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La investigación del asesinato de Moïse, una novela llena de incógnitas y de conexiones latinoamericanas

Entre los detenidos hay mercenarios colombianos, policías haitianos y miembros de la diáspora de ese país en Miami. Un empresario venezolano y un ecuatoriano también figuran entre los sospechosos

Lorena Arroyo
viuda de Jovenel Moïse, Martine Moïse
La viuda de Jovenel Moïse, Martine, se despide de su marido durante el funeral celebrado este viernes en Cap-Haitien, en el norte de Haití.Matias Delacroix (AP)

Haití despide este viernes a su presidente Jovenel Moïse en una ceremonia en Cap-Haitien, en el norte del país, 15 días después de que fuera torturado y asesinado en su casa de Puerto Príncipe. La investigación de su muerte, por la que hay al menos 26 detenidos —entre ellos, 18 colombianos, exmilitares que supuestamente fueron contratados para el magnicidio—, al menos 10 prófugos y sospechosos de varios países, tiene tintes de novela de intriga y está llena de incógnitas y de conexiones con distintos países de América Latina.

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A Moïse lo mataron de 12 balazos el 7 de julio en su residencia de calle Pelerin, en Puerto Príncipe, donde pasaba la noche con su mujer, que resultó herida, y sus dos hijos. Según la investigación, la operación fue perpetrada por un comando de 24 mercenarios colombianos que no encontraron ningún tipo de resistencia por parte del equipo de seguridad del presidente. Además de los 18 detenidos, otros tres hombres de esa nacionalidad murieron en enfrentamientos con la policía después del crimen y se cree que al menos tres más se fugaron. Entre los arrestados también hay al menos tres policías haitianos, supuestamente implicados en el magnicidio, mientras que otros agentes y guardias de seguridad del presidente están en aislamiento pero sin cargos formales en su contra y deberán dar explicaciones de cómo los sicarios lograron perpetrar el plan aparentemente a sus anchas.

También hay seis civiles haitianos detenidos, entre ellos tres residentes del sur de Florida, uno de los principales lugares de recepción de la diáspora haitiana en Estados Unidos. A uno de ellos, Emmanuel Sanon, un médico y pastor evangélico que aspiraba a sustituir a Moïse en el poder, las autoridades le acusaron de ser el autor intelectual la misma semana del crimen. Pero en Haití cuesta creer que este hombre de 63 años que llevaba 20 viviendo en el sur de Florida y sin conexiones en las altas esferas del país esté detrás de un plan de esta magnitud. Más tarde, las autoridades colombianas —que junto con el FBI colaboran en la investigación— señalaron a uno de los 10 prófugos, Joseph Felix Badio, un exfuncionario de un organismo anticorrupción del Ministerio de Justicia haitiano, como la persona que dio la orden a los mercenarios para asesinar a Moïse.

Pero la investigación sigue llena de inconsistencias y no está claro quién es el verdadero cerebro o quién pudo financiar una operación tan costosa: solo la contratación y el traslado de los sicarios colombianos de su país a Haití, con una parada previa en lugares turísticos de República Dominicana, se estima en cientos de miles de dólares. Siguiendo el rastro del dinero y la logística para llevar a cabo el complot también han surgido dos nombres de latinoamericanos residentes en el área metropolitana de Miami: Antonio Intriago, un venezolano que dirige la empresa de seguridad CTU Security, quien supuestamente contrató a los mercenarios colombianos, y Walter Veintemilla, el ecuatoriano que dirige Worldwide Capital Lending Group, una compañía de préstamos a la que, según las autoridades, recurrieron Intriago y Sanon para financiar la operación.

Aunque las autoridades haitianas han mencionado sus nombres, no se ha emitido orden de detención para ninguno de ellos. Y mientras al venezolano no se le ha visto públicamente desde principios de julio, el abogado del ecuatoriano, Robert Nicholson, le ha dicho al diario Miami Herald que su cliente otorgó dos préstamos a la compañía de Intriago y a Sanon para llevar a cabo un plan para reemplazar al presidente Moïse en una transición pacífica del poder. “Nunca se habló o se sugirió un plan que contemplase un derrocamiento violento del Gobierno haitiano o asesinar al presidente”, ha afirmado.

