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Las llegadas irregulares caen un 30% en lo que va de año y desmienten la crisis migratoria que alega Salvini

Los cruces ilegales hacia España en julio triplican los de Italia, donde se han reducido en un 75% en lo que va de año

Una lancha hinchable perteneciente al barco de rescate 'Ocean Viking', transporta migrantes rescatados, este lunes en el Mediterráneo.
Una lancha hinchable perteneciente al barco de rescate 'Ocean Viking', transporta migrantes rescatados, este lunes en el Mediterráneo.ANNE CHAON (AFP)

El número de entradas ilegales en territorio de la Unión Europea detectadas entre enero y julio de este año cayeron un 30% en relación con el mismo periodo de 2018, según los datos publicados este martes por la agencia europea de fronteras (Frontex). El informe muestra que, a pesar de la retórica incendiaria de políticos como el líder de la Liga italiana, Matteo Salvini, Europa no sufre ninguna emergencia migratoria. Las rutas más transitadas son las que llevan a Grecia y a España, no Italia.

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Las entradas registradas en Europa durante el mes de julio aumentaron un 4% en relación con el mes anterior, hasta alcanzar la cifra de 10.500. Pero incluso la presión migratoria durante ese mes estival, habitualmente alta, cayó un 50% en comparación con julio de 2018.

El balance mensual de Frontex indica que la reducción en el número de llegadas se produce en todas las rutas del Mediterráneo, aunque la más acentuada, de casi el 75%, es en la que lleva hacia Italia. En la ruta oriental, hacia Grecia, la reducción es solo del 6% y continúa siendo en 2019 la más transitada de todas. En segundo lugar figura la ruta occidental, que lleva hacia España.

El trayecto hacia las costas españolas registró en julio un incremento del 22%, hasta rozar los 2.900 cruces ilegales. La cifra casi triplica las llegadas de la ruta hacia Italia en el mismo mes (1.100). Aún así, en el período de enero a julio, las entradas han descendido un 41% en relación con los siete primeros meses de 2018, hasta 13.000 (más del doble que las 4.900 de la ruta italiana).

A pesar de los datos que indican una remarcable tendencia a la baja en las entradas irregulares, el ministro italiano del Interior, Matteo Salvini, retomó este martes su campaña sobre la presunta invasión de emigrantes que llega a Europa desde de las costas africanas.

"Trabajado en el Ministerio esta mañana para evitar el desembarco de otros 500 inmigrantes a borde de los barcos de dos ONG, una francesa y otra española [el Open Arms]", tuiteó Salvini en su primera jornada laboral tras su gira por las playas italianas, en la que ha mezclado diversión y política como aperitivo de su ansiado adelanto electoral.

Salvini confía en que la ruptura de su coalición gubernamental con el Movimiento 5 Estrellas precipite unos comicios que, según los sondeos, podrían dar a su partido de ultraderecha, la Liga, una aplastante victoria. El líder ultraderechista cuenta con atizar la presunta crisis migratoria como uno de los arietes para derrotar a sus rivales políticos, a quienes atribuye haber tolerado medio millón de entradas irregulares en Italia al año.

Las cifras oficiales le restan a Salvini argumentos, al menos veraces, para la futura campaña electoral. Es cierto que en 2015, en plena guerra de Siria, se superó la cifra del medio millón de llegadas irregulares en toda Europa y la inmensa mayoría de las personas en busca de asilo entraron por Grecia e iban camino de Alemania. También es cierto que Italia sufrió una enorme presión entre 2014 y 2016, con más de 500.000 llegadas irregulares.

Pero en 2017, las llegadas a Italia se rebajaron hasta 117.000. Y desde entonces, los cruces ilegales se han reducido en todo el Mediterráneo. Desde los 373.000 en 2016 a las 141.000 del año pasado, según los datos de ACNUR. Y la tendencia a la baja se mantiene claramente durante 2019.

Entre enero y julio de 2018 se detectaron 54.300 entradas irregulares en Europa frente a las 10.500 de los siete primeros meses de este año, según los últimos datos de Frontex. La caída es especialmente significativa en la llamada ruta central de Mediterráneo, que parte de las costas de Túnez o Libia hacia Italia y Malta.

El tránsito en ese trayecto, que es el más mortífero para las personas que lo cruzan con la esperanza de solicitar asilo en Europa, es del 75% entre enero y julio hasta los 4.900 cruces. La ruta es utilizada, sobre todo, por tunecinos, sudaneses y paquistaníes, según Frontex. Un perfil que, salvo en el caso de Sudán, también desmiente la retórica ultraderechista sobre el movimiento masivo de poblaciones subsaharianas hacia suelo europeo.

La reducción del número de llegadas se produce tras el endurecimiento de la política migratoria y fronteriza de la UE. Desde 2015 el club comunitario centra gran parte de sus esfuerzos en contener la presión en los países de origen y tránsito.

El acuerdo con Turquía frenó en seco las llegadas a través de la ruta oriental del Mediterráneo, con entrada por Grecia. El Gobierno de Recep Tayyip Erdogan se comprometió a frenar la salida de ciudadanos sirios hacia Europa a cambio de ayudas millonarias y de un programa de reasentamiento de potenciales refugiados en territorio comunitario.

La propia remisión del conflicto en Siria también ha frenado un éxodo que en 2015 desencadenó la llegada de más de un millón de personas a la UE procedentes, sobre todo, de un país desangrado por una guerra civil.

Bruselas también ha reforzado la contención en la ruta central, con especial énfasis en Libia. Las ayudas europeas destinadas a ese país se han concentrado, hasta el 71%, en medidas para la gestión y el control de los flujos fronterizos.

El blindaje fronterizo de la UE ha sido criticado por organizaciones humanitarias, que acusan a Bruselas de alcanzar acuerdos de dudosa legalidad con Erdogan y de contribuir por acción u omisión a la dramática situación de los emigrantes estancados en Libia.

Las críticas indican que la supuesta política de puertas abiertas que rechaza Salvini ha dejado de existir si alguna vez existió. El líder ultraderechista se atribuye el cerrojazo de la ruta central del Mediterráneo, que atribuye a su negativa a permitir desembarcos en los puertos italianos. Pero la Comisión Europea calcula que la operación naval Sophia, establecida por la UE para controlar los flujos en esa zona, ya redujo en un 80% las llegadas a Italia desde Libia. En cambio, la llegada al poder de Salvini, en 2018, marcó el principio del fin de la misión, porque Italia lideró a los países partidarios de suspenderla y de retirar los barcos europeos del Mediterráneo.

La retirada de la flota de Sophia, que en el curso de sus operaciones rescataron del mar a más de 45.000 personas, ha dejado a las ONG como la única esperanza en un mar Mediterráneo en el que han muerto o desaparecido más de 800 personas en lo que va de año. "Es necesario que se incremente la capacidad de búsqueda y rescate en el Mediterráneo central", ha solicitado ACNUR este martes. Y frene a la campaña de Salvini para convertir al Open Arms y otras embarcaciones en parte del problema, la agencia de la ONU ha pedido que "el papel de los barcos de las ONG debe ser reconocido y apoyado. Sus esfuerzos están salvando vidas y no deben ser estigmatizadas o criminalizadas por ello".

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