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El primer juicio por los crímenes del régimen sirio comienza en Alemania

Dos exoficiales del Gobierno de El Asad que desertaron se sientan en el banquillo en un proceso pionero de justicia universal

Ana Carbajosa
Los cuerpos de decenas de presos sirios yacen en una prisión del régimen, en una imagen difundida por un fotógrafo desertor en enero de 2014. GETTY
Los cuerpos de decenas de presos sirios yacen en una prisión del régimen, en una imagen difundida por un fotógrafo desertor en enero de 2014. GETTY

Anwar Al Bunni se topó con el excoronel sirio Anwar R. hace seis años cerca de un centro de refugiados al sur de Berlín. “Nos ignoramos”, recuerda este refugiado sirio y veterano abogado defensor de derechos humanos. Había estado encarcelado en las aterradoras cárceles sirias, donde casi muere, y le sonaba la cara del hombre que ordenó su detención y al que reconoció más tarde. Ahora la justicia alemana acusa al antiguo militar y desertor del Gobierno de Bachar el Asad de crímenes contra la humanidad y complicidad en la tortura de más de 4.000 personas y la muerte de 58. Este jueves arranca en Coblenza el primer juicio por las torturas del régimen sirio, que marcará un importante precedente en los procesos de justicia universal.

Está previsto que Anwar R., de 57 años, se siente en el banquillo junto a Eyad A., de 43 años y también antiguo miembro del aparato de seguridad del presidente El Asad. El tribunal superior de Coblenza (oeste de Alemania) les juzgará por crímenes contra la humanidad, miles de casos de torturas con resultado de al menos 58 muertes, en un proceso considerado clave para la jurisdicción universal. Ambos acusados fueron detenidos en febrero del año pasado y están en prisión.

Con la vía de la Corte Penal Internacional bloqueada por Rusia y China y a falta de un tribunal ad hoc para el caso de Siria, el sistema jurídico alemán recurre a una norma que le permite desde 2002 juzgar crímenes de guerra y contra la humanidad aunque no se hayan cometido en su territorio. El proceso, que tiene programadas entre dos y tres audiencias por semana, podría alargarse hasta dos años. “No se les juzga solo a ellos. Se juzga a todo el sistema de torturas. Este juicio expondrá toda la cadena de mando; se juzga a todo el régimen”, estima en conversación con este diario Al Bunni, abogado del Syrian Center for Media and Freedom of Expression, que comparecerá como testigo en este caso. Los acusados actuaron como parte del engranaje de opresión de un aparato cuya estructura los jueces deberán ahora desentrañar y exponer a la luz pública. Los abogados esperan, además, que las evidencias recopiladas puedan servir de base para un futuro tribunal internacional y para las investigaciones en otros países.

La justicia fue la gran demanda de nuestra revolución”, indicó esta semana la activista y también víctima Abeer Farhoud en un encuentro virtual con la prensa. “Este es un paso pequeño, pero nos da la esperanza de que caminamos en la dirección correcta y de que no hemos perdido del todo nuestra revolución”, añadió. En los más de nueve años de guerra, desencadenada para aplastar las protestas contra El Asad, han muerto al menos 384.000 personas y los combates han causado seis millones de desplazados internos. Otros 5,7 millones han huido al exilio, según datos de marzo del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos. En Coblenza, las víctimas de las detenciones del régimen podrán mirar a la cara a sus presuntos torturadores —Michael Boecker, abogado del principal acusado, indicó ayer a la agencia Reuters que no hará declaraciones de momento—.

Con la llegada a partir de 2015 de más de un millón de demandantes de asilo a Alemania, la mayoría de ellos sirios, los testimonios de torturas se fueron multiplicando. La Fiscalía constató que muchos se centraban en la llamada prisión 251 en el entorno de Damasco, dirigida por una unidad de inteligencia. Además, entre la documentación de los fiscales hay también miles de fotografías de víctimas que un informante con el pseudónimo de César sacó del país en guerra civil.

Medio centenar de víctimas de torturas y sus familiares han presentado desde 2016 querellas en Alemania, Austria, Suecia y Noruega, de la mano del Centro Europeo para los Derechos Humanos y Constitucionales (ECCHR, en sus siglas en inglés), una ONG de abogados alemana. En el juicio se prevé que hablen, entre otros, al menos seis víctimas.

Los testimonios coinciden en el tipo de torturas, según Patrick Kroker, el abogado del ECCHR que representa a las víctimas. “Cuelgan a la gente del techo atados por las muñecas, les dan palizas y descargas eléctricas”, asegura. “Les une que todos participaron de alguna manera en la revuelta pacífica [contra el régimen]. El sistema de torturas se ha utilizado para aplastar a la sociedad civil”, asegura.

Violencia brutal

El excoronel Anwar R. recaló en Alemania en 2014 después de desertar y renegar de su pasado en las filas del régimen. Hasta dos años antes, dirigía la unidad de investigaciones del departamento de inteligencia 251, responsable de la seguridad de Damasco, con su correspondiente prisión. Estaba al frente de los interrogatorios y era el mando superior en la prisión, sostiene la fiscalía en una nota del tribunal de Coblenza. “Supervisó y decidió los procedimientos de trabajo, incluido el uso de la tortura sistemática y brutal”, indica. “Conocía el alcance de las torturas durante el periodo en el que se cometieron los crímenes, por lo que era consciente y sabía que los presos morían como resultado del uso masivo de la fuerza”, añade. Entre finales de abril de 2011 y septiembre de 2012, al menos “4.000 detenidos fueron torturados” en la cárcel 251, “sometidos a una violencia brutal y a descargas eléctricas”, según la acusación de la Fiscalía.

