exterior no sean prioritarias, el euroescepticismo de Mélenchon había sido hasta ahora una línea roja que tanto ecologistas como socialistas se negaban a traspasar.
No obstante, el pacto ―pendiente de ratificación interna de los socialdemócratas― lo cambia todo, ya que implica —aunque lo parafraseen— asumir la “desobediencia” a los tratados europeos que promueven los insumisos. Cierto es también que estos ya no hablan de un “plan B” para Europa, lo que habría supuesto de facto un “Frexit” [salida de Francia de la Unión Europea], como sí hacían hace cinco años. En 2017, Mélenchon proponía un “plan A”, que implicaba una “salida concertada de los tratados europeos” y la “negociación de otras reglas”. Y, si esa idea fracasaba, tenía en la manga un “plan B” que implicaba la “salida unilateral de Francia de los tratados europeos para proponer otras cooperaciones”.
Los ecologistas lograron imponer que en el comunicado conjunto que servirá de base programática a la alianza se subraye que “Francia no puede tener como política ni la salida de la Unión, ni su desintegración, ni el fin de la moneda única”. Pero aceptan la tesis de la desobediencia para algunos casos, lo que podría causar duros choques con Bruselas. Así, se declaran “dispuestos a desobedecer ciertas reglas europeas (en particular económicas y presupuestarias, como el Pacto de Estabilidad y de Crecimiento, el derecho de competencia, orientaciones productivistas y neoliberales de la Política Agrícola Común, etc.)”.
La duda sigue siendo si todo el PS aceptará estos postulados. Una clave del dilema la dio el martes el pequeño Partido Radical de Izquierda —ahora tiene tres diputados—, que anunció que no se unirá al pacto con los insumisos precisamente porque considera imposible aliarse con “candidatos que están en contra del universalismo europeo”. Según declaró el presidente de la formación de centroizquierda, negarse a aplicar las directivas de la UE supone “constatar la debilidad de Francia”. “No sé convertirme en cinco días en un europeo a la carta”, ironizó el presidente de ese partido, Guillaume Lacroix.
Otro punto espinoso de la política exterior era la OTAN y la guerra en Ucrania. Pero se ha resuelto, al menos según los ecologistas, con una declaración de principios un tanto vaga, según el comunicado: “En un contexto internacional de tensiones y de guerra en el continente europeo, continuamos trabajando en nuestras convergencias para encontrar vías y medios para restablecer la paz, preservar la integridad territorial de todos los países, iniciar cooperaciones para trabajar por un mundo que respete los derechos humanos, la democracia y la lucha contra el cambio climático”.
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