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PROTAGONISTAS | Mattia Santori

El investigador que agita a las ‘sardinas’

Un boloñés de 32 años es el portavoz del movimiento espontáneo que planta cara a la ultraderecha en las calles de norte a sur de Italia

Daniel Verdú
Mattia Santori, fundador del movimiento de las sardinas, en una manifestación en Reggio Emilia.
Mattia Santori, fundador del movimiento de las sardinas, en una manifestación en Reggio Emilia. GUGLIELMO MANGIAPANE (REUTERS)
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Ser la némesis del hiperactivo líder de la Liga, Matteo Salvini, requiere dedicación completa. Mattia Santori (Bolonia, 1987) lo descubrió hace un mes. Investigador de recursos energéticos, tenía cuatro empleos distintos y un malestar creciente ante lo que veía en Italia y se acercaba cada vez más a su casa boloñesa. Quiso reaccionar y el 14 de noviembre sucedió algo inesperado. Hoy recibe unas 80 llamadas telefónicas al día, tiene 250 conversaciones y dedica semanas enteras a acudir a los platós de televisión a desmentir bulos. Santori es el líder y portavoz del movimiento de las sardinas, una efervescencia política espontánea que ha sacado a miles de personas a la calle en Italia contra la ultraderecha y el populismo y que el próximo 14 de diciembre, un mes después de la primera concentración, intentará reunir a un millón de personas en Roma. "Una locura, esa es la palabra", admite al teléfono.

Italia, sumida en una guerra de trincheras electoral, se juega su futuro político el próximo 26 de enero en los comicios de Emilia Romaña, un feudo histórico de la izquierda con plazas cruciales como Bolonia. Salvini, contra todo pronóstico, ha logrado un avance que le sitúa ya cerca de tomar la delantera en los sondeos y su candidata, Lucia Borgonzoni, pisa los talones al actual gobernador de la región, Stefano Bonaccini. Las peleas entre el PD y el Movimiento 5 Estrellas (M5S), que finalmente no concurrirán unidos como hicieron en Umbria, han debilitado la candidatura de la izquierda y si Salvini se hace con la región, será difícil negarle unas elecciones anticipadas. Por eso Santori y tres amigos (Roberto Morotti, Giulia Trappoloni y Andrea Garreffa) quisieron llevar a 6.000 personas a la calle, 500 más de las que cabían en el auditorio donde iba a hablar el líder de la Liga. Al final fueron 7.000 y comenzó una pequeña e inesperada revolución cívica coordinada desde Facebook, donde tienen ya 200.000 seguidores.

El movimiento de las sardinas, en el que está prohibido ondear la bandera de ningún partido o que suba al escenario cualquiera de sus dirigentes, ha sacudido Italia de norte a sur. Allá donde va Salvini le siguen también ellos cantando el Bella ciao. Al experimento de Bolonia, se sumaron luego Padua, Ferrara, Perugia, Turín o Palermo. Hoy llegan solicitudes de personas de todas las ciudades para organizar manifestaciones. Santori y el resto de coordinadores (unos 20) hacen algunas comprobaciones, se ponen en contacto con ellas y les dan algunos consejos. “Hay que crear una alternativa narrativa. Sin reglas. Pero el lenguaje no debe hacer referencias a la negatividad, a la violencia o al insulto. Todo tiene que ser limpio y divertido. Fue la respuesta que dimos en Bolonia y funcionó. Ahora vamos 10 a 0 llevando a la calle una alternativa que es más potente que los relatos de Internet”.

El objetivo de las sardinas, cuya página en Facebook fue bloqueada por la compañía durante unas horas el pasado domingo, es ahora una gran manifestación en Roma en la que esperan sumar un millón de personas a un movimiento que todavía no ha capitalizado ningún partido. “No tenemos certezas, cada día descubrimos distintas variables. Hay un vacío muy grande en la sociedad italiana, en su cultura política, que ha sido ocupado violentamente por las promesas del populismo de derecha. Nosotros intentamos activar el cerebro de la política, damos identidad y creamos una medicina”, explica Santori. El movimiento tiene una media de edad de unos 30 años. Ese sector de la población que el sociólogo Ilvo Diamanti definía el pasado martes en La Repubblica como “jóvenes adultos” y del que dos de cada tres tienen que marcharse de Italia para buscarse la vida.

El tremendo éxito ha obligado a Salvini a contrarrestar. En todas sus intervenciones televisivas —y es el líder político que más platós pisa— les acusa de ser marionetas del PD. Luego, en redes sociales, con una campaña irónica —y algo ridícula para su elevada capacidad de enfangar— de gatitos que comen sardinas, en la que el líder de la Liga elude por primera vez la confrontación directa. Las claves del éxito son dos, según Santorini. La primera es una técnica comunicativa distinta que obliga a los participantes a construirse una sardina recortándola y coloreándola. “Se propone una alternativa a la violencia. La señora de 60 años, el parado, el estudiante o la madre con su hijo interactúan y eso les permite sentirse parte de algo". La otra es la ausencia de banderas, de partidos y de asociaciones. "Es un frente humanitario y social contra una deriva populista. Y eso permite tener a mucha gente dentro”, insiste.

El problema ahora, como sucedió en Italia con otros movimientos que precedieron a este como los  Girotondi, que protestaron en 2002 contra el Gobierno de Silvio Berlusconi y que promovió el cineasta Nanni Moretti, es diseñar su evolución. Las sardinas pueden disolverse en el océano político italiano o constituir una formación, como sucedió con el M5S y las concentraciones de Beppe Grillo previas a la constitución del partido. Un paso que supondría un riesgo a corto plazo. “Ser un partido no está en nuestro programa, nos arriesgaríamos a ir a competir a un territorio que no nos pertenece. No hacemos política, aunque alguno de nosotros empiece a hacerlo. El fenómeno de las sardinas tiene que quedar en lo cotidiano”.

El movimiento, sin embargo, ya ha tomado partido en Emilia Romaña. Una región donde la guerra se librará entre dos candidatos y no hay mucho margen para sutilezas. “No nos presentamos, pero decimos: abstención o buscar una parte política del centroizquierda. Aquí ya es así. En el resto de Italia todavía es un experimento que no sabemos cómo cristalizará”. Roma dará la medida exacta de hasta dónde puede llegar.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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