“Mi vida corre peligro. Ven y sálvame”

Las conexiones del complot con Latinoamérica no acaban ahí. Dimitri Hérard, el jefe de seguridad del Palacio Nacional, está en el punto de mira de las autoridades colombianas, ya que en el último año hizo varias escalas a ese país como parte de sus viajes a Ecuador, Panamá y República Dominicana. Una de las razones que levantan sospechas sobre él y el jefe de seguridad del presidente Moïse, Jean Laguel Civil, es cómo es posible que nadie de su equipo resultase herido frente a un grupo fuertemente armado y por qué, si el exterior de la vivienda estaba sembrado de casquillos, en el interior no había signos de intercambio de disparos.

El periódico Miami Herald ha revelado que la noche de su muerte Moïse hizo varias llamadas pasada la 1.30 de la madrugada en un intervalo de 10 minutos a la Policía Nacional en las que advertía de que estaban disparando en su casa y pedía ayuda. “Mi vida corre peligro. Ven rápido y sálvame”, le dijo en una de esas llamadas a un agente antes de que se escuchara el sonido de un rifle de asalto. Horas después, el juez a cargo de la investigación, Carl Henry Destin, encontró el cuerpo del presidente con disparos en la frente, el pecho, la cadera y el estómago. Además, los sicarios le habían sacado un ojo y tenía algunos huesos fracturados. El mandatario murió después de 10 minutos de tortura y de pedir un auxilio que nunca llegó.

Su mujer, Martine Moïse, que resultó herida, fue trasladada a Miami para recibir tratamiento médico y ha regresado al país para los funerales, donde ha aparecido con un brazo en cabestrillo y un chaleco antibalas en los actos en homenaje a su marido. En un comunicado público, la mujer agradeció a los haitianos por el apoyo y dijo que rechazaba el uso de dinero público para el sepelio, en el que participó el nuevo primer ministro, Ariel Henry. En los días previos al velorio, los seguidores de Moïse han salido a las calles para exigir justicia. Con su cuerpo ya sepultado, Henry tiene el reto inminente de estabilizar un país asolado por el caos político, social y con una fuerte crisis de inseguridad, un desafío que pasará por asegurarse de que se encuentran respuestas a las incógnitas del magnicidio.

Una misión colombiana viaja a Haití

En Colombia, las autoridades han colaborado desde el primer momento, pero han sido cautas al hacer anuncios y evitado aventurar hipótesis, al señalar que respetan la autonomía judicial de Haití. Aunque las investigaciones avanzan, el papel de los mercenarios colombianos –24 exmilitares: 18 capturados, tres muertos y el resto, prófugos– no está del todo esclarecido. En medio de la confusión, varios familiares han insistido en que sus parientes son personas respetables que fueron contratadas como guardaespaldas, no como sicarios, piden asistencia judicial o repatriar los cuerpos, lo que hasta el momento no ha ocurrido. La Cancillería colombiana, que ha pedido garantizar su integridad física, no ha logrado hasta ahora acceder a los detenidos, pero anunció el miércoles que una misión consular viajará a la nación caribeña entre el 25 y 27 de julio para asistirlos.

 

Aunque al menos dos de los exmilitares sabían del magnicidio y fueron una suerte de reclutadores, otros habrían viajado engañados, de acuerdo con las pesquisas. “Independientemente del nivel de conocimiento que se tuviera, lo que queda en evidencia es que hay una participación de todo ese grupo en ese magnicidio”, ha dicho el presidente, Iván Duque. A pesar de ese reconocimiento, sus instrucciones, según ha explicado la vicepresidenta y canciller, Marta Lucía Ramírez, han sido “brindarles todo el apoyo, para que tengan asistencia jurídica, para asegurarnos de que estén en condiciones de salud adecuadas, que estén en un sitio de detención que sea adecuado, que se proteja la vida y que se protejan también los derechos y las garantías que debe tener un debido proceso”. Informa Santiago Torrado

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Sobre la firma

Lorena Arroyo
Editora y jefa de la edición América de EL PAÍS. Cubre Centroamérica, el Caribe e inmigración. Antes trabajó en Univision Noticias en Washington y Miami, en BBC Mundo y en la agencia EFE en Brasil, Bolivia y Madrid. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Periodismo de Investigación, Datos y Visualización.

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