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Cae una red de mujeres que espiaba para Irán en Israel

El Shin Bet detiene a cuatro israelíes captadas a través de internet por un agente de Teherán para obtener información sensible

Juan Carlos Sanz
Rambod Namdar, supuesto agente del espionaje iraní, en una foto de su perfil de Facebook.
Rambod Namdar, supuesto agente del espionaje iraní, en una foto de su perfil de Facebook.

Las redes sociales se han apresurado a bautizarla como la “red de las abuelas espías” en una inopinada vuelta de tuerca a la guerra soterrada que libran Israel e Irán. El Shin Bet, el servicio de contraespionaje israelí, anunció el miércoles la desarticulación de la trama tras la detención de cuatro mujeres de mediana edad —tres de las cuales ya cuentan con nietos (como es usual en Israel), según confirma Reuters— y ascendencia iraní. Están acusadas de obtener información para un agente de Teherán que las captó en internet y les envió sumas de dinero. El marido de una de ellas, que la ayudó en una misión, también ha sido arrestado.

Un hombre bien parecido llamado Rambod Namdar —de acuerdo con las imágenes de su perfil en Facebook— contactó con las cuatro mujeres de nacionalidad israelí, de edades comprendidas entre los 47 y los 57 años, a través de WhatsApp haciéndose pasar por un miembro de la minoría judía iraní que quería emigrar a Israel, como ellas mismas o sus familias habían hecho en el pasado.

Lo que comenzó como una relación de amistad entre paisanos desembocó en el envío sistemático de fotografías de centros oficiales israelíes y de una sede diplomática de Estados Unidos. El cerebro de la trama pidió a una de las mujeres, masajista de profesión, que fotografiara desnuda a una diputada para chantajearla. También requirió a dos de ellas para que sus hijos se alistaran en la unidad de inteligencia del Ejército al cumplir el servicio militar.

“La acusación de espionaje contra la red formada por israelíes de origen iraní es una mezcla de graves delitos y de comedia bufa”, sostiene Amos Harel, analista de seguridad del diario Haaretz. “Puede que se debiera a su encanto personal [de Namdar] o a que los regalos y sumas que enviaba enamoraban a las receptoras. Pero, a pesar de que sospechaban que se trataba de un intento de captarlas como espías, todas siguieron manteniendo el contacto a través de internet”, argumenta este experto. Además, aceptaron más encargos del apuesto judío iraní y recibieron sumas de hasta 5.000 dólares (4.375 euros) en contrapartida.

El Shin Bet, la agencia de seguridad interior israelí, en colaboración con el Yahbal, la brigada policial de investigación internacional, han presentado ante la Fiscalía del Estado cargos contra los cinco detenidos —cuyas identidades permanecen bajo secreto sumarial— que pueden acarrear largas condenas de cárcel, a pesar de que ninguno de ellos logró tener acceso a secretos de seguridad nacional. El primer ministro israelí, Naftali Bennett, aprovechó la ocasión para advertir a los ciudadanos de que tengan cuidado con los contactos que mantienen en las redes sociales.

Uno de los abogados de las detenidas alegó ante las cámaras de televisión que su cliente solo pretendía ayudar a un iraní que aspiraba a emigrar a Israel, y por ello le mostró “fotografías del país para que se fuera ambientando”. Entre las imágenes que remitió a Namdar figuraban varias de la legación de EE UU en Tel Aviv, de dependencias del Ministerio de Interior y oficinas gubernamentales y las de un centro comercial.

Los analistas de seguridad de la prensa hebrea creen que la trama ahora desarticulada formaba parte de una fase inicial de reclutamiento de informadores en Israel, centrada en objetivos sencillos, con el fin de evaluar las capacidades de futuros agentes. Como asegura Amos Harel, “la caída de esta red constata también el creciente fenómeno de desaparición de agentes humanos en la captación de informadores y su sustitución por agentes virtuales en las redes sociales, en una era marcada por el cierre de fronteras”.

