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Un salvoconducto al otro lado del Atlántico para ver a su hijo

Perú, que cerró sus fronteras en marzo, permite que un italiano viaje en un vuelo de repatriación para visitar a un niño de cuatro años

Gianmarco Coppo con su hijo en su casa de Turín (Italia), en una imagen del álbum familiar.
Gianmarco Coppo con su hijo en su casa de Turín (Italia), en una imagen del álbum familiar. EL PAÍS

Gianmarco Coppo ha perdido la cuenta de los kilómetros que ha transitado en los últimos años. El italiano de 31 años se marchó a Sudamérica en 2014 y, tras recorrer su geografía, se instaló en Perú. En ese país nació su hijo en 2016. Dos años más tarde, tuvo que volver a Italia. Su vida se convirtió en un constante viaje de ida y vuelta al país andino. Hasta marzo, cuando Perú cerró sus fronteras para contener la covid. Se cancelaron los vuelos comerciales desde Europa y Coppo perdió todas las esperanzas de ver al pequeño. Decidió escribir al consulado peruano para que le permitiera viajar en un vuelo de repatriación, pero no tuvo éxito. Hasta que encontró un resquicio legal que cambió su suerte.

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Tras finalizar la carrera de Fisioterapia, Coppo se marchó a América del Sur como mochilero. Así conoció lugares mágicos como el Machu Picchu, el Amazonas o el lago Titicaca. En Urubamba, un pequeño municipio de la región de Cusco, en Perú, le ofrecieron realizar un voluntariado. Aceptó porque estaba cansado de viajar. Su misión consistía en tratar a niños pobres con discapacidad. Cuando cerró la clínica, decidió continuar la tarea. Para eso contó con la ayuda de Sol y luna, una organización franco-suiza que opera en el Valle Sagrado de los Incas. Allí nació su hijo, que ahora tiene cuatro años, pero la relación con la madre no fraguó y Coppo volvió a Europa para trabajar a caballo entre Turín y Madrid.

“Es muy difícil vivir tan lejos de un hijo. Es como estar partido en dos. Tratas de seguir con tu vida, pero no lo consigues”, reconoce. Por eso se marcó el objetivo de visitarle al menos dos veces al año. Los gastos de cada viaje superan los 2.000 euros, un dinero que le cuesta meses ahorrar. Y todo eso sin saber si podrá ver al pequeño, ya que la relación con la madre no es buena. “Siempre he tenido problemas judiciales con ella. Mi sueño era traerlo a Italia para que conociera a mi familia, pero nunca he tenido permiso”, se lamenta Coppo. La irrupción de la covid dificultó las cosas: Perú cerró sus fronteras en marzo y desde entonces no permite vuelos comerciales procedentes de Europa.

Reunificación familiar

Coppo abrazó por última vez a su hijo en enero. El nuevo escenario le hizo temer con no volver a hacerlo en una larga temporada, así que decidió escribir al consulado peruano en Turín, donde reside. Lo hizo a diario para que le dejaran viajar en uno de los vuelos de repatriación que fleta el Gobierno para facilitar el regreso de sus conciudadanos. Eso le permitiría llegar a Cusco y reencontrarse con el pequeño. Pero desde el consulado la respuesta siempre era la misma: “El aeropuerto internacional Jorge Chávez está cerrado. No tenemos información oficial de reapertura”. 

El italiano Gianmarco Coppo en el aeropuerto de Turín, antes de volar a Perú, en una imagen cedida por él.
El italiano Gianmarco Coppo en el aeropuerto de Turín, antes de volar a Perú, en una imagen cedida por él.EL PAÍS

El hombre no se dio por vencido y comenzó a investigar otras fórmulas. Encontró la solución en una resolución ministerial que entró en vigor el 5 de octubre. Uno de los motivos que mencionaba para viajar a Perú era la reunificación familiar. Coppo aludió a ese requisito en uno de sus correos y el consulado aceptó la propuesta el día 15. Dos semanas más tarde, el 28 de octubre, se subió a un avión con cientos de peruanos. Solo el vuelo de ida le costó 800 euros, una cifra notablemente superior a lo que normalmente paga por el viaje. No obstante, abonó el importe sin pensárselo.

“Es duro perderse el día a día de tu hijo. Temes perderlo, no estar en su vida o no ser una referencia para él. Asumirlo me ha costado años de terapia con un psicólogo”, admite. El viaje mereció la pena porque, además de ver a su hijo durante una semana, se abrieron puertas que hasta ahora permanecían cerradas. “La madre se sorprendió mucho al verme llegar al otro lado del Atlántico. Me dijo que había comprendido lo importante que es el niño para mí, así que me permitió traerlo por primera vez a Italia”, se felicita Coppo. Llegaron a su destino tras cuatro escalas aéreas y la caída de dos presidentes peruanos (Martín Vizcarra y Manuel Merino). Para el abuelo materno y sus tías supuso el primer encuentro con el pequeño, que se pasa el día jugando con sus primos en el jardín. Ya balbucea algunas palabras en italiano. Tiene hasta marzo para aprenderlo.

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