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Las lluvias extremas causan unos 200 muertos en el Sahel y África central

Las inundaciones, cada vez más numerosas por el cambio climático y por un crecimiento urbanístico descontrolado, provocan un millón de afectados en el último mes

Una mujer habla con sus vecinos en una calle inundada en Ndiaga Mbaye, en el extrarradio de Dakar el pasado 6 de septiembre.
Una mujer habla con sus vecinos en una calle inundada en Ndiaga Mbaye, en el extrarradio de Dakar el pasado 6 de septiembre.ZOHRA BENSEMRA (Reuters)
José Naranjo

Un hombre con el agua por la cintura carga con un bebé sobre sus hombros. Unos metros más atrás, dos niños se encaraman al alfeizar de una ventana para salir de una casa en la que flotan todos los muebles. En la calle de al lado, muros derrumbados, corderos muertos y una mujer que llora porque lo ha perdido todo. “Cada año la misma historia, estamos desesperados”, asegura el panadero Makhtar Ndiaye. Esto es Keur Massar, un populoso barrio del extrarradio de Dakar, hace unos días. Pero ocurre también en Níger, Burkina Faso, Mauritania, Nigeria, Chad y Sudán. Las inundaciones han provocado este año unos 200 muertos y cerca de un millón de afectados en el Sahel y África central, que se convierten cada verano en una trampa mortal por el cambio climático, el éxodo rural y una construcción sin ningún tipo de regulación.

Las tormentas de África no tienen nombre. No se llaman Mitch, Katrina o Sally ni se suele hablar de ellas en los medios de comunicación. Y sin embargo, en cada estación de lluvias provocan decenas de muertos y destrozan miles de hogares. Este año están siendo especialmente intensas. Con más de un centenar de fallecidos y 550.000 damnificados, Sudán declaró hace dos semanas el estado de emergencia durante tres meses. El río Nilo ha crecido como no se recuerda en 100 años y amenaza con anegar la antigua ciudad de Bajrawiya, a medio kilómetro del cauce. En Níger, la lluvia ha provocado 71 muertos y 300.000 siniestrados, muchos de ellos en los arrabales de Niamey, la capital, y en las riberas de un desbocado río Níger. En Burkina Faso, con 13 muertos desde comienzos de septiembre, el Gobierno ha declarado el estado de catástrofe natural.

Crecimiento urbano desmedido

“En los últimos años se percibe un aumento recurrente de la cantidad de personas afectadas por las inundaciones”, asegura Jocelyn Lance, experto en reducción de riesgos, agua y saneamiento de la Agencia Europea de Ayuda Humanitaria y Protección Civil en África occidental, “y esto está relacionado con una mayor intensidad de los eventos de lluvia pero sobre todo con los movimientos de población hacia zonas urbanas, en donde se instalan en lugares de riesgo y construyen de forma anárquica”. A juicio de este experto, existe un enorme déficit en planificación territorial e incluso si los gobiernos introducen algún tipo de mejora en la materia, la realidad les supera. “El crecimiento urbano es más rápido y Dakar es el ejemplo perfecto”, añade.

Durante el primer fin de semana de septiembre, la capital senegalesa vivió un fuerte episodio de precipitaciones. Según el ministro de Saneamiento, Serigne Mbaye Thiam, solo en unas horas del sábado cayó tanta agua en Dakar como en toda una estación de lluvias normal, unos 124 litros por metro cuadrado. Como en ocasiones anteriores fueron los habitantes del extrarradio quienes se llevaron la peor parte. Barrios como Keur Massar, Pikine o Camberene vieron sus calles convertirse en ríos. En cuanto pasó la lluvia surgieron protestas espontáneas en las que el presidente Macky Sall se convirtió en el blanco de las críticas. “¿Dónde está mientras nuestras casas se hunden? ¿Qué ha pasado con la inversión prometida?”, se preguntaba el jueves un internauta.

“Expreso mi solidaridad con todos los que han sufrido pérdidas durante las abundantes lluvias del fin de semana. He pedido al ministro del Interior poner en marcha el plan Orsec”, respondió Sall en su cuenta de Twitter. Esta iniciativa permite movilizar recursos financieros y materiales en caso de emergencia, pero las quejas de los ciudadanos van mucho más allá. “Cuando llegó al poder en 2012 prometió acabar con el calvario de las inundaciones. Y no ha hecho nada”, comenta Mbaye Lo, un habitante de Pikine. Porque no es solo la estación de lluvias. Distritos de la periferia como Guinaw Rail Nord pasan todo el año bombeando agua y cientos de casas se han perdido para siempre. El ex primer ministro y ahora opositor Abdoul Mbaye asegura que los 1.145 millones de euros previstos para el decenio 2012-2022 nunca se invirtieron.

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El Gobierno se escuda en la intensidad de las lluvias a causa del cambio climático. El jefe de Estado senegalés pidió a los ciudadanos que evitaran construir sobre cursos de agua para reducir el impacto de estos episodios.

El pasado mes de abril, la agencia regional Agrhymet especializada en la medición de la pluviometría en el Sahel ya había advertido acerca de una estación húmeda con precipitaciones “superiores a la media”. Pero, ¿es el cambio climático? Para el meteorólogo Christopher Taylor del Centro de Ecología e Hidrología del Reino Unido, no cabe duda. En 2017 publicó un estudio en la revista Nature en el que señalaba al calentamiento global como el responsable de que se hubieran triplicado las “tormentas extremas” en el Sahel en los últimos 35 años. Un infierno también para los agricultores.

Sin embargo, las lluvias por sí solas no generan los daños devastadores. Alexandre Santini, ingeniero hidráulico que lleva años trabajando en Senegal, asegura que desde la década de los setenta hasta el 2000 hubo un prolongado ciclo de sequías, lo que propició que amplias zonas inundables se desecaran. “En un continente con el potencial demográfico de África, que doblará su población en 2050, mucha gente se desplazó del campo a la ciudad y se fueron instalando en las periferias, donde podían. Al principio en sitios seguros, pero luego en las partes más bajas, todo de manera muy anárquica, sin redes de evacuación de aguas pluviales”, explica.

Pero no todo se puede achacar a lo viejo. La nueva autopista que sale de Dakar hacia el Lago Rosa por la costa se inundó por completo hace una semana. “Hay mucha improvisación”, añade Santini, quien pese a todo muestra cierto optimismo. “Percibo una toma de conciencia. Hay muchas organizaciones que movilizan fondos para combatir las consecuencias del cambio climático y se están desarrollando herramientas técnicas de modelización y documentos de planificación que pueden ayudar”, explica.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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