El abogado sirio de derechos humanos, Anwar al Bunni en su oficina en Berlín a principios de mes.
El abogado sirio de derechos humanos, Anwar al Bunni en su oficina en Berlín a principios de mes. JOHN MACDOUGALL (AFP)

Los abusos, sostienen los investigadores, se utilizaron para obtener confesiones e información sobre el movimiento opositor. Los presos, hacinados, no tuvieron acceso a suficiente comida y se les denegó la atención médica. Al menos 58 personas murieron en ese periodo. A Anwar R. se le acusa de organizar y supervisar los interrogatorios, incluidas torturas.

Eyad A. tenía un rango menor en el aparato y llegó a Alemania en abril de 2018. En su entrevista para pedir asilo habló de su anterior trabajo. Era un empleado de una subdivisión de la seguridad siria, que en otoño de 2011 recorrió Duma (sureste sirio) en busca de opositores. Acompañó a al menos 30 disidentes en autobús hasta la prisión 251. Algunos ya eran golpeados antes de llegar. La fiscalía sostiene que conocía las torturas sistemáticas.

La búsqueda de testigos

El exmilitar Anwar R. vivía desde 2014 como refugiado en Berlín, pero no fue hasta 2018 cuando la justicia abrió el caso contra él. “La Fiscalía me llamó y nos pidieron ayuda para encontrar a más víctimas”, explica el abogado Anwar Al Bunni. Armar un caso como este exige tiempo y determinación, forjada a medida que las víctimas han perdido el miedo. También porque la vía europea contra el régimen sirio estaba hasta ahora en segundo plano. “Al principio, nuestra prioridad era identificar a los altos cargos que estaban en Siria. Sabíamos que los que estaban aquí, en Europa, no podían hacer más daño”. En junio de 2018, la justicia alemana, en otro caso, emitió una orden de detención internacional contra Jamil Hassan, exdirector del servicio de inteligencia aérea sirio.

“Lo peor eran las descargas eléctricas”

Mansour Omari, en una imagen de su página de Facebook

Mansour Omari tiene 40 años y la mascarilla preparada para viajar desde Holanda hasta Coblenza, en Alemania. Acude al juicio en el que por primera vez se juzgarán torturas como las que sufrió él, en cárceles como la suya, por oficiales que destrozaron su vida y las de sus amigos. “Necesito ir, estar presente. Este juicio es histórico”, cuenta en una videoentrevista. “Durante muchos años, hemos tenido las evidencias, las fotos de César, los testimonios de cientos de personas. Teníamos las pruebas, pero no teníamos el tribunal. Ahora lo hemos encontrado en Alemania”.

El 16 de febrero de 2012 Omari fue detenido y encarcelado durante un año junto a otros activistas. Su liberación se hizo célebre en todo el mundo porque Omari logró sacar de la cárcel escritos los nombres de 82 detenidos. Los escribió con sangre y con óxido junto a sus compañeros y los incrustaron en el cuello y los puños de la camisa con la que cruzó la puerta la prisión el día que salió. Esos pedazos de tela acabaron expuestos en el museo del Holocausto de Washington.

Periodista de profesión, Omari había estudiado literatura inglesa y documentaba detenciones y desapariciones, sobre todo de periodistas y activistas para el Syrian Center for Media and Freedom of Expression. A Omari lo dieron por desaparecido y en prisión fue sometido a inimaginables torturas en celdas atestadas junto a decenas de presos. “Estuve a punto de morir varias veces”, asegura.

Pasó por varias cárceles, incluida la de la inteligencia militar aérea. Estuvo también en la cuarta división en Damasco, bajo el control de Maher el Assad, hermano del presidente sirio. Los métodos de tortura y el patrón de abusos a los detenidos se repite, según han documentado numerosas organizaciones de derechos humanos y coinciden víctimas entrevistadas por este diario. “Nos pegaban con palos. Nos daban palizas, patadas, puñetazos… pero lo peor eran las descargas eléctricas”, recuerda Omari. “Nada más llegar, te daban una paliza. Los presos lo llamábamos, “la fiesta de bienvenida”. Era la manera de advertirte de que te pueden matar si querían”.

El relato de Omari coincide con el de otros detenidos entrevistados por este diario. Celdas oscuras, con reos amontonados y con heridas sangrantes, pulgas, infecciones. “Las condiciones son inhumanas. Solo puedes dormir por turnos y de costado para ahorrar espacio. Tu cuerpo cada vez es más débil y se empieza a llenar de infecciones. Llega un momento en el que todos los de tu celda tienen escaras y están llenos de pulgas. Dos veces al día nos desnudábamos para matar las pulgas una por una con las uñas. Te vuelves loco”. 

Omari es parte de la acusación en Suecia en otro caso similar, contra Jamil Hassan, contra el que se ha dictado en Alemania orden de detención internacional. Hassan fue director del departamento de Inteligencia de las fuerzas aéreas sirias y está acusado de crímenes contra la humanidad en junio de 2018.

Desde que salió de Siria en 2013, Omari no ha dejado de luchar por que se haga justicia y por documentar los abusos del régimen. También con el Cesar Group, creado en torno a las miles de imágenes de cadáveres que un desertor logró sacar de las cárceles sirias y que forman parte del material que analizarán los jueces en Coblenza, al oeste de Alemania. Dos compañeros de la cárcel que le ayudaron a escribir los nombres de los detenidos aparecen en esas imágenes. 

“Se trata de llevar ante la justicia a todo un sistema de torturas. Todo el mundo sabía que el Gobierno sirio detenía a activistas y periodistas. Espero que este juicio también sirva para que la comunidad internacional reconozca su silencio ante las torturas en Siria”, espera Omari. 


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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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