Daniel Menéndez: “El impacto de la pandemia fue como el de cuatro años de gobiernos neoliberales concentrados”
Referente de la organización social argentina Barrios de Pie y candidato oficialista a diputado para las elecciones del 14 de noviembre, Menéndez llama a evitar el auge de la extrema derecha y descarta la posibilidad de un estallido social
El sociólogo Daniel Menéndez (Caseros, 1980) es uno de los dirigentes de movimientos sociales argentinos que en 2019 pasaron a integrar el gobierno peronista presidido por Alberto Fernández. El referente de la agrupación Barrios de Pie es hoy candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires en las elecciones legislativas del 14 de noviembre después de dos años como subsecretario de Políticas de formación e Integración del ministerio de Desarrollo Social. En esta entrevista con EL PAÍS reconoce la tensión que suponen el paso de la calle a un despacho oficial y llama a resistir el auge de las opciones de extrema derecha.
P. Los movimientos sociales han entrado en el Gobierno de Fernández. ¿Cómo pueden reclamar si forman parte de la gestión?
R. Llevar el conflicto social que expresamos al Gobierno es una forma de encauzar la respuesta. Obviamente no es una ecuación sencilla y hay tensión, pero los que formamos parte de los movimientos sociales estamos acá para construir salidas. El mundo está en un escenario muy complejo y estamos en un proceso de búsqueda de sociedades más inclusivas, con mayores derechos, con el desafío de modelos productivos globales que excluyen y generan cada vez más destrucción de empleo o que al menos no construyen todo el empleo que necesitamos.
Pregunta. El Frente de Todos perdió cerca de dos millones de votos entre 2019 y las primarias de 2021 en la provincia de Buenos Aires. ¿A qué lo atribuye?
Respuesta. El contrato electoral que firmamos en 2019 no lo pudimos cumplir, esencialmente por la pandemia. El 2019 significó un punto de esperanza muy importante porque veníamos de un golpe muy duro por las políticas del macrismo, que significaron un retroceso enorme en las condiciones de vida de la gente y llevaron a decretar la emergencia alimentaria. Hubo una gran pérdida de poder adquisitivo, destrucción de empleo, cierre de pymes, subida de tarifas y destrucción del tejido industrial con el aumento de importaciones. Nosotros teníamos una agenda vinculada a resolver el tema del hambre y de reconstrucción a partir del trabajo y la producción, pero a los 99 días de Gobierno llegó la pandemia y nos llevó a resolver otros problemas muy acuciantes. Ahora, ya salidos de la pandemia, la sociedad ve que la realidad no cambió y en algunos aspectos empeoraron sus condiciones materiales de vida.
P. ¿La esperanza de 2019 se transformó en decepción?
R. Más que decepción, veo apatía en nuestra base social, no se sintieron convocados a acompañar en las primarias. Creo que hay condiciones para revertirlo [en las elecciones legislativas del domingo] porque no hubo un trasvase a Cambiemos, que sacó casi los mismos votos, sí un poco a la izquierda. Lo que pasó fue que muchísima gente de nuestra base social no fue a votar y eso fue un llamado de atención. Hay muchos que están enojados y tienen razón porque no hemos podido resolver en estos dos años cuestiones básicas.
P. La pobreza en Argentina supera el 40% y cada vez más gente necesita asistencia del Estado para sobrevivir, pero a la vez el Estado está muy endeudado. ¿Se puede sostener?
R. Primero hay que discutir el proceso de endeudamiento con el FMI, que es un gran debate que excede a la Argentina porque es necesario revisar la ingeniería financiera internacional. El FMI sabía que ese crédito que daba a la Argentina no se podría pagar, así que había una corresponsabilidad del FMI. De la pandemia salimos con un consenso casi básico de la necesidad de un Estado que sostenga. Dejar librado al mercado las vacunas y la gestión sanitaria significa generar más exclusión.
P. Aún con un Estado fuerte hay mucha gente excluida en Argentina y los subsidios se pensaron como una respuesta temporal.
R. La política de subsidio al ingreso al que queda excluido del mercado de trabajo fracasó. En la Argentina se reestructuró el mercado de trabajo sobre mediados de los noventa con las políticas neoliberales y se generó un universo excluido del mercado de trabajo formal. La primera respuesta que se le da para evitar la conflictividad social y que no se muera de hambre es el subsidio, con la idea de que en un nuevo ciclo de auge pueda reincorporarse al mercado de trabajo, pero eso no pasó, el mercado de trabajo formal no incorpora o incorpora muy poco. Tiene que haber una transferencia de ingresos, pero también políticas de desarrollo para esos emprendimientos productivos de la economía informal, porque estamos hablando de una población de unos siete millones de personas. No hay que pensarlo más de forma transitoria, sino complementaria, que se pueda integrar.
P. ¿Existe un riesgo de estallido?
R. Creo que no, porque en Argentina hay mucha organización comunitaria y un conjunto de ampliación de derechos que no existía en 2001 [cuando se produjo la crisis del “corralito”]. Nuestra sociedad está en dificultades porque aún con ingresos hay trabajadores asalariados formales que no pueden satisfacer sus necesidades básicas por la pérdida de poder adquisitivo: desde el primer gobierno de Cristina [Fernández de Kirchner] al actual estamos hablando de que el salario es de dos veces y media menos, un retroceso muy significativo. Pero en la pandemia la organización comunitaria permitió sostener la comunidad y salimos sin situaciones de estallido como las que vimos en otros países. Más que el problema de un estallido social, que en situaciones como las que vivimos hay que mirar de cerca, el mayor desafío que veo es reconstruir la esperanza, porque veo a mucha gente que piensa que sus hijos van a estar peor que ellos y no encuentran cómo salir. El desafío es construir esa salida.
P. ¿La aparición de opciones políticas de ultraderecha responde a esa búsqueda de salidas?
R. Tengo la expectativa de que sea coyuntural, se nutren de pibes y pibas que no ven que sus expectativas se puedan cumplir. Cuando no hay expectativas colectivas en una sociedad, se empieza a tener el oído predispuesto a las salidas individuales y ahí es donde tenemos una batalla cultural fuerte, tanto con el macrismo como con opciones del liberalismo extremo.
P. Al 70% de los jóvenes argentinos le gustaría vivir en otro país, según una encuesta.
R. No podemos pensar que la pandemia no va a traer consecuencias y que no conmociona la estructura social de un país que ya estaba con muchas dificultades. El impacto de la pandemia fue como el de cuatro años de gobiernos neoliberales condensados en un año y medio, sumado a las tragedias personales por la pérdida de vidas. Vamos a tener un montón de problemas: chicos que se quieren ir, sectores enojados y sectores que escuchen los cantos de sirena del liberalismo. El desafío es reconstruir rápidamente un sueño colectivo.
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