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La pandemia se extiende en Turkmenistán

Los dirigentes centroasiáticos ignoran el problema

El presidente Berdimujammédov con un perro pastor turcomano
El presidente Berdimujammédov con un perro pastor turcomanoAgencia Estatal de Información de Turkmenistán
Pilar Bonet

Por no echar a perder el cumpleaños al presidente Gurbanguli Berdimujammédov, Turkmenistán guardó silencio sobre el impacto del coronavirus sobre su población de más de seis millones de habitantes, según cuenta desde Ashjabad, una fuente de aquel Estado centroasiático, que desea permanecer en el anonimato. El aniversario del dirigente, odontólogo de formación y propagandista del deporte y de la vida sana, se celebró ya el 29 de junio, pero las autoridades turcomanas siguen calladas.

“Ahora ya es demasiado tarde. La epidemia ha comenzado a extenderse de forma cada vez más rápida. La situación va de mal en peor, hay muchas muertes y los médicos hablan de neumonía y ocultan los análisis porque tienen prohibido mencionar el coronavirus”, afirman las fuentes, que han experimentado ellas mismas la enfermedad en su entorno. “Hay muertes entre los ministros, los miembros del Gobierno e incluso los miembros de la familia del presidente”, señalan. De coronavirus ha fallecido el cuñado del presidente Nazar Redzhépov, un influyente personaje del mundo de los negocios, según informa Arkadi Dubnov desde Moscú, mencionando fuentes turcomanas.

Este analista especializado en Asia Central señala que incluso la hermana del presidente ha sido conectada a un aparato de ventilación artificial. Las clínicas están llenas y no hay donde poner a los enfermos en Turkmenabad, la segunda ciudad del país, escribe el servicio de noticias Azadlik. Al coronavirus se atribuye la muerte de un conocido cantante de ópera, un consejero sobre industria petrolífera del presidente, otro consejero de la embajada turca en Ashjabad, un diputado del parlamento nacional y otras personas, sobre las que informa la agencia Turkmen.news, basándose en fuentes locales.

Turkmenistán, de 491.210 kilómetros cuadrados, es uno de los países más cerrados del mundo y tanto el funcionariado como los ciudadanos de a pie temen facilitar información. No obstante, medios de la diáspora turcomana en Moscú, citando parientes en Ashgabad, hablan de la existencia de un clima de incertidumbre y confusión en lo que al coronavirus se refiere y también del desbordamiento de las clínicas, la falta de personal sanitario y de equipamiento médico protector. Las fronteras de Turkmenistán están cerradas y no hay vuelos en el interior del país.

Una misión de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que visitó Turkmenistán a principios de mes, renunció a polemizar con la versión oficial, según la cual no hay casos registrados, y recomendó “actuar cómo” si el coronavirus existiera. De vacaciones desde principios de mes, el presidente Berdimujammédov ha sido mostrado en público esta semana mientras paseaba por las montañas en compañía de Palvan, un perro pastor centroasiático.

“Es como una sesión de psicoterapia en la que el presidente trata de demostrar que todo está en orden, pero en las ciudades hay pánico y mucho miedo”, afirma un interlocutor de EL PAÍS desde Ashjabad. La ausencia de datos sobre la situación sanitaria de la ciudadanía contrasta con los detalles que la Agencia Informativa Estatal ofrecía sobre el cuidado de que son objeto los perros pastores centroasiáticos para cuya promoción se fundó el pasado mayo una sociedad dirigida por Serdar Berdimujammédov, uno de los hijos del presidente. Según la agencia, se han inaugurado unas instalaciones clínicas para los animales domésticos en la ciudad de Anau y también el primer hotel zoológico del país con “condiciones para el mantenimiento confortable” de los animales. Pocos días antes, la agencia distribuyó imágenes del presidente pescando en un lago y recomendando los efectos benéficos de la pesca.

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Berdimujammédov sustituyó al primer presidente de Turkmenistán, Saparmurat Niyázov, en febrero de 2007. La carrera del actual dirigente estuvo vinculada con su profesión médica hasta 1997, cuando entró en la Administración estatal, al ser nombrado ministro de Sanidad e Industria Médica. Autor del programa Estatal de Salud que celebra su 25 aniversario este año, Berdimujammédov también de varias decenas de libros, entre ellos uno dedicado a las hierbas medicinales, que recomienda como método de prevención, y otro dedicado a los perros pastores centroasiáticos, que, junto a los caballos locales, considera un “valor nacional”.

El sistema de culto a la personalidad de Turkmenistán fue desarrollado en tiempos de Niyazov y continuado bajo el actual presidente. Este sistema, que procede de tradiciones patriarcales más antiguas, parece no tener hoy lugar para la enfermedad, sino tan solo para la prevención y profilaxis de la misma, como si admitir la pandemia equivaliera a admitir el propio fracaso.

Pese a que Turkmenistán es rico en gas y petróleo, en los últimos años sus habitantes experimentan dificultades económicas debido al descenso de los precios de los hidrocarburos y por la corrupción instalada en la Administración. En opinión de medios locales, esta corrupción es superior a la existente en época de Niyázov por el simple hecho de que el actual dirigente “tiene más parientes que el anterior”. Desde 1995 Turkmenistán practica una política de neutralidad y las susceptibilidades y los temores de sus mandatarios dificultan la posibilidad de influir en ellos.

“Es muy difícil ayudar a quien no pide ayuda”, dice Dubnov. “Primero hay que saber qué sucede”, señala el analista Alexéi Malashenko, especializado en el Cáucaso y Asia Central. “Un foco incontrolado de pandemia en un país centroasiático es una amenaza para toda la región y también para Rusia”, afirma Malashenko, que es partidario de un plan de colaboración entre los vecinos asiáticos. Turkmenistán tiene un total de 4.158 kilómetros de frontera con cuatro países (Uzbekistán, Kazajistán, Afganistán e Irán) y a eso hay que añadir 1.768 kilómetros de costa del Caspio. Tanto Uzbekistán como Kazajistán han reforzado sus fronteras con Turkmenistán y en el caso de Kazajistán, la vigilancia en el Caspio, afirman fuentes centroasiáticas en Moscú.

Sin reconocer la pandemia, Turkmenistán ha emitido débiles señales de sus problemas. El 8 de julio el presidente dio permiso para la firma de contratos con empresas farmacéuticas rusas productoras de antivirus y hasta mediados de julio Turkmenistán había recibido 19.000 pruebas de coronavirus “para incrementar la potencia de las medidas profilácticas de enfermedades infecciosas” y 10.000 reactivos, según la agencia estatal rusa Sputnik. Comparativamente, estos volúmenes son muy inferiores a los que Rusia ha enviado a los países de Asia Central que han declarado la enfermedad.

En un Estado cerrado y autoritario construido sobre el culto a la personalidad y el miedo de sus habitantes los indicios de los problemas tienen un límite. “Si dejan salir la información del coronavirus, también saldrán las informaciones y sonarán las preguntas sobre otros temas embarazosos, como la pobreza y el mal estado de la sanidad en el interior del país”, señala Malashenko.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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