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Trump agita la guerra cultural ante el deterioro de su presidencia

Erosionado por la crisis y a cuatro meses de las elecciones, el presidente contra alerta la "revolución cultural de la izquierda" en un sombrío discurso desde el monte Rushmore en la víspera del 4 de julio

Donald Trump, este viernes en el monte Rushmore, en Dakota del Sur. En vídeo, un fragmento del acto.Vídeo: SAUL LOEB (AFP) / EPV
Amanda Mars
Washington -

Donald Trump lanzó este viernes por la noche, víspera del 4 de julio, un discurso divisivo en el que acusó a la “extrema izquierda estadounidense” de haberse convertido en un “nuevo fascismo” que atenta contra los valores de Estados Unidos. En un momento crítico para la nación, con la peor pandemia en un siglo, una grave crisis económica y grandes movilizaciones contra el racismo, el presidente aprovechó un acto multitudinario en el Monte Rushmore (Dakota del Sur), el famoso parque nacional que acoge las efigies de presidentes talladas en las rocas, para azuzar a sus bases agitando la idea una guerra cultural.

“En nuestras escuelas, nuestras redacciones, hasta en nuestros consejos de administración hay un nuevo fascismo de extrema izquierda que pide lealtad absoluta. Si no hablas su idioma, no practicas sus rituales, recitas sus mantras y sigues sus mandamientos, serás censurado, perseguido y castigado”, dijo el republicano ante un público entregado, que le interrumpía de cuando en cuando al grito de “USA, USA, USA”.

Trump ha llegado a las celebraciones del Día de la Independencia americana en un momento muy delicado de su presidencia. El fracaso en el control de la covid-19 y las tensiones sociales han puesto en cuestión su liderazgo y su capacidad de gestión a tan solo cuatro meses de las elecciones. En el movimiento de protestas contra algunos monumentos y símbolos, con todo, ha encontrado una veta nacionalista de la que tirar y hacia donde redirigir la atención. Este viernes, en medio de un grave repunte del coronavirus y con casi 130.000 muertos a la espalda, apenas mencionó la pandemia y centró la mayor parte del discurso en la simbología.

Trump atacó a las “turbas enfadadas que intentan tirar abajo las estatuas de los fundadores”, en referencia a las últimas movilizaciones contra las estatuas que homenajean a figuras del pasado supremacista o colonial, y alertó contra “la revolución cultural de la izquierda diseñada para derrocar la revolución estadounidense”.

La velada ya había comenzado envenenada, polémica por partida doble, pues el lugar escogido recuerda un agravio para los indios americanos y el acontecimiento incumplió las normas básicas de prevención ante el rebrote de la pandemia. Cuando tomó el micrófono, Trump se aferró a la bandera. Y lo hizo en el mejor escenario posible, ese monte Rushmore imponente con los rostros de los padres fundadores que hoy por hoy también se ve con otros ojos. Se levantó en tierras arrebatadas a los sioux para homenajear a George Washington, Thomas Jefferson, Abraham Lincoln y de Theodore Roosevelt, figuras frente a las que los nativos americanos, por distintos motivos, sienten agraviados.

La crítica viene de antiguo -el Supremo reconoció una indemnización a la tribu en 1980 que nunca se cobró pues reclamaban la recuperación de las tierras-, pero en este momento de revisión nacional hacia el pasado ha cobrado tracción. Y Trump se ha subido a esa ola con decisión. "Este monumento nunca será profanado. Estos héroes nunca serán desfigurados. Su legado nunca, nunca será destruido", recalcó Trump durante su discurso.

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Unas horas antes, un centenar de manifestantes, nativos americanos en su mayoría, cortó una de las carreteras que llevan al parque en señal de protesta, según Associated Press. La celebración multitudinaria había despertado críticas desde hace días pues no se podría cumplir con de seguridad requerida por las autoridades para prevenir los contagios y no se exigió el uso de mascarillas. A juzgar por las imágenes de televisión, estas brillaron por su ausencia, al igual que en el mitin que el presidente celebró en Tulsa (Oklahoma) hace dos semanas.

La pandemia, el racismo y la crisis económica existían el viernes en el Monte Rushmore. Durante esa hora que duró la intervención de Trump, el principal riesgo que afrontaba el pueblo americano era el derrumbe de sus estatuas, la cruzada de la izquierda contra su identidad. En esta línea, anunció la construcción de más estatuas, la creación de “un nuevo monumento a los gigantes” del pasado que se llamará el “Jardín Nacional de Héroes Estadounidenses”.

El mandatario pasó de puntillas por el coronavirus e insistió en la fortaleza estadounidense. “Diremos la verdad tal como es, sin disculparnos: Estados Unidos de América es el país más justo y excepcional que haya existido en la Tierra”, se arrancó en un momento de la intervención.

Pero ese no es el ánimo que hoy tienen los estadounidenses. Según una reciente encuesta del Pew Research, el 71% de los estadounidenses están enfadado con la situación del país y 66% siente algo peor, siente miedo. Tras el discurso, hubo unos espectaculares fuegos artificiales que, sobre las efigies, crearon una imagen espectacular. Este sábado, Trump pasará el 4 de julio en Washington, donde pronunciará otro discurso, como hizo el año pasado. También se espera pirotecnia, en sentido literal y figurado.

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Sobre la firma

Amanda Mars
Directora de CincoDías y subdirectora de información económica de El País. Ligada a El País desde 2006, empezó en la delegación de Barcelona y fue redactora y subjefa de la sección de Economía en Madrid, así como corresponsal en Nueva York y Washington (2015-2022). Antes, trabajó en La Gaceta de los Negocios y en la agencia Europa Press

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