A una de las mujeres arrestadas, de 57 años y residente en Bet Shemesh, localidad de la provincia de Jerusalén, le fue encomendada a través de WhatsApp la misión de organizar un club de israelíes de ascendencia iraní (la comunidad judía originaria de Irán ronda las 70.000 personas) a fin de recabar sus datos personales. En Irán se estima que viven aún unos 12.000 judíos, que tienen reconocido el derecho como minoría con representación en el Parlamento.

A la detenida de mayor edad también se le solicitó que infiltrara a uno de sus hijos en la unidad del Ejército de ciberguerra, especializada en ataques informáticos contra centros nucleares e instalaciones estratégicas en Irán. Otras de las mujeres de la trama, de 50 años y residente en Jerusalén, colaboró en la organización de actos de caridad para la comunidad de origen iraní en Israel.

Dinero iraní en un suburbio de Tel Aviv

Una tercera integrante de la trama, de 47 años y vecina de Kfar Saba, en el área metropolitana de Tel Aviv, llegó a recibir dinero de Namdar a través de un familiar iraní que había viajado a Israel para visitarla. La misión de la cuarta mujer detenida, cuya edad (en la cuarentena) no fue precisada y afincada en Holón, suburbio del sur de Tel Aviv, fue la más arriesgada. Sus movimientos fueron detectados por guardas de seguridad de la legación diplomática de Estados Unidos. Esta sospechosa mantuvo una relación de contactos digitales con el cerebro de la red en Teherán durante varios años y también intentó alistar a su hijo en los servicios de inteligencia castrenses. Su esposo le acompañó en al menos una de las misiones de espionaje prescritas.

El pliego de cargos presentado por el Shin Bet registra también tintes de sainete que han disparado comentarios grotescos en las redes sociales del Estado judío. La masajista de Bet Shemesh se puso en contacto con la diputada del partido Likud (conservador) Keti Shitrit, que no ocupa cargos destacados en el grupo parlamentario del ex primer ministro Benjamín Netanyahu. Le ofreció un masaje terapéutico con el objetivo de fotografiarla y grabarla desnuda. Otra de las arrestadas recibió el encargo de obtener un papel como extra en la serie israelí Teherán, que gira en torno a las peripecias de una espía israelí en la capital de Irán.

Casi todas las misiones encomendadas en las redes por el agente Namdar fracasaron y apenas lograron su propósito. La caída de la llamada trama de las abuelas espías le acerca ahora más al historial de chapuzas del inspector Clouseau, bufón de la letanía de películas de La pantera rosa, que a la implacable hoja de servicios del general Javadi, el villano jefe de la inteligencia iraní en la serie Homeland.

Gonen Segev, junto a dos policías, en un tribunal de Tel Aviv en 2004.
Gonen Segev, junto a dos policías, en un tribunal de Tel Aviv en 2004.Yariv Katz

El exministro que se vendió al enemigo

El espionaje iraní también ha marcado algún tanto en Israel. El exministro Gonen Segev, que ocupó la cartera de Energía entre 1995 y 1996, fue condenado en 2019 a 11 años por espiar en favor de Irán y ayudar al enemigo en tiempo de guerra. Fue extraditado al Estado judío en 2018 tras haber sido detenido en Guinea Ecuatorial. Segev, de 65 años, brilló como capitán de la Fuerza Aérea, se tituló como médico en la Universidad de Ben Gurion y en 1992 resultó elegido diputado. Tres años después, fue designado ministro en el Gobierno de coalición dirigido por Isaac Rabin. Pensaba que había llegado la hora de triunfar también como empresario en su país. Aparentemente, no lo logró.

El contraespionaje detectó que el exministro había sido reclutado por la inteligencia iraní en 2012 en Nigeria. Llegó a reunirse con los responsables de la red en territorio de Irán. Pasó información sobre el mercado de energía israelí, la localización de infraestructuras críticas y sobre altos cargos políticos y de los servicios de seguridad. Para ello Segev se sirvió de los contactos que mantenía en sectores de la defensa y la diplomacia. Intentó incluso captar a alguno de sus informantes para incorporarlos a la red de espionaje iraní en Israel.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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