Afganistán recibirá 10.000 millones del exterior si cesa la violencia
La Conferencia Internacional de Donantes condiciona la ayuda a que avancen las negociaciones de paz
La Conferencia Internacional de Donantes para Afganistán ha logrado este martes promesas de 12.000 millones de dólares (10.100 millones de euros) para los próximos cuatro años. Una parte significativa del total procede de la Unión Europea y sus países miembros. Los participantes han condicionado las ayudas al avance de las negociaciones de paz entre el Gobierno y los talibanes, a quienes han pedido “un alto el fuego inmediato”. Horas antes de la clausura, la muerte de al menos 17 personas en un atentado en Bamiyán ha recordado que la violencia sigue frenando el desarrollo.
“Vivimos una de las mayores tragedias de la historia: la pandemia de covid-19. Estamos enormemente agradecidos de que en este momento de sufrimiento colectivo (…) mantengan su compromiso con Afganistán”, ha declarado el presidente afgano, Ashraf Ghani, por videoconferencia desde Kabul.
A la recesión desatada por el coronavirus, se suma la retirada de las tropas de Estados Unidos (y por ende del resto de los países que les apoyan). Los donantes temen un posible regreso de los talibanes, a quienes la intervención estadounidense echó del poder en 2001, y que se revierta el camino recorrido desde entonces. De ahí, la condicionalidad de las ayudas.
En total, Afganistán ha conseguido unos 3.000 millones de dólares (2.525 millones de euros) para 2021, según ha anunciado en la clausura el ministro de Exteriores de Finlandia, Pekka Haavisto, que presidía la conferencia junto con su colega afgano, Mohamed H. Atmar, y una representante de la ONU. Haavisto ha extrapolado esa cifra a los tres años siguientes, elevando las contribuciones a los 12.000 millones, pero la mayoría de los donantes solo renovarán sus aportaciones en los años sucesivos si hay avances en el país. Incluso en el mejor de los casos, las ayudas para el próximo cuatrienio quedarán por debajo de los 15.200 millones de dólares comprometidos en Bruselas hace cuatro años.
“La futura trayectoria de Afganistán debe preservar los avances democráticos y de derechos humanos logrados desde 2001, muy en especial los relativos a los derechos de las mujeres y los niños”, ha subrayado el Alto Representante de la Política Exterior europea, Josep Borrell, durante su intervención telemática. “Cualquier intento de restaurar el Emirato Islámico [como renombró el país el régimen talibán] tendrá un impacto”, añadió Borrell tras anunciar la nueva contribución de 1.200 millones de euros, similar a la de 2016.
Al compromiso de la UE hay que sumar las aportaciones individuales de sus países miembros (200 millones de euros de Holanda, 88 millones de Francia, 54 millones de Dinamarca o 35 millones de Italia, entre otros). A la cabeza de todos ellos Alemania, que ha prometido 430 millones de euros para el próximo año y supedita mantener ese nivel de ayuda hasta 2024 a que “las condiciones lo permitan”.
Estados Unidos, por su parte, ha anunciado 600 millones de dólares (505 millones de euros) de asistencia civil para 2021, la mitad de ellos condicionados al avance de las conversaciones de paz entre el Gobierno de Kabul y los talibanes. Pero ese diálogo, que se celebra en Doha (Qatar), está bloqueado. De hecho, la violencia ha aumentado en las últimas semanas. Mientras se celebraba la Conferencia, dos bombas han causado al menos 17 muertos y medio centenar de heridos en la habitualmente tranquila ciudad de Bamiyán, 180 kilómetros al noreste Kabul, según informa ToloTV. Las autoridades afganas suelen culpar de estos atentados a los talibanes, a quienes achacan querer imponer sus condiciones.
“Estamos atascados entre dos grupos extremistas: los talibanes, de un lado, y la gente que está en el poder en Kabul, de otro. En el momento en que empezamos a hacer algún progreso, nos presionan”, confía a EL PAÍS la diputada Fawzia Koofi, una de las cuatro mujeres que integran la delegación que negocia con los insurgentes en la capital catarí.
Existe la percepción de que unos y otros tratan de ganar tiempo: los talibanes buscan encontrarse en una posición de fuerza cuando se retiren las tropas de EE. UU. y el Gobierno, por su parte, parece apostar por que el cambio de inquilino en la Casa Blanca revierta o al menos frene esa decisión.
“Somos conscientes de que son momentos difíciles para todos. Tendremos que priorizar nuestras necesidades y ver cómo la ayuda puede ser más efectiva; no queremos depender para siempre de la asistencia extranjera”, reconoció a este diario el viceministro de Finanzas afgano, Naseer Sidiqee.
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