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Cómo Bolsonaro dinamita las instituciones: el caso de la fundación del Brasil negro

El presidente de la institución creada para promover la aportación de los afrobrasileños, Sérgio Camargo, es un derechista negro que acusa a los activistas antirracistas de ir de víctimas

Naiara Galarraga Gortázar
Camargo, director de la Fundación Palmares, junto al presidente Bolsonaro en una imagen que difundió en su cuenta de Twitter.
Camargo, director de la Fundación Palmares, junto al presidente Bolsonaro en una imagen que difundió en su cuenta de Twitter.Cortesía

El periodista brasileño Sérgio Camargo, que se presenta como un “negro de derechas antivictimista y enemigo de lo políticamente correcto”, considera que los activistas antirracistas son una panda de quejicas llorones, izquierdistas a los que atacar con saña. Sería pura anécdota si no presidiera una institución pública por encargo del presidente Jair Bolsonaro. Y no una cualquiera. Camargo dirige la Fundación Cultural Palmares, cuya misión es precisamente promocionar y preservar la aportación cultural, histórica, social y económica de los ciudadanos negros a la sociedad brasileña. El periodista de 56 años disfruta provocando con afirmaciones como “¡Las vidas negras importan es el eslogan de negros racistas e hipócritas!”. Es, sobre todo, el exponente más grotesco de la estrategia bolsonarista para dinamitar las instituciones que no tienen cabida en su idea de Brasil. Tras el aparente caos, existe un plan.

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Desde su llegada al poder hace casi tres años, Bolsonaro y su Gobierno llevan a cabo una metódica política para debilitar el entramado institucional en el ámbito de la cultura, del medio ambiente o los indígenas. El caso de la Fundación Palmares llama la atención por la peculiar figura de Camargo, las bombas que lanza día sí día también en forma de tuit y sus ataques frontales a los defensores de los derechos de los negros en un momento en que el racismo sistémico ha entrado de lleno en el debate político de Estados Unidos y algunos países de Europa. También en Brasil, construido durante 350 años por africanos esclavizados y donde los negros y mestizos no son una minoría, sino el 54% de la población.

La abogada Sheila de Carvalho, de la Coalición Negra por los Derechos, sostiene que Camargo “tiene poquísima legitimidad para presidir la fundación”. Añade que fue colocado ahí con una misión: “Sérgio Camargo es parte del proyecto bolsonarista que está centrado en invisibilizar y exterminar a los grupos vulnerables, incluida la población negra”, afirma en una entrevista telefónica.

Este jueves anunciaba el antiguo periodista que Instagram le había desactivado la cuenta “por contar verdades sobre África y la inutilidad del movimiento negro”. Su cuenta de Twitter es una sucesión de afirmaciones incendiarias. Una perla de esta semana: “Negros, la izquierda quiere esclavizaros, porque para ellos somos una subraza, personas incapaces de nada, excepto servirles”.

La Fundación Palmares nació en 1988, como otras muchas y diversas instituciones, al amparo de la Constitución aprobada para afianzar el nuevo Brasil democrático tras dos décadas de dictadura. Siempre fue una de las hermanas pobres del Ministerio de Cultura. En la última década su presupuesto cayó un 75%, según una información obtenida por Alma Preta, un digital centrado en los brasileños negros.

Pero la llegada de Bolsonaro al poder ha supuesto la entrada del caballo de Troya por la puerta principal. Hace unos meses intentó depurar la lista de personalidades ilustres: eliminó al multipremiado cantante Gilberto Gil, que fue ministro de Cultura con Lula da Silva, o a Marina Silva, la candidata que intentó alcanzar la presidencia con una agenda ecologista, entre otros. E incorporó al policía militar Vitor Farias, fallecido en acto de servicio.

Camargo posa con algunos de los libros que intentó purgar de la colección de la institución en otra foto de su Twitter.
Camargo posa con algunos de los libros que intentó purgar de la colección de la institución en otra foto de su Twitter.Cortesía

También encargó una auditoría de los casi 10.000 volúmenes de la biblioteca. La conclusión, según explicó Camargo, fue que más de la mitad no tenían relación con la temática negra y sino que eran obras relativas a la revolución sexual, la idolatría de criminales, revoluciones marxistas, técnicas de guerrilla, etcétera. La criba afectaba a Marx, Lenin, Max Weber... Su intento de purgar la biblioteca y depurar el listado de ilustres fue frenado en los tribunales.

Explica la activista que la Coalición Negra por los Derechos, que agrupa a 200 organizaciones, mantiene el ojo atento para acudir a los tribunales o activar a diputados y senadores. Otra de las competencias de la Fundación Palmares es reconocer los quilombos, asentamientos urbanos creados por los esclavos tras la abolición. Este Gobierno no ha legalizado ninguno como tampoco reservas naturales o tierras indígenas.

La activista De Carvalho acusa al Gobierno de tener una agenda racista. “¿Quién muere de hambre en Brasil, quién muere más de covid, quién muere más de violencia policial?”, plantea. Las estadísticas dicen claramente que los brasileños negros. La desigualdad que desgarra Brasil empezó a germinar durante la esclavitud, que solo fue abolida a finales del XIX. Pero el presidente de la fundación sostiene que algunas cosas buenas trajo: “La esclavitud fue terrible, pero beneficiosa para los descendientes. Los negros de Brasil viven mejor que los negros de África”, escribió antes de ser oficialmente designado para el cargo. Su discurso no se ha atemperado un ápice desde que preside la institución. Como Bolsonaro, Salvini o Trump, equipara la izquierda al comunismo totalitario y considera la corrección política un corsé castrante.

El movimiento negro brasileño confía en que, más allá de sus palabras, cuando se vaya quede algo a partir de cual iniciar la reconstrucción.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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