Lukashenko cree que una mujer no puede ser presidenta. Hoy, sus máximas rivales son tres mujeres
Un trío de opositoras ‘accidentales‘ que han unido sus campañas en torno a la única de ellas que ha logrado ser candidata moviliza Bielorrusia
De rebote. Por una carambola derivada de la represión de las autoridades a las voces críticas, Svetlana Tijanóvskaya se ha convertido en la candidata de la mayoría de la oposición bielorrusa. Esta exprofesora de inglés de 38 años decidió presentarse a las elecciones presidenciales del 9 de agosto cuando arrestaron a su esposo, un popular bloguero, y le impidieron concurrir. Tijanóvskaya lidera ahora una campaña con la que se han aliado otras dos mujeres en similares circunstancias y que está cogiendo un vuelo insólito. El bloque de las tres opositoras pretende derrocar a Aleksander Lukashenko, de 65 años, el hombre que ha gobernado la antigua república soviética durante más de un cuarto de siglo. El líder bielorruso, que por primera vez en años se enfrenta a problemas reales en los comicios, ha tratado de mofarse de las tres opositoras. Una mujer presidenta “colapsaría, pobrecita”, ha dicho. Bielorrusia “no ha madurado suficiente” para votar por una mujer, añadió hace poco durante una visita a una fábrica de tractores.
Pero Tijanóvskaya, la candidata accidental, ha reclamado como suyo ese espacio político de la oposición. Aunque ha asegurado que si ganase no planea gobernar, sino convocar “elecciones justas” en seis meses. Sus actos y mítines en distintas ciudades de Bielorrusia, en los que se suele cantar L’estaca de Lluís Llach en bielorruso, están reuniendo a miles de personas en un ambiente festivo. La apoya Verónika Tsepkalo, exempleada de Microsoft y jefa de la campaña de su esposo, Valery Tsepkalo, fundador de un gran parque tecnológico en Bielorrusia y exembajador en Estados Unidos, a quien se le denegó el registro como candidato y que voló hace unos días a Moscú con sus hijos por temor a ser arrestado. También Maria Kolésnikova, directora de la campaña del exbanquero Viktor Babariko, quien hasta que fue arrestado por supuesto fraude fiscal era el principal rival de Lukashenko.
Juntas han formado esa campaña-paraguas, que unifica electorados complementarios, sobre todo entre los votantes más urbanos, y a los opositores de Lukashenko en el entorno rural. Una unión que se está haciendo más fuerte, alimentada por el descontento de la ciudadanía por la situación económica del país y la gestión de la pandemia de coronavirus de Lukashenko, antiguo director de un Koljóz (una granja colectiva), que desde 1994 ha suprimido a las figuras de la oposición y encarcelado a sus grandes críticos. Ahora, el líder bielorruso, que insiste en que hay intereses extranjeros tras las fuerzas de la oposición, aspira a su sexto mandato en otras elecciones que los observadores no consideran ni justas ni libres.
Aunque ha reprimido duramente las numerosas protestas que están calentando el verano bielorruso, Lukashenko está dejando cuerda a Tijanóvskaya y a sus compañeras de cartel. “Sin embargo, este ‘desfile de la democracia’ no significa que no vaya a haber fraude. Es evidente que de ser necesario las autoridades recurrirían a cualquier carta contra sus oponentes, incluida la violencia directa”, afirma desde Minsk Pável Úsov, politólogo del Centro Bielorruso de Estudios Europeos. La candidata Tijanóvskaya, que tiene en su programa electoral liberar a todos los presos políticos, envió hace unas semanas a sus hijos fuera de Bielorrusia y aseguró que había recibido amenazas anónimas contra los niños, de 4 y 10 años. Su marido, Serguéi Tijanovski lleva entre rejas desde mayo. Ya otra candidata, Anna Kanopátskaya, que forma parte de lo que los expertos no consideran oposición real, suspendió cualquier acto de campaña y aseguró que ha recibido amenazas contra sus hijos.
“Sí, tenía miedo al principio”, admitió hace unos días Tijanóvskaya en un discurso televisado. “Sé a qué profundidad puede llegar este Gobierno para preservar su lugar, pero ya no temo”, remarcó la candidata. “Las autoridades eliminaron descaradamente a los tres jugadores más fuertes de las elecciones, así que decidimos uniros y mostrarles lo que es la solidaridad femenina”, comentó la candidata. En el Parlamento del país europeo, de 9,4 millones de habitantes, hay un 34% de diputadas, según datos recopilados por la ONU; una cifra mayor que en Alemania o el Reino Unido. Sin embargo, está entre los peores del mundo en cuanto a la participación de la mujer en el Gobierno, según el último informe de ONU Mujeres, de 2019.
Lukashenko, que como otros líderes de la zona también ha cultivado esa imagen de macho cortés y todopoderoso, ya ha insinuado que la Constitución de Bielorrusia debería cambiarse para recoger que solo quien haya servido en el Ejército pueda postularse a la presidencia: es obligatorio el servicio militar para todos los hombres. En las redes sociales bielorrusas le contestaron con una marea de ilustraciones de las tres mujeres haciendo lo que ya se ha convertido en sus símbolos de campaña: Tijanóvskaya con el puño en alto, Kolésnikova formando un corazón con las dos manos y Tsepkalo haciendo la V de la victoria (o de la paz).
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