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Una renta básica, pero solo para alemanes

Los ultraderechistas de Alternativa para Alemania, en plena caída de su popularidad, estudian establecer un ingreso ciudadano que excluya a los inmigrantes

Un simpatizante de Alternativa para Alemania (AfD) en Erfurt porta una bandera alemana en la que se lee: "Nosotros somos el pueblo", el pasado marzo.
Un simpatizante de Alternativa para Alemania (AfD) en Erfurt porta una bandera alemana en la que se lee: "Nosotros somos el pueblo", el pasado marzo.Hannibal Hanschke (Reuters)
Ana Carbajosa

“No estamos ayudando suficientemente a los pobres, especialmente a las familias y a los jubilados. Tenemos que fortalecer nuestro sistema social”. Semejantes afirmaciones no proceden de ningún partido de la izquierda alemana, sino que las ha pronunciado René Springer, un diputado de Alternativa para Alemania (AfD), el partido de ultraderecha, que ahora estudia la idea de abrazar una suerte de renta básica. Eso sí, solo para alemanes.

Este nuevo impulso social se produce en un momento de crisis interna y luchas intestinas de un partido que no levanta cabeza en las encuestas desde el inicio de la pandemia. Se enmarca además en la contradicción en la que habita una formación que aspira a ser de masas mientras experimenta una deriva radical que le impide dejar de ser un partido de minorías.

Los alemanes han primado en la pandemia la buena gestión de los partidos del Gobierno frente a la retórica de otros como AfD, que han perdido parte de su conexión con el electorado con la desaparición de la agenda política de temas como la inmigración. En el partido, sin embargo, confían en que cuando pase la pandemia serán capaces de capitalizar la frustración de una ciudadanía asolada por la recesión económica. “El coronavirus ha acelerado la necesidad de una reforma del sistema social”, explica Springer en una cafetería de Berlín, portavoz de políticas sociales de AfD y autor de la propuesta de renta básica. “En el partido, la mayoría sabemos que tenemos que acentuar nuestro perfil social”, añade.

Está previsto que la idea de Springer de introducir proyectos pilotos de renta básica se someta a debate en el próximo congreso del partido, que se celebrará a finales de noviembre. “Es un planteamiento interesante, digno de discusión”, indicó recientemente el colíder de la formación, Jörg Meuthen, al Frankfurter Allgemeine Zeitung, mientras otros sectores no ven con buenos ojos la medida.

“Para evitar el abuso de la inmigración en nuestro sistema de seguridad social, el proyecto debe ser para los alemanes, no para los extranjeros”, detalla el diputado, aunque enseguida matiza que una persona que demuestre su integración en el país, después de 10 años sin cobrar subsidios públicos y sin antecedentes penales, podría optar también a la ayuda. El ingreso no sería transferible a quien viva en otro país, como es el caso de las jubilaciones. Hace tiempo que la renta básica dejó de ser una idea marginal para ser defendida desde distintos campos políticos. La defensa desde la ultraderecha es, sin embargo, especialmente significativa.

La idea es que quienes menos ganen reciban más, a partir de una base equivalente al subsidio mínimo actual de 500 euros. Se realizaría a través del llamado impuesto negativo, en el que quien más ingresa, menos ayuda recibe y al revés. Springer cree que hay que desvincular la obtención de ese dinero de la carrera laboral, porque cree que tener que aceptar trabajos que te proponga la oficina de empleo supone “un ataque a la dignidad". "La motivación para trabajar en un sitio a la fuerza es evidentemente muy pequeña. Todos los estudios y experiencias muestran que [la renta básica] es la mejor solución para los problemas sociales”, añade. Además del subsidio, defienden un incremento de la ayuda por hijo, de hasta 500 euros por cada descendiente, frente a los cerca de 200 actuales. En su opinión, este sistema permite reducir la burocracia frente a la multiplicación de servicios sociales.

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AfD se inspira en el modelo de Dieter Althaus, exjefe del Gobierno conservador de la CDU en Turingia, que propuso el llamado “dinero solidario ciudadano”. El economista suizo Thomas Straubhaar es otra de las fuentes de inspiración de la que bebe ahora AfD, aunque la raíz de la idea se sitúa en el célebre impuesto negativo de Milton Friedman.

El congreso de noviembre se celebrará en plena crisis del partido de ultraderecha, que tiene una intención de voto que ronda el 11%, por debajo del resultado obtenido en 2017 en las elecciones generales, cuando entraron por primera vez al Bundestag con el 12,6% de los votos. La caída es especialmente pronunciada en el Este del país, su bastión tradicional. Una encuesta reciente de Kantar reflejaba una caída de AfD de la primera a la tercera posición –del 24% hasta el 18%- en el Este. Propuestas como la de la renta básica, con un papel protagonista del Estado, gustan especialmente a la población oriental del país, según las encuestas internas del partido.

Es ahí donde además cobra mayor protagonismo el ala más radical del partido. En todo el país, varias agrupaciones regionales de AfD se encuentran divididas y enfrentadas entre los considerados moderados frente a los llamados radicales, unido a espectaculares tensiones personales. “Hay importantes fricciones en AfD en las subdivisiones regionales del partido”, asegura Gideon Botsch, profesor de la Universidad de Potsdam.

El intento por conquistar el centro con programas sociales se vuelve más necesario que nunca ante el proceso de radicalización que atraviesa el partido a ojos de los expertos y de las autoridades alemanas. “AfD no ha dejado de radicalizarse. El problema es que siguen apoyándose en extremistas de derechas porque son los que tienen experiencia como activistas políticos, están unidos y tienen una fuerte determinación y por eso ganan poder en el partido”, estimaba recientemente Botsch.

El partido encadena además diversos escándalos desde hace semanas. Primero fue el tira y afloja en agosto, en torno a la expulsión de Andreas Kalbitz, un miembro del partido y exmilitante neonazi, que acabó en los tribunales y con un diputado regional en el hospital con el bazo roto de un puñetazo. Después, la expulsión del portavoz federal Christian Lüth, que habló en una conversación off the record de “disparar” y “gasear” a los inmigrantes. El último episodio ha sucedido esta misma semana en Baviera, donde se libra una lucha por el poder intestina y en un aparente arranque de ira, una de sus líderes, Katrin Ebner-Steiner, partió un panel de plexiglás contra la covid-19, y un compañero resultó herido.

El ala radical sigue viva

Como era previsible, el anuncio la pasada primavera de que el ala radical de AfD, Der Flügel, se disolvía, no ha resultado en un debilitamiento de la corriente más ultra. La cúpula del partido había ordenado la disolución después de que los servicios secretos internos alemanes sometieran a la corriente a vigilancia por su extremismo.

La oficina federal para la protección de la Constitución (los servicios secretos internos) ha concluido esta semana que “muchos simpatizantes del ala extremista están luchando por ganar más influencia en el partido pese a que Der Flügel supuestamente se ha disuelto”, dijo Thomas Haldenwag, al frente de la Oficina a la prensa alemana (BfV, por sus siglas en alemán). “La influencia de Der Flügel está creciendo”, añadió. Prueba de ello es que puede que formalmente la agrupación se haya disuelto, pero su figura más poderosa y emblemática, Bjorn Höcke, sigue moviendo los hilos con mucha eficiencia.

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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