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La misión más secreta del submarino espía ruso

El barco de propulsión nuclear en el que fallecieron 14 militares el pasado lunes en el mar de Barents está tripulado por una unidad de inteligencia militar

Entierro este sábado en San Petersburgo de los marinos muertos el pasado 1 de julio en un submarino ruso.
Entierro este sábado en San Petersburgo de los marinos muertos el pasado 1 de julio en un submarino ruso.ANTON VAGANOV (REUTERS)
María R. Sahuquillo

Mar de Barents. Lunes 1 de julio. Nueve de la mañana. Un incendio iniciado en el compartimento de baterías del submarino nuclear ruso AC-31 se extiende rápidamente por la nave. La tripulación trata de extinguirlo. El capitán de segundo rango Dmitri Soloviov decide sacar de la zona afectada a un especialista civil que se encontraba a bordo. Y cierra la escotilla para evitar que las llamas se propaguen, protegiendo también el reactor nuclear. Soloviov no sobrevivió. Murió a causa de los gases tóxicos junto a otros 13 militares de élite, según afirma el Ministerio de Defensa de Rusia. El Gobierno ha declarado alto secreto el caso, pero la tragedia ha puesto bajo el foco al submarino nuclear —un proyecto único y clasificado apodado Loshárik— y la misión que realizaba.

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El Loshárik se ha considerado durante años el submarino más secreto de Rusia. Sus características reales y su función son todavía una incógnita. Defensa, que jamás ha desvelado el nombre auténtico de la nave, afirma que se trata de un “sumergible de investigación, designado para estudiar el lecho marino y del océano, en interés de la Armada rusa”. Pero el AC-31, advierten los analistas militares, es una nave fuera de lo común con un equipo formado por estrellas militares. Su tripulación forma parte de la unidad 45707, una clave bajo la que se oculta un servicio especial de inteligencia militar submarina de la Dirección General de Aguas Profundas, que responde directamente ante el Ministerio de Defensa.

Agentes especiales submarinos que llevaban a cabo una misión de alto secreto y sumamente delicada, apunta Alexander Golts. El Loshárik aparece en documentos de la inteligencia de Estados Unidos y de la OTAN como sospechoso de tratar de aprovechar, interceptar o incluso de cortar cables de fibra óptica submarinos que transportan el tráfico transatlántico de Internet. También de ir tras los dispositivos acústicos que Estados Unidos y la Alianza Atlántica han desplegado en el océano para rastrear sumergibles.

“El que a bordo hubiera al menos un especialista civil puede indicar que estaban probando algún tipo de equipamiento nuevo”, aventura el analista militar Pável Felguengáuer. “También es posible que estuvieran buscando algo en el suelo marino que otros buques hayan perdido. Esa suele ser la tarea principal de los barcos de este tipo, recolectar artefactos secretos, rusos o no”, señala el experto. Y si era así, debía de ser algo muy importante para involucrar al sumergible secreto estrella de la Armada rusa en una operación a una profundidad media de 220 metros, cuando tiene capacidad para descender más de 1.000.

El proyecto Loshárik aparece en algún informe internacional como responsable de misiones orientadas a la inspección del suelo marino del Ártico y la recolección de muestras clave. Se conoce que al menos uno de los oficiales a bordo del submarino secreto, Denís Dolonski, participó en una misión en el Ártico de importancia nacional, con la que Rusia busca demostrar que gran parte del Ártico le pertenece. Tras esto, Dolonski recibió la estrella de Héroe de Rusia. Las reivindicaciones territoriales en el Ártico son un asunto de importancia geoestratégica para Moscú. “Todo indica, obviamente, que es un programa de investigación militar de alta prioridad. Dudo que Rusia ponga ese nivel de esfuerzo en una investigación puramente científica”, ha señalado el antiguo oficial del Pentágono Mark Schneider.

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En la tragedia del Loshárik murieron 14 militares de élite. Entre ellos tres capitanes de segundo rango y siete capitanes de primer rango —dos condecorados como héroes de Rusia, la más alta distinción—, una graduación que permite comandar un submarino nuclear, lo que indica la importancia del Loshárik. El Gobierno ha informado de que hay supervivientes, pero no cuántos ni quiénes son. Tatiana Britskaya, corresponsal de Novaya Gazeta en la zona, ha hablado con fuentes hospitalarias que señalan que hay cinco heridos. Los expertos creen que el Loshárik tenía una tripulación de unos 25 miembros.

El submarino espía permanece en la base militar de Severomorsk, en el Ártico. El ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, ha asegurado que se reparará “en breve”. Rusia no puede permitirse perder una embarcación por ahora única. En los últimos años Moscú se ha esforzado para modernizar su flota de submarinos de la época soviética, coincidiendo con un momento en el que las tensiones con Occidente están a flor de piel. Y los planes del presidente ruso, Vladímir Putin, son impulsar aún más su capacidad de defensa con drones navales y misiles hipersónicos. En abril anunció un nuevo submarino de investigación nuclear, el Bélgorod, que transportará drones nucleares.

Los 14 militares fallecidos.
Los 14 militares fallecidos.

Los planos del Loshárik están clasificados. Pero los expertos rusos e internacionales han podido saber algunos detalles. Tiene autonomía de movimientos, pero suele actuar bajo una nave nodriza. Mide unos 69 metros de largo y siete de ancho. Puede viajar a una velocidad máxima de 30 nudos. Y por dentro, en lugar de una única estructura cilíndrica, está formado por seis o siete esferas de titanio capaces de soportar una presión colosal a grandes profundidades. Por eso se le apodó Loshárik, como el caballito de una serie de animación soviética hecho de pequeñas esferas. Además, señala Felguengáuer, el hecho de ser de propulsión nuclear le da una ventaja: “No necesita recargar el combustible durante meses y puede permanecer bajo el agua, lo que le permite mantenerse oculto. Este y otros submarinos nucleares solo están limitados por la cantidad de suministros a bordo”.

Los 14 militares de élite fueron enterrados este sábado en San Petersburgo, en una ceremonia a puerta cerrada en el cementerio de Serafimovski, cerca del monumento a los 118 fallecidos en el año 2000 en el submarino nuclear Kursk. Una tragedia que la ciudadanía rusa ha recordado con el Loshárik, y cuyos errores el Gobierno ruso busca evitar, conjugando el alto secreto del caso con pinceladas de transparencia.

Durante el entierro, algunos han recordado a Soloviov, que poseía una medalla al valor, a Víktor Kuzmin, de una familia de larga tradición naval, o al más joven de los marinos, el teniente Mijaíl Dubkov, de 30 años. “Salvaron a sus compañeros y evitaron una catástrofe planetaria a costa de sus propias vidas”, dijo un alto cargo militar, según cita Open Media. Aunque no aclaró si se refería al reactor nuclear, que según Shoigú permanece “intacto” o a algo aún mayor. Es probable que jamás se conozca qué paso con el Loshárik bajo el mar de Barents.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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