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Liberada una francesa en Malí tras cuatro años secuestrada: “Me adapté, me mantuve firme y recé mucho”

El supuesto intercambio de cuatro rehenes por 200 yihadistas excarcelados en los últimos días divide a la opinión pública

Sophie Pétronin abrazada por miembros de su familia en presencia del presidente francés Emmanuel Macron este viernes en la pista de la base aérea de Villacoublay, en Francia.
Sophie Pétronin abrazada por miembros de su familia en presencia del presidente francés Emmanuel Macron este viernes en la pista de la base aérea de Villacoublay, en Francia.GONZALO FUENTES (AP)
José Naranjo

“Estoy bien, he visto al médico y no tengo ningún problema de salud, he perdido un poco de peso. Bueno y cuatro dientes de abajo, así que iré al dentista”. Estas fueron las palabras tranquilizadoras que dijo la ciudadana franco-suiza Sophie Pétronin, de 75 años, a los periodistas que la esperaban lla noche del jueves en Bamako, capital de Malí, después de casi cuatro años secuestrada por los yihadistas y de una liberación con suspense. A su lado estaba su hijo Sébastien Chadaud, quien instantes antes gritaba “¡Mamá, mamá!” mientras la abrazaba a su llegada a la pista del aeropuerto maliense. “En el fondo de mi corazón, sabía que no iba a morir. Me dije a mí misma que, sobre todo, no tenía que dar importancia a la muerte porque no sabes dónde, cuándo ni cómo llegará”, añadió.

Pétronin ya se encuentra en Francia, a donde ha viajado este viernes en un avión Falcon facilitado por el Gobierno galo y donde ha sido recibida a pie de pista de la base aérea de Villacoublay por el presidente Emmanuel Macron y por miembros de su familia, con quienes se ha fundido en un largo y emocionado abrazo. “Los franceses se alegran conmigo de verla por fin aquí, querida Sophie Pétronin. Bienvenida a casa”, ha escrito después el mandatario francés en Twitter junto a una fotografía tomada en la pista.

Durante su cautiverio, esta mujer de apariencia frágil pero de carácter firme y decidida, según aseguran desde su entorno, fue trasladada de un campamento a otro por sus captores y, en cada parada, cumplía la promesa que le había hecho a su nieto: recogía pequeñas piedras del desierto para su acuario, según ha contado el periodista Anthony Fouchard, que ha mantenido estrecho contacto con la familia todos estos años. “Los yihadistas lo aceptaron y nombraron a uno de ellos para llevar la bolsa, que después de tres años y medio debía pesar un poco”, escribía estos días el reportero en Twitter con humor.

“Iré a Francia y a Suiza y luego volveré a ver un poco qué pasa por aquí”, dijo Pétronin el jueves por la noche a los periodistas en Bamako, dejando clara su intención de regresar a Gao, la ciudad maliense en la que reside desde 2001 y donde puso en marcha una asociación de ayuda a los niños con malnutrición. Allí mismo fue secuestrada en 2016. “Me comprometí por esos niños y hace cuatro años que no he visto cómo se desarrollan nuestros programas. Si te comprometes hay que llegar hasta el final, de lo contrario has perdido tu razón de estar vivo”, añadió Pétronin para sobresalto de su hijo, quien luego matizó que lo haría en condiciones de “total seguridad”.

La exrehén quiso restar dramatismo a su largo cautiverio: “Estuvo bien, el aire era sano, bueno (…) Me adapté, me mantuve firme, recé mucho porque tenía mucho tiempo, me paseé, comí y bebí bien, ¡hasta agua fresca!”, indicó Pétronin, quien señaló que logró transformar sus casi cuatro años de secuestro en una especie de “retiro espiritual”. “Voy a rezar por Malí, pedir las bendiciones y la misericordia de Alá porque soy musulmana. Vosotros me llamáis Sophie, pero es a Mariam a quien tenéis delante”, añadió, sin precisar si profesaba esta religión antes del cautiverio. Asimismo, dedicó unas palabras públicas a su hijo Sébastien: “Te he causado muchos problemas, trabajos y penalidades para ayudarme a salir de donde estaba. De todo corazón te pido perdón”, manifestó.

Además de Pétronin, este jueves por la noche también aterrizaron en Bamako, tras ser liberados por sus secuestradores, el líder político maliense Soumaïla Cissé, raptado en Tombuctú en marzo pasado mientras hacía campaña para las elecciones legislativas, y dos ciudadanos italianos, el misionero Pier Luigi Maccalli y el joven Nicola Chiacchio. El primero fue capturado en Níger hace dos años cuando se encontraba en su parroquia y el segundo en Malí hace un año y medio. Ambos están ya en Italia. Estas cuatro liberaciones, sin embargo, tienen una contrapartida difícil de asumir para una parte de la opinión pública, tanto maliense como francesa: la excarcelación al menos de 200 presuntos yihadistas que en los últimos días fueron trasladados al norte del país en avión.

Aunque las autoridades no lo han confirmado y se desconoce la identidad de los presuntos terroristas puestos en libertad, diversas fuentes han confirmado que formaban parte de la negociación, al menos de la relacionada con Soumaïla Cissé que luego se amplió a los otros tres secuestrados. El propio Iyad Ag Ghali, líder de la rama de Al Qaeda que opera en Malí, se jactó de ello mediante un comunicado. Esto sitúa a Francia, que siempre ha manifestado su rechazo a negociar con los terroristas pero que ha agradecido a Bamako la liberación de Pétronin, en una situación incómoda, sobre todo teniendo en cuenta que 45 soldados galos han perdido la vida en el Sahel desde 2014 combatiendo contra el yihadismo.

La liberación de los cuatro rehenes coincide con el levantamiento de las sanciones impuestas a Malí por la Comisión Económica de Estados de África Occidental y la Unión Africana tras el golpe de Estado militar del pasado 18 de agosto. El nombramiento, el pasado lunes, de un Gobierno de mayoría civil aunque integrado también por cuatro militares y la liberación de las autoridades que quedaban retenidas tras el putsch ha sido el paso final de este proceso. La Unión Europea también ha anunciado su intención de restablecer la misión de formación al Ejército maliense, interrumpida tras la asonada. A partir de ahora, el Gobierno de transición tiene 18 meses para organizar unas elecciones libres y democráticas.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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