Juanita León: “Esta campaña es sobre Petro, ni siquiera sobre el cambio y la continuidad”
La directora del portal político ‘La Silla Vacía’ analiza las elecciones presidenciales que se avecinan en Colombia
El ambiente todavía conserva un aire de startup. “Sabemos lo que contamos y contamos lo que sabemos”, reza el primer lema del decálogo escrito en la pared que recibe a los visitantes de La Silla Vacía, el medio digital de referencia en Colombia para informarse sobre política, una palabra que se repite por todo el lugar. En una pequeña terraza, una de sus editoras se reúne por zoom para producir el episodio de la siguiente mañana del podcast Huevos revueltos con política. Sobre la mesa de una sala de espera está El dulce poder, así funciona la política en Colombia, el primero de varios libros publicados con el sello de La Silla. Juanita León, su directora y fundadora, acaba de lanzar Los presidenciables (Aguilar), que reúne perfiles de largo aliento de los candidatos que aspiran a llegar este año a la Casa de Nariño.
“Durante los trece años de existencia de La Silla Vacía hemos cubierto cuatro campañas presidenciales, incluida la de 2022″, escribe León (Bogotá, 52 años) en el prólogo del libro, resultado de años de reportería y firmado a varias manos. “De lejos, lo que más nos ha ayudado a predecir cómo será la presidencia de los ganadores han sido sus perfiles como candidatos”, sostiene. En una campaña que marcha a todo vapor, el izquierdista Gustavo Petro es el favorito de todas las encuestas en la primera vuelta del próximo 29 de mayo, seguido por Federico Gutiérrez, que intenta reagrupar a la derecha, y Sergio Fajardo, el aspirante del debilitado centro político.
Pregunta. Usted plantea que, aunque parezca que en Colombia pasan muchas cosas, en realidad casi todo lo que ocurre son meros episodios de unas pocas grandes historias. ¿Cuáles son esas historias hoy?
Respuesta. En este momento, la historia son estas elecciones. Uno podría verlo como un capítulo más de la pugna que siempre ha existido en Colombia entre el conservatismo y el liberalismo, o entre la derecha y la izquierda, entre el miedo al comunismo y el miedo a la dictadura fachista. Esta campaña, que es realmente sobre Petro, ni siquiera sobre el cambio y la continuidad, se inscribe sobre esa historia que se reedita bajo diferentes figuras, diferentes caras, desde hace años. Siempre hay esos dos miedos que se han explotado en muchas ocasiones a lo largo de la historia de Colombia.
P. ¿Estas elecciones podrían marcar el fin del uribismo como fuerza dominante de la política colombiana?
R. Una particularidad de esta campaña es que la coalición de la derecha no gravita alrededor de Álvaro Uribe. Obviamente que Uribe apoya a Fico Gutiérrez, pero él no es el eje alrededor del cual está gravitando esa coalición [Equipo por Colombia]. Es un cambio grande en la historia política reciente de Colombia. Claramente en esta campaña Uribe no es el protagonista; de hecho, casi que se tiene que esconder para no avivar el antiuribismo y ayudarle con eso a Petro.
P. ¿Qué lecciones dejaron las elecciones legislativas y las consultas?
R. La más obvia es que el país se ha movido a la izquierda. Colombia, creo que por el conflicto armado, se había mantenido un poco alejada de ese péndulo que normalmente ha caracterizado a América Latina. Con la desmovilización de las FARC nos volvimos un país latinoamericano más normal y hemos entrado en esa dinámica. Eso es lo más relevante.
P. La Silla Vacía ha hecho una serie sobre las emociones que se mueven en esta campaña electoral. ¿Cuáles son?
R. Hay una muy clara en la gente que va a votar por Petro, que es de querer acabar con el status quo, no querer cuatro años más de nada que se parezca a lo que ha sido, querer un cambio, incluso si ese cambio implica un salto al vacío. Es un sentimiento súper fuerte. Del lado de muchos de los que van a votar por Fico Gutiérrez es una sensación de no tener idea de quién es Fico, ni qué piensa, pero lo único que les parece claro es que él le puede ganar a Petro. Y hay una emoción de centro que es casi que una resignación, de votar por Fajardo, así vaya a perder, por no estar de acuerdo con los extremos.
P. El perfil de Los presidenciables cuenta que trabajar con Petro no es fácil, aunque es muy sereno incluso en situaciones tensas. ¿Cuál es su rasgo definitorio?
