Daniel Ortega se encierra en sí mismo
El presidente asume un nuevo mandato marcando las fronteras de su régimen: tolerancia cero, enfrentamiento con la comunidad internacional y con los presos políticos como rehenes
Daniel Ortega quiso mostrar una cara amable tras pronunciar el lunes su discurso de triunfo más amargo. A la invitación de un mariachi, el mandatario subió al entarimado para bailar una canción que celebraba su triunfo electoral en las presidenciales del domingo, que han sido rechazadas por la comunidad internacional. Rígido, intentando sonreír, Ortega bailaba al son del mariachi, pero en la Plaza de la Revolución de Managua aún resonaban sus palabras, una arenga violenta, en la que marcó la que ya se puede considerar su agenda para los próximos años: tolerancia cero a cualquier indicio de crítica interna, enfrentamiento con la comunidad internacional y mantener a los presos políticos como una moneda de cambio que le abra una posibilidad de negociación, porque Ortega ha cerrado las puertas a cualquier iniciativa de apertura y ha dejado claro que el aislamiento no es para él una amenaza. El régimen se ha plantado como una nueva dictadura en Centroamérica.
Ortega se queda solo
“Y entendemos perfectamente el comportamiento de los Gobiernos europeos... Sí, los fascistas franquistas hermanados con Hitler, hermanitos de Hitler que están ahí gobernando y que ahora andan queriendo formar una Internacional del Fascismo aquí en nuestra América”, dijo el lunes en su discurso en el que rechazó la condena internacional a las elecciones del domingo. Y cerró así toda posibilidad de apertura con la comunidad internacional.
El mandatario reaccionó con virulencia al rechazo externo que ha generado una elección que no cumplía con los requisitos mínimos de un proceso democrático, con el control total del aparato electoral, siete candidatos de la oposición encarcelados, dos partidos descabezados y decenas de presos políticos. La violencia de su discurso del lunes se centró en ese rechazo, que convierte a su régimen en un paria. Estados Unidos, la Unión Europea y varios países de América Latina han criticado con dureza las elecciones, con lo que el Gobierno sandinista pierde legitimidad internacional. Cierto es que aún cuenta con cierto respaldo en Centroamérica –Guatemala emitió una tibia condena; Honduras ha callado–, pero incluso sus aliados internacionales, Cuba y Venezuela, han demostrado distanciamiento. Ambas naciones se abren a negociaciones y cambios internos y no les conviene lanzarse a la defensa de un país, Nicaragua, que no les aporta ninguna ventaja en el escenario internacional.
“Su discurso es temerario e irracional en su ataque a España, la UE y EE UU. Ortega pide sanciones a gritos”, dice una analista en Managua, en referencia a las sanciones que puede imponer Washington. Este miércoles el presidente Joe Biden firmó la ley conocida como RENACER, un reglamento aprobado de forma bipartidista, que le da amplios poderes para restringir préstamos de organismos multilaterales, lo que ahogaría al régimen, ya que, tras la caída de la cooperación petrolera de Venezuela, ese flujo de dinero externo es una válvula de escape para hacer frente al estancamiento económico que sufre el país centroamericano. RENACER, además, permite al Gobierno estadounidense expulsar a Ortega del Tratado de Libre Comercio entre la potencia del norte y Centroamérica, lo que sería un golpe brutal para Managua, debido a que más de 100.000 empleos dependen de las empresas maquiladoras que operan con ventajas arancelarias en el país.
Monedas de cambio
“Esos que están presos ahí son los “hijos de perra” de los imperialistas yanquis. Se los deberían de llevar para allá, para los Estados Unidos, porque esos no son nicaragüenses, dejaron de ser nicaragüenses hace rato, no tienen Patria. Que se los lleven para allá, para que allá le sirvan como lo que son, esclavos del Imperio, traidores de la Patria”, afirmó en su discurso en alusión a los considerados presos políticos.
Ortega sabe que su punto débil es la economía, por lo que necesita el respaldo de los grandes capitales para atraer inversión, evitar sanciones económicas y mantener estabilidad. El mandatario hasta ahora ha utilizado la estrategia del chantaje: al romperse el pacto con el sector privado tras la brutal represión de 2018, el régimen ha optado por encarcelar a piezas clave de la empresa privada, que se convierten, junto con los otros presos políticos, en rehenes convertidos en monedas de cambio en una futura negociación. Los analistas en Managua aseguran que esa puede ser una de las estrategias del mandatario, aunque está por verse qué tanto están dispuestos a exponerse los empresarios en un país convertido en una cárcel, con un fluido constante de exiliados y donde no existe posibilidad de crítica. Sin duda al sector privado no le conviene que se impongan sanciones como las que establece la ley RENACER, pero el peso de los asesinatos de 2018 que han quedado en la impunidad, los presos políticos y los exiliados es muy grande para sentarse con Ortega sin condiciones.
Algunos analistas, como el periodista Carlos Fernando Chamorro –exiliado en Costa Rica– aventuran el que puede ser el centro de una posible negociación: “Detrás del discurso de odio, Ortega enseñó la primera carta de su estrategia para seguir en el poder: quiere negociar la inhabilitación política de los reos de conciencia que le ganaron la elección del 7 de noviembre, a cambio de que sean expatriados”, ha afirmado Chamorro. Una opinión similar tiene la fuente política consultada en Managua: “Hay que ponerlo en el contexto de la escuela cubana: amenazar con los rehenes para buscar alguna negociación (Maduro con los directivos de Citgo, por ejemplo). El clavo para él es que no está claro si los gringos, y supongo los europeos, negocien rehenes”, explica.
Cerrazón interna
“Nos han acompañado periodistas independientes, no de las grandes corporaciones que ya sabemos a quién les pertenecen, les pertenecen a los imperios, y tienen el valor los sinvergüenzas de decir que quieren venir a cubrir las elecciones, si nos viven echando maldiciones y quieren entrar a cubrir las elecciones. Ya sabemos, son empleados de las agencias de inteligencia de los Estados Unidos de Norteamérica. Esos no entran aquí”, afirmó Ortega.
La Nicaragua que surgió desde el lunes es un país más cerrado en sí mismo. En su discurso, Ortega dejó claro que no habrá ningún espacio para la crítica y ha amenazado con más persecución y cárcel para quienes se atrevan a expresar su descontento. La jornada previa a las elecciones, e incluso durante el día de los comicios, el régimen apresó a una veintena de opositores, y lo que se espera en los próximos años es que los pocos espacios que quedan en el país se han bloqueado completamente. Eso incluye a la prensa, que ha sido hasta ahora un contrapeso fuerte al régimen a pesar de la persecución y exilio. Después de Cuba, posiblemente Nicaragua sea el único país del continente con la censura como política oficial de Estado. Y la descarga violenta del lunes, el discurso amargo de Ortega, solo augura un escenario más anémico para los nicaragüenses.
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