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Las provincias bielorrusas del imperio ruso

Una élite del país eslavo, incluido personal cercano a Lukashenko, tiene miedo a que su país se disuelva en el enorme cuerpo de Rusia

Encuentro entre el presidente bielorruso Aleksandr Lukashenko y Vladimir Putin, en febrero de 2019 en Sochi. En vídeo, Putin expresa a Lukashenko su apoyo a una reforma constitucionalFoto: REUTERS | EFE
Pilar Bonet

El embajador de la Federación Rusa en Minsk, Dmitri Mezéntsev, ha entregado un regalo especial a Aleksandr Lukashenko. El jueves el diplomático le llevó al presidente de Bielorrusia un obsequio que muchos ven como un indicio de lo que espera al testarudo dirigente en su próxima visita a Moscú: Se trata de un libro de reproducciones facsímil de mapas de cuatro provincias bielorrusas (Vítebsk, Grodno, Magiliovsk y Minsk) integradas en el Imperio Ruso en el siglo XIX. Los mapas confeccionados por topógrafos militares datan de 1866.

“Esta es una confirmación más del carácter histórico y justo de las fronteras de Bielorrusia. Y es también una respuesta a los que miran de otro modo”, dijo el embajador a Lukashenko, al mostrarle el obsequio. El bielorruso, con gesto confundido, arqueó las cejas, asintió con la cabeza y se limitó a decir “gracias”, mientras un ayudante se llevaba el libro.

El motivo del regalo era el pasado aniversario de Lukashenko (66 años el 30 de agosto), pero la interpretación general apunta hacia lo que puede esperarle al presidente cuando visite a su colega Vladímir Putin en Moscú. El portal informativo bielorruso tut.by puntualiza que los mapas de las provincias bielorrusas del Imperio en 1866 no coinciden totalmente con la Bielorrusia actual, pues parte del territorio representado pertenece hoy bien a Letonia, o a Polonia o a Rusia. Es difícil saber qué pasó por la cabeza de Lukashenko al ver los mapas, pero hace casi 13 años, el líder ya se había referido al deseo de la Administración de Vladímir Putin de absorber a Bielorrusia por provincias.

En octubre de 2007 dirigiéndose a un auditorio de periodistas rusos, Lukashenko dijo que “la dirección de Rusia simplemente no está dispuesta a relaciones normales, en igualdad de derechos y de aliados”. “No sé de qué enfermedad se trata. Apareció en la época soviética. Miren qué grandes somos y ustedes son más pequeños. Y como somos más grandes, eso significa que debemos dirigirlos a todos, y ustedes, si quieren, incorpórense a Rusia como provincias”, sentenció. “Ni Vladimir Ilích (Lenin) ni Josef Visariónovich (Stalin) hubieran podido proponer semejante cosa”, afirmó, aludiendo aparentemente a Putin.

Los problemas entre Rusia y Bielorrusia, afirmó Lukashenko en aquella ocasión, vienen “del deseo de personas en Rusia de llenar aún más sus billeteras guardadas en bancos occidentales y convertirse en amos de pleno derecho en la tierra Bielorrusia”. “Precisamente con este fin introducen las relaciones de mercado en lugar de los tradicionales principios de igualdad de derechos y colaboración mutuamente ventajosa”, exclamó. Y para acallar a su propio pueblo, “cuentan el cuento de que Bielorrusia es mantenida por Rusia”, zanjó el presidente.

El miedo a disolverse en el enorme cuerpo de Rusia es compartido por una parte de la élite bielorrusa, incluso próxima a Lukashenko, según coinciden diversas fuentes. Lukashenko es hoy débil ante Putin, pero una “absorción” de Bielorrusia pondría en contra del Kremlin a la población bielorrusa humillada por la farsa electoral y castigada por la represión y también a una parte de la élite incluso próxima a Lukashenko. Un “aprovechamiento máximo” de la oportunidad que brinda Lukashenko por parte del Kremlin podría crear un nuevo entorno inestable, que, sumado a otros entornos inestables o zonas grises (Donbás y Crimea) formaría una especie de cinturón entre Rusia y Europa, algo así como un nuevo muro en el continente.

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Ante el peligro de la absorción de Bielorrusia, la UE hubiera podido desempeñar un papel más cohesionado, que incluyera el no reconocimiento de la legitimidad de Lukashenko como presidente y el no reconocimiento de ninguna de sus decisiones y firmas, señalan medios diplomáticos europeos. Concentrarse en las sanciones “tranquiliza la conciencia y enmascara lo que hay que hacer en la realidad, a saber, un trabajo serio y profundo para lograr un consenso de política internacional que tenga a la Unión Europea como sujeto”, afirma Petras Vaitiekunas, exministro de Exteriores de Lituania (2006-2008) y exembajador en Bielorrusia y Ucrania. De las fuerzas afectadas por la situación en Bielorrusia, la UE es la más débil, comenta Vaitiekunas en las redes sociales. Opina el exministro que la “equivocada” actitud de Occidente ante los países del mundo postsoviético —por tacañería tras el derrumbamiento de la URSS y por poner a “Rusia en primer lugar”— ha dado por resultado que Moscú no reconoce sus propias fronteras, las altera por la fuerza, mantiene una guerra en Ucrania y le arrebató territorio a este país y también a Georgia y Moldavia. “La victoria de Rusia en Bielorrusia significará que el imperio avanza. El éxito de Ucrania y Bielorrusia supondría el fin de la idea caníbal del Mundo Ruso y del régimen de Putin y también el primer paso para el éxito de la Rusia democrática”, concluye Vaitiekunas.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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