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La rehén francesa del Sahel regresa al país del cautiverio

Indignación en Francia por la vuelta de Sophie Pétronin a Malí, donde estuvo cuatro años en manos de yihadistas

Sophie Petronin Mali
Sophie Pétronin y su hijo Sébastien, tras su liberación en octubre de 2020.PAUL LOGERIE (Reuters)
Silvia Ayuso

Francia estuvo pendiente durante casi cuatro años del secuestro por yihadistas de Sophie Pétronin, en su día la última rehén francesa en el Sahel y que cumplió 75 años en cautiverio. Su liberación, en octubre de 2020, fue celebrada como un triunfo nacional y el propio presidente, Emmanuel Macron, acudió a recibir a la trabajadora humanitaria al aeropuerto. Pero la emoción se ha convertido en estupor y hasta indignación al conocerse que Pétronin se ha vuelto a vivir a Malí, donde el pasado abril otro francés, el periodista Olivier Dubois, fue secuestrado también por un grupo yihadista, sin que se haya vuelto a saber de él. Las explicaciones de la trabajadora humanitaria y su familia no han convencido a un país que amenaza con desentenderse de ella si le vuelve a pasar algo.

Sophie Pétronin cumple un “protocolo” de seguridad en Bamako, cuenta con vigilancia “privada” y apenas sale de su casa, aseguró el jueves su hijo, Sébastien Chadaud-Pétronin. El hombre reside en Suiza y luchó incansablemente para que su madre no fuera olvidada durante el largo secuestro; ahora, según reconoció, la ayudó a regresar a Malí en marzo. Además, rechazó las acusaciones de que ella ha vuelto con quienes la secuestraron y aludió a motivos estrictamente personales ―el deseo de reencontrarse con su hija adoptiva― tras la decisión de, como dijo la propia Pétronin la víspera a France Presse, “volver a casa”. “No es que haya decidido regresar al desierto. Sus torturadores no son el pueblo maliense; es verdad que está en Bamako, en Malí, pero no está en el desierto” con los extremistas, dijo Chadaud-Pétronin a la cadena BFM TV.

El miércoles, el portavoz del Gobierno francés, Gabriel Attal, había calificado de “irresponsabilidad” el regreso de Pétronin, criticado tanto desde la izquierda como la derecha del espectro político galo.

Francia nunca ha revelado si pagó algún tipo de rescate por esta trabajadora humanitaria asentada desde comienzos de la década de los 2000 en la ciudad maliense de Gao, donde creó una ONG dedicada a ayudar a niños huérfanos y donde fue secuestrada en diciembre de 2016. Pero su liberación se vinculó, para incomodidad de París, con la excarcelación, unos días antes, de hasta dos centenares de presuntos yihadistas presos en Bamako, en una negociación de las autoridades malienses que también habría permitido la libertad de Soumaïla Cissé, un líder político nacional raptado en marzo de 2020.

Negociaciones o concesiones aparte, Francia ha perdido a más de medio centenar de militares en la Operación Barkhane en el Sahel desde que comenzó a desplegar tropas —precisamente en Malí— en 2013. Dos de ellos, Cédric de Pierrepont y Alain Bertoncello, fallecieron un año antes de la liberación de Pétronin en una operación para rescatar a otros rehenes galos en manos de yihadistas en la región.

“Cuando tenemos ciudadanos secuestrados en el extranjero, son nuestros militares los que van a socorrerlos, arriesgando para ello su vida. Tenemos soldados que han muerto en el marco de operaciones para rescatar rehenes presos en países extranjeros”, recordó Attal al explicar por qué el Gobierno “deplora” el regreso de Pétronin a Malí.

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Pétronin nunca había ocultado su deseo de regresar al que considera su otro país. “Iré a Francia y a Suiza y luego volveré a ver un poco qué pasa por aquí”, anunció desde Bamako al ser liberada. Según ha revelado ahora el diario Mediapart, nunca logró adaptarse a su regreso a Europa y su estado de salud, también psíquico, no dejó de degradarse. La septuagenaria, que había adoptado a una niña maliense, Zeinabou, antes de ser secuestrada, solo quería volver junto a ella, confirma también su familia.

Sébastien Chadaud-Pétronin ratificó que “ha sido muy difícil para ella recuperar la alegría de vivir” y que durante los seis meses que vivió con él y su familia en Suiza, antes de regresar en marzo a Malí, “era muy infeliz”. “Estamos ante una mujer mayor, en el otoño de su vida, que solo quiere estar en el lugar donde se siente mejor, o quizás lo menos mal posible, y ese lugar es Bamako, con su hija”, señaló. Pétronin corroboró desde Bamako: “Estoy feliz donde estoy. No molesto a nadie y nadie me molesta”. Horas más tarde, su hijo afirmó: “Ella busca su lugar y, como me dice, solo quiere que la gente la olvide, solo quiere estar cerca de su hija y que la dejen tranquila”.

Ante esta situación, la diputada y presidenta delegada del partido macronista en la Asamblea Nacional, Aurore Bergé, advirtió de que, desde el momento en que Pétronin ha decidido “violar” todas las reglas, si le pasa algo tendrá que arreglárselas probablemente sola. “En tanto que rehén, la responsabilidad de Francia era hacer todo lo posible para recuperarla. Desde el momento en que regresa (...), creo que ya no es nuestro problema”, declaró.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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