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Ruanda comienza la excavación de una de las mayores fosas del genocidio de 1994

Las labores de exhumación se enfrentan a las restriccciones de seguridad por la crisis de la Covid-19 a escasos días del aniversario de la matanza que se cobró 800.000 vidas

José Naranjo
Cráneos de las víctimas asesinadas en 1994 en la iglesia de Ntarama, Ruanda, homenajeadas durante el 25 aniversario del genocidio, el pasado 5 de abril.
Cráneos de las víctimas asesinadas en 1994 en la iglesia de Ntarama, Ruanda, homenajeadas durante el 25 aniversario del genocidio, el pasado 5 de abril.Ben Curtis (AP)

Ruanda ha comenzado la búsqueda de unos 30.000 cuerpos que se cree que fueron arrojados a una presa situada en las afueras de la capital, Kigali, durante el genocidio de 1994 en el que fueron asesinadas unas 800.000 personas. Las autoridades terminaron la semana pasada la desecación del pantano y el domingo dieron luz verde a las tareas de búsqueda y exhumación, apenas dos días antes de los actos en honor a las víctimas que, como cada año, se celebran el 7 de abril. Sin embargo, la llegada del coronavirus al país, donde ya hay 104 casos, y las medidas de confinamiento dictadas por el Gobierno dificultan el proceso.

Los vecinos la llaman “la presa”, a secas. Se encuentra en un valle cerca de Kayonza, a unos 80 kilómetros de Kigali, y la construyeron ingenieros chinos en los años setenta para fomentar el cultivo de arroz. Los supervivientes del genocidio y los familiares de las víctimas sabían que allí habían sido arrojados miles de cuerpos durante las matanzas de 1994. En 2018, cuando el nivel del agua estaba bajo, aparecieron 51 cadáveres que fueron enterrados en el Memorial del Genocidio de Ruramira, aunque con el comienzo de las lluvias fue imposible seguir buscando.

Hubo que esperar hasta junio del año pasado para que autoridades ruandesas comenzaran a bombear el agua de la presa, trabajos que concluyeron la semana pasada con la realización de unos aliviaderos por parte del Ministerio de Agricultura. Voluntarios de la localidad de Kayonza y supervivientes del genocidio participan desde el domingo en las tareas de exhumación de la que se cree que es una de las mayores fosas comunes del genocidio que tuvo lugar entre abril y julio de 1994 y uno de los hallazgos más importantes después del descubrimiento de 5.000 cuerpos enterrados en Kigali en 2018.

La asociación Ibuka, que agrupa a diferentes colectivos de víctimas y supervivientes, ha mostrado su satisfacción por esta exhumación, aunque se ha mostrado prudente a la hora de calcular la cantidad de cuerpos que podrían aparecer bajo el limo del fondo de la presa. Las declaraciones de personas condenadas por estas matanzas que ahora han salido de la cárcel han contribuido a identificar el lugar, así como los testimonios de vecinos.

Los actos conmemorativos del genocidio, en el que se estima que falleció el 70% de la población tutsi de Ruanda, tendrán que realizarse a través de los medios de comunicación y de las redes sociales, pues el Gobierno ha prohibido las reuniones masivas en pleno estado de emergencia por la crisis sanitaria provocada por el coronavirus, informa la Agencia DPA. Naphtal Ahishakiye, secretario ejecutivo de Ibuka, reconoció la dificultad de llevar a cabo la exhumación en plena pandemia de coronavirus. “Haremos todo lo posible para que los muertos tengan un entierro decente”, expresó.

Ruanda fue uno de los primeros países africanos en ordenar el confinamiento total de su población ante la llegada del coronavirus a su territorio. Asimismo, el Gobierno de Paul Kagame decidió que todos sus ministros y altos cargos renunciaran al salario del mes de abril para su donación a programas sociales destinados a las personas vulnerables durante la crisis generada por la pandemia.

Con el 40% de la población por debajo del umbral de la pobreza, las autoridades multiplican las iniciativas para tratar de mantener a los ciudadanos en sus casas. La pasada semana, el Fondo Monetario Internacional desbloqueó 100 millones de euros de urgencia para Ruanda.

Los crímenes masivos del genocidio de Ruanda se desataron tras el atentado que costó la vida al presidente Juvénal Habyarimana el 6 de abril de 1994 y del que el Gobierno acusó al grupo armado tutsi Frente Patriótico Ruandés. Extremistas hutus exhortaron a la población a cometer todo tipo de masacres contra tutsis pero también contra hutus moderados, lo que provocó el asesinato de unas 800.000 personas en apenas cien días. La herida del genocidio aún está abierta en este país.


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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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