R. Que es un revolucionario. Petro se autodefine como revolucionario varias veces en su propio libro [Una vida, muchas vidas, Planeta]. Él ha intentado varias revoluciones inconclusas, desde Bolívar 83, el barrio que creó cuando era muy joven en Zipaquirá. Después de que lo capturaron nunca volvió a ir. Contrasta un poco con lo que ha hecho en campaña, pero en su libro Petro tiende a rechazar cualquier componenda, cualquier acuerdo o cualquier reforma gradual. Realmente cree en la revolución en ese sentido, en un cambio en las relaciones de poder. Cuando gobernó Bogotá le apostaba a unos cambios muy fundamentales; no pudo hacer la mayoría, pero los intentó todos.
P. ¿Qué tanto de su paso por el M-19 hay en el Petro de hoy?
R. Hay una idea muy fuerte, la del “sancocho nacional”, que siento que Petro trata de recuperar en el Pacto Histórico. El M-19 siempre habló de un gran pacto entre la élite y otros grupos de poder. Lo que pasa es que al mismo tiempo, como hay mucha gente detrás de él que tiene grandes resentimientos e ideas más sectarias –y Petro también las expresa a veces–, hay una ambivalencia en el discurso que hace difícil pensar que es un pacto suficientemente incluyente.
P. La imagen negativa de Petro es menor que hace cuatro años. ¿Cuál ha sido la clave para suavizarla?
R. Me parece que mucha gente eligió a Iván Duque bajo el supuesto de que nos iba a alejar de [la idea de convertirse en] Venezuela. Y lo que ha pasado en estos cuatro años es que esa promesa no se cumplió. No hay una sensación de una mayor fortaleza institucional, se ha vuelto menos creíble esa amenaza. Por otro lado, Petro sí ha hecho una campaña muy diferente a la de 2018 en el sentido de estar mucho más abierto, más dialogante, tratando de acercarse al centro. Me temo que con la nominación de Francia Márquez, esos puentes que él estaba tejiendo se comienzan a romper.
P. Muchos apuntan desde ya a la polarización entre Petro y Federico Gutiérrez. ¿No es precipitar un escenario de segunda vuelta que todavía está distante?
R. Tanto a la derecha como a la izquierda le conviene comenzar a decir que esto ya es entre Petro y Fico, y que el voto útil tiene que entrar en acción. Fico necesita hacernos creer a todos que el centro ya no existe, y Petro también. Ahora, hay razones para pensar que el centro no tiene grandes posibilidades porque Fico triplicó a Fajardo, Petro lo multiplicó por cinco [en sus respectivas consultas]. Hay una base para decir eso, no es que se lo saquen del sombrero, pero hasta ahora comienza la campaña de primera vuelta. En casi dos meses hay muchas cosas que pueden cambiar.
P. ¿Cuál es el rasgo que mejor define a Fico Gutiérrez?
R. Su extremo carisma. Ha sido un tipo carismático, en el colegio y en la universidad. Pero también tiene otro rasgo que no le juega a su favor, y es que es una persona que tiene una educación muy superficial. Él era un mal estudiante, en una universidad no muy buena, no se había acabado de graduar cuando ya se había metido a hacer campaña para concejal. Fue un concejal bastante destacado, ahí se convirtió en alcalde de Medellín y ahora aspira a la presidencia. No tiene una formación muy sólida y su experiencia de vida es muy local. Ha vivido muy poquitos meses por fuera, no habla inglés. Sus características centrales son un gran carisma, una capacidad grande de conectarse con la gente y una formación intelectual un poco superficial.
P. Es un contraste con Sergio Fajardo.
R. Fajardo tiene mucha más experiencia, ha sido alcalde de Medellín, gobernador de Antioquia, ha tenido una vida más larga, con más triunfos y derrotas que Fico. La vida lo ha puesto más a prueba. En Fajardo, el rasgo más característico es que es un matemático, y se aproxima a la vida como un matemático. Muchas veces me parece que Fajardo más que política lo que hace es probar una tesis que tiene en su cabeza, como una ecuación. Y eso hace que le cueste tanto alterar las secuencias de lo que se propone, le quita un poco de flexibilidad para ajustarse. La ecuación que quiere resolver es ese diagnostico que tiene de que el verdadero problema de Colombia es la corrupción política, y hasta que eso no cambie nada más va a cambiar.
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