Bolsonaro asegura que su “guerra no es política” sino “por el futuro de la nación”
El nuevo ministro de Salud promueve la mascarilla porque “la orden es evitar el cierre total”
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, está modulando su discurso sobre el coronavirus, dando un creciente énfasis a la necesidad de vacunar, que al principio desdeñó. Este sábado ha declarado que su “guerra no es política, en referencia a la batalla que libra con alcaldes y gobernadores por las medidas para contener el virus que ha llevado al colapso hospitalario. En realidad es un duelo “por el futuro de la nación”, según ha dicho Bolsonaro en una intervención difundida por redes sociales junto al nuevo ministro de Defensa, el general Walter Braga Netto.
Bolsonaro se ha dejado ver en un centro de reparto de comida para personas necesitadas a las afueras de Brasilia. Desde allí, con cazadora de cuero y ante un plato de la sopa que reparten, ha hablado de política y del coronavirus tras la semana más turbulenta de su mandato. Empezó con una profunda remodelación ministerial que afectó a seis carteras, incluidas las de Asuntos Exteriores y Defensa. Al día siguiente renunció en bloque la cúpula castrense.
La presión de la clase económica y del Congreso han logrado que el mandatario ya no eche pestes de la vacunación. Esos sectores han dejado claro que sin una inmunización en masa será imposible que la economía se recupere. Por eso Bolsonaro ha alardeado de que este viernes y este sábado Brasil ha logrado poner más de un millón de inyecciones al día. El 11% de los brasileños ha recibido una dosis, el 3%, las dos.
Pero en la línea que mantiene desde los primeros casos, ha insistido en que la economía es prioritaria. “No podemos olvidar el tema del empleo. El virus sabe que lo estamos combatiendo con las vacunas. Apoyamos las medidas de protección. Ahora, todo tiene un límite”, ha dicho para rechazar de plano lo que ha denominado la política del “cierra todo”.
En realidad son pocas las ciudades que han adoptado un confinamiento rígido, con actividades esenciales y sin transporte público. La inmensa mayoría del país, incluidas las dos mayores ciudades, han optado por adelantar un puñado de festivos desde este año y el próximo para que la gente pueda quedarse en casa sin el coste político que supone decretar un cierre estricto.
Es una incógnita si Bolsonaro, que pasó el coronavirus en la primera ola, se vacunará o no. Al principio dijo que de ninguna manera. Este jueves declaró en cambio que sería el último de los brasileños en hacerlo. La vacunación de las personas de su edad, 66 años, ya ha comenzado en Brasilia, donde vive. En los últimos días, su vicepresidente, el general Hamilton Mourão, recibió la inyección.
Precisamente este sábado, el expresidente izquierdista Lula da Silva ha recibido el segundo pinchazo, solo un par de semanas de que un juez le haya despejado el camino para una candidatura el año que viene.
El nuevo ministro de salud, el cuarto desde el inicio de la pandemia, es el médico Marcelo Quiroga. Este sábado ha pedido a la ciudadanía que utilice mascarilla y que no se aglomere. “La orden es evitar el cierre total, pero tenemos que poner de nuestra parte. No es un asunto solo de los Gobiernos federal, estatal o municipal. También es un asunto que atañe a cada uno de los ciudadanos”.
Desoyendo ese discurso, ni Bolsonaro, ni el ministro ni los guardaespaldas llevaban mascarilla, a diferencia de las empleadas del local de reparto de comida.
El Gobierno tienen en la agenda para la semana entrante dos asuntos que espera mitiguen los daños de la pandemia. Por un lado, a partir del martes retoma el pago de la paga del coronavirus, que se espera que en esta segunda fase cobren unos 40 millones de personas que se han quedado sin fuente de ingresos, buena parte de ellos trabajadores del sector informal. La otra medida tiene el fin de atraer inversiones. El Ejecutivo tiene previsto licitar en los próximos días la concesión de diversas infraestructuras. La batería de licitaciones incluye 22 aeropuertos, cinco terminales portuarias y un trecho ferroviario con los que las autoridades esperan lograr 10.000 millones de reales (1.700 millones de dólares, 1.500 millones de euros).
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