Claves para entender el polvorín del norte de Siria
La anunciada ofensiva turca corre el riesgo de provocar el desplazamiento de millones de civiles y abrir otro frente entre Ankara y Damasco.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, advirtió este pasado fin de semana que la intervención militar en territorio sirio fronterizo con Turquía es "inminente". La ofensiva se dirige contra las milicias kurdo-sirias en el este del río Éufrates. Estados Unidos ha anunciado la retirada de las tropas estadounidenses del norte sirio ante los planes turcos de ataque. El objetivo de las tropas turcas es acabar con las milicias kurdo-sirias (YPG), aliadas de Washington pero consideradas "terroristas" por Ankara por sus vínculos con el proscrito Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), la guerrilla kurda activa en Turquía. Estas son algunas claves de la conflictiva situación en la zona.
¿Quiénes son las milicias kurdas? Las Unidades de Protección Popular (YPG) fueron creadas un año después del estallido de la guerra siria en 2011 y tras la retirada de las fuerzas progubernamentales del norte del país. Se trata del brazo armado del aparato político kurdo —de inspiración marxista— que en el último lustro ha establecido una Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (NES, por sus siglas en inglés). Desde 2014 las YPG se han convertido en el principal aliado en tierra de la coalición internacional liderada por Estados Unidos —de la que España es miembro— en la lucha contra el grupo terrorista Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés). En 2015 miles de combatientes árabes y asirios se sumaron a la lucha bajo el liderazgo kurdo en las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS). El representante de exteriores del NES, Abdulkarim Omar, asegura que en sus filas luchan más de 70.000 combatientes. Un 20% son mujeres.
En apoyo de los kurdos, que controlan en el norte entre un 20% y un 25% del territorio sirio —incluidas localidades árabes como Raqa, la antigua capital del ISIS—, han llegado también desde suelo turco efectivos del PKK, grupo armado que Ankara tacha de terrorista y cuya actividad es la base sobre la que argumenta la inminente operación. La amenaza de una ofensiva turca da por terminado el llamado "mecanismo de seguridad" puesto en marcha con la mediación de las tropas estadounidenses por el que los milicianos kurdos comenzaron a detonar los túneles defensivos cavados en posiciones fronterizas con Turquía, así como la retirada de sus hombres de una franja de seguridad de cinco kilómetros.
Seis millones de civiles en peligro. En el norte y este de Siria viven cerca de seis millones de civiles —la mitad de ellos kurdos—, de los cuales más de un millón y medio necesitan asistencia humanitaria y 650.000 han sido desplazados por los combates, según advierte la ONG Save The Children. Cientos de personas se han manifestado este lunes en la frontera norte turco-siria contra la anunciada ofensiva. Una nueva incursión provocaría previsiblemente otra huida masiva. Ya hay 6,2 millones de desplazados internos en el país y 5,6 millones de refugiados acogidos en los países vecinos y en Europa. Más de 11.000 soldados muertos y 24.000 heridos es el balance que hacen las YPG de los últimos cinco años de enfrentamientos en esta zona. En toda Siria, el balance supera los 370.000 muertos —un tercio civiles— en los ocho años y medio de guerra, según el recuento que hace el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos. De lograr ocupar la totalidad del norte de Siria, Ankara aspira a reubicar a dos de los tres millones y medio de refugiados sirios que alberga en su país, en un intento de arabizar con población afín el sur de su frontera que quedaría bajo el control de descontroladas milicias insurrectas locales aliadas.
Miles de radicales del ISIS podrían escapar. En caso de ofensiva, las fuerzas kurdas han advertido de que tendrán que movilizar a todos sus efectivos y reducir el número de milicianos que custodian a los yihadistas detenidos en prisiones y campos. Allí han ido a parar más de 12.000 combatientes radicales internacionales —de ellos al menos 4.000 occidentales, entre los que hay un español— y 80.000 yihadistas mujeres y sus hijos —al menos 12.000 internacionales, entre las cuales hay tres mujeres y 17 menores españoles— que se hacinan en cinco campos al norte y noreste del país. La mayoría de los radicales internacionales se entregaron o fueron capturados durante los combates de Baguz, en la frontera con Irak y último reducto del califato del ISIS, que se derrumbó allí el pasado 23 de marzo. El campo de Al Hol es el más masificado y se ha convertido en un minicalifato femenino donde las radicales han creado sus propias cortes de justicia islámica, donde condenan y castigan hasta con la muerte a aquellas mujeres que desobedecen sus leyes. Al menos 400 de los menores cautivos han muerto en lo que va de año por enfermedades respiratorias, el cólera o la malnutrición.
Otro frente entre Damasco y Ankara. “Nuestra alianza con EE UU es táctica y no estratégica”, aseveran los líderes militares kurdos. Motivo por el que sus representantes políticos han mantenido desde el inicio del conflicto una puerta de negociación abierta con Damasco y su valedor ruso e, incluso, puntualmente colaborado en algunas ofensivas con las tropas regulares sirias. Las negociaciones encallaron tras la derrota del califato el pasado mes de marzo, cuando Damasco rechazó las demandas de autonomía que los kurdos ponían como condición para volver bajo el ala gubernamental. “Todas las opciones para evitar que el territorio caiga en manos de los turcos están sobre la mesa”, aseguran los portavoces kurdos en lo que supone un guiño al Ejército regular sirio que, según una de las cuentas oficiales de las FDS en Twitter, ya prepara a sus efectivos con el respaldo de Rusia para “moverse militarmente hacia la ciudad de Manbij [norte de Siria]".
Déjà vu. En marzo de 2018 las tropas turcas ocuparon el cantón kurdo de Afrin con el apoyo del medio centenar de facciones locales, que suman 30.000 milicianos. Los mismos que Turquía ha anunciado que lucharán de nuevo contra los kurdos. Temiendo un baño de sangre ante la superioridad área de Turquía, las milicias kurdo-sirias se replegaron de la localidad de Manbij y dejaron la vía libre para la entrada de las tropas sirias. De hacerse con el territorio actualmente bajo control kurdo, El Asad controlaría más del 80% del territorio nacional. Es más, recuperaría la explotación de los yacimientos de crudo más importantes del país, que permanecen activos al este del Éufrates. Si los ingresos del crudo son cruciales para la reconstrucción que planifica Damasco, una ofensiva en el norte del país corre el riesgo de arrastrar a Siria a una peligrosa guerra con Turquía, con quien ya se enfrenta en Idlib, última provincia insurrecta, donde habitan cerca de tres millones de civiles, la mitad de ellos previamente desplazados de otras regiones. Y ello conforme Damasco parece ganar la guerra y los frentes de combate silenciarse.
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