Netanyahu bate el récord de longevidad política en Israel
A dos meses de la repetición electoral, el primer ministro supera a Ben Gurion, fundador del Estado, como gobernante que ha ocupado más tiempo el poder
Profeta en tierra de profetas, Benjamín Netanyahu se convirtió en 1996 en el primer ministro más joven en la historia de Israel. Este sábado ha vuelto a batir otro récord al superar a David Ben Gurion, fundador del Estado judío, como gobernante que durante más tiempo ha permanecido en el poder, con 13 años y cuatro meses de mandatos acumulados. Hace tres décadas solo era el desconocido exembajador ante la ONU que irrumpía con éxito en la pugna interna por el liderazgo del Likud, el partido conservador israelí. Y solo 20 años atrás nadie daba un shequel por su futuro como dirigente tras la derrota sufrida en las urnas ante el laborista Ehud Barak. Desde hace un decenio, Netanyahu se encuentra de nuevo al frente del Ejecutivo —la última coalición que ha dirigido ha sido calificada como la más derechista en la historia del país— después de haber sumado tres victorias electorales consecutivas.
Podrían haber sido cuatro los triunfos encadenados, pero el éxito del Likud en las urnas el pasado mes de abril se vio frustrado cuando su líder no pudo conformar un Gobierno con mayoría parlamentaria suficiente. La repetición de los comicios, el próximo 17 de septiembre, pondrá a prueba si la longevidad en el poder de Netanyahu se corresponde con su fortaleza política, ya que los sondeos prevén un nuevo bloqueo entre los partidos del arco conservador. No tiene otra opción: las fuerzas de centro e izquierda le han vetado como primer ministro tras haber sido señalado por la policía en tres casos de corrupción por fraude y soborno. El fiscal general de Israel, Avichai Mandelblit, le ha citado en la primera semana de octubre para notificarle que se dispone a abrir la vía para su imputación formal. Si no logra mantener los privilegios procesales del cargo de primer ministro, la causa puede conducirle a la cárcel, como ya le ocurrió a su predecesor inmediato, Ehud Olmert.
Salvo la ambición por el poder, el hedonista y neoliberal Netanyahu, un líder que es votado pero no necesariamente apreciado por el electorado israelí, guarda escasas semejanzas con el ascético y colectivista Ben Gurion, figura de referencia histórica por haber pilotado el nacimiento del Estado tras la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, pese al largo conflicto armado que estalló con los países árabes vecinos. “Netanyahu es un pesimista cuya ideología conservadora procede de la interpretación de una historia de los judíos sometida a eternas catástrofes”, apunta el columnista hebreo Ben Caspit en Al Monitor. Su padre, el historiador Benzion Netanyahu, destacó precisamente como especialista en el estudio de la Inquisición española.
La visión del mundo del primer ministro israelí viene marcada tanto por el revisionismo sionista de su familia, frente a la hegemonía laborista de las tres primeras décadas de existencia de Israel, como por su educación en Estados Unidos en plena Guerra Fría. La peripecia vital del mandatario, que cumplirá 70 años en otoño poco después de comparecer ante el fiscal general, viene a coincidir con la de su país. No en vano fue también el primer jefe de Gobierno nacido tras la creación del Estado judío.
Los analistas de la prensa hebrea se interrogan sobre el legado que dejará al abandonar —forzado por las urnas o por la justicia— la residencia del primer ministro en Jerusalén. No se ha caracterizado por librar guerras —la única contienda de entidad bajo su mandato se registró en la franja de Gaza, hace ahora cinco años— ni por la conquista de territorios. En su haber prima la relativa bonanza económica israelí, con una tasa de desempleo en su cota más baja, por debajo del 4%, y la apertura internacional como estadista que ha esgrimido el desarrollo tecnológico civil y militar israelí para abrir puertas antes cerradas.
Netanyahu ha sabido atraerse a dirigentes europeos populistas —como el húngaro Viktor Orbán y el italiano Matteo Salvini— mientras se atreve a condenar la respuesta de la Unión Europea a la creciente tensión con Irán sobre el acuerdo nuclear. “Me recuerda a la era de apaciguamiento de los años treinta”, aseguró el pasado lunes, en referencia a la política de contención frente al expansionismo de la Alemania nazi. “Entonces hubo quien prefirió meter la cabeza en la tierra y no vio que se aproximaba el peligro”, agregó en un vídeo. “En Europa hay algunos que no despertarán mientras no caigan misiles nucleares iraníes en su territorio; entonces será demasiado tarde”.
Después de haberse visto refrenado durante ocho años desde la Casa Blanca por el demócrata Barack Obama, el mandatario hebreo ha recibido del presidente republicano Donald Trump un cheque en blanco para su política de estancamiento del conflicto palestino. La declaración de Jerusalén como capital de Israel y el traslado de la Embajada de EE UU desde Tel Aviv han roto el consenso internacional. Trump le obsequió además con el reconocimiento de la soberanía sobre los Altos del Golán (meseta siria ocupada también desde hace 52 años).
Con el creciente acercamiento a los países árabes suníes moderados, Netanyahu pretende además alterar un viejo paradigma de Oriente Próximo, el que vincula el levantamiento del aislamiento regional de Israel al fin de la ocupación de los territorios palestinos conquistados en 1967.
Se ha desenvuelto con habilidad para mantener una relación privilegiada con Vladímir Putin, que le recibe con asiduidad en el Kremlin, mientras estrechaba lazos con gobernantes ultraconservadores como el brasileño Jair Bolsonaro y abría vías diplomáticas en Asia. En plena campaña electoral tiene previsto viajar a Nueva Delhi para recibir el respaldo de su homólogo, Narendra Modi, quien ha multiplicado las compras de armamento israelí para el Ejército indio durante su mandato.
Como recuerda su biógrafo Anshel Pfeffer, el primer ministro ha sabido aprovechar la herencia recibida de anteriores jefes de Gobierno en materia económica y de seguridad mientras se limitaba a gestionar el statu quo. “Ha hecho uso intensivo del legado que recibió (...) con el objetivo de sacar el máximo partido para sus intereses y su supervivencia política”, argumentaba Pfeffer en Haaretz. Mientras este diario progresista alertaba el viernes en su editorial de que Netanyahu “ha sentado las bases de un Estado del apartheid en Cisjordania”, el jefe del Gobierno se jactaba en una entrevista con el periódico gratuito Israel Hayom, sin duda el más cercano a su estrategia política, de haber convertido al Estado judío en una “potencia global emergente”
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