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Columna
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Los 45 millones de brasileños con deficiencias físicas, los nuevos parias de la sociedad

Las grandes metrópolis parecen diseñadas y creadas para los coches y los atletas

Juan Arias
Vista general de Río de Janeiro.
Vista general de Río de Janeiro.EFE

Nos deben parecer pocos porque intentamos no verlos. En realidad son, según el último censo demográfico del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), 45 millones de brasileños que sufren algún tipo de deficiencia física. Entre ellos, las personas que salen a la calle en sillas de ruedas para enfrentarse a las grandes urbes, creadas para los “normales". Sufren el calvario de unos espacios donde no se contó con ellos. Son los nuevos parias de una sociedad que privilegia a los sanos.

El mundo se agrupa cada vez más en las grandes urbes de asfalto. El mundo rural está desapareciendo y esas grandes metrópolis parecen pensadas, diseñadas y creadas para los coches y los atletas. Los que sufren deficiencias para moverse son empujados hacia un retiro forzoso. Son los nuevos excluidos de una sociedad que prioriza a los que producen, mientras crea aceras que son más bien muros infranqueables para quienes han perdido la movilidad de sus piernas.

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Cuando el poder público cierra los ojos a quienes son incapaces de usar las modernas ciudades del asfalto y prefieren pensar que no existen, surgen, como una chispa de humanidad para esos pobres de movilidad, movimientos de resistencia de jóvenes ligados al arte que se organizan para desenmascarar públicamente la ceguera frente a los nuevos excluidos.

Uno de esos movimientos que desenmascara a los insensibles al dolor de acarrear el peso de no sentirse autosuficientes ha nacido en Sao Paulo, la mayor ciudad de América Latina, con 10 millones de habitantes. En todo Brasil solo el 4,7%, según el IBGE, de las aceras son accesibles para personas con deficiencia física. En Sao Paulo, una ciudad que siempre ha sido sensible a los problemas de movilidad urbana, solo un 9% de sus aceras son accesibles para esas personas, lo que supone que el 91% no lo son.

En la capital paulista, corazón del mundo de las finanzas, un grupo de jóvenes grafiteros, apoyados por la ONG Movimiento SuperAcao ha lanzado el proyecto Sin rampas, acera es muro. La idea es llevar los grafitis de los muros de la ciudad a las aceras porque para los deficientes físicos estas son los verdaderos muros infranqueables. Se trata, para esos jóvenes artistas que ya han realizado 14 de estas provocadoras obras de arte en otras tantas regiones de la ciudad, de hacer ver que para esas personas las aceras de las calles son muros infranqueables.

Según Billy Saga, presidente de la ONG Movimiento SuperAcao, consiste en “estimular la emoción de los ciudadanos, ya que la razón no ha sido suficiente”. Según los participantes en esta resistencia de jóvenes grafiteros “el arte es una de las más bellas fuentes de contacto entre el ser humano y él mismo. Estamos fomentando la inclusión de una forma que solo el arte es capaz”.

¿Será por ello que para el nuevo Gobierno de Jair Bolsonaro, la sola palabras “arte” le genera escalofríos? ¿Para ellos, el arte y el pensamiento, la reflexión y la defensa de los derechos humanos es solo válida para quienes no los necesitan? El presidente brasileño ha llegado a asegurar con sarcasmo que lo que le interesa no son los derechos humanos, sino los “humanos derechos”. Los quebrados, los olvidados, los frágiles, los que desearía esconder o eliminar, esos no interesan.

Un presidente y un Gobierno que tanto alardean de Dios y de la Biblia, se olvidan de Jesús, un nombre que de tanto manosearlo, lo han hecho descartable. Jesús no vivió para defender a los “humanos derechos”, a los que no necesitan ayuda, a los que se enorgullecían de “no ser pecadores como los otros”, sino para alentar a quienes no tenían ni compasión, ni un lugar en la sociedad. A ellos, a los incapaces de moverse y a los que no tienen derechos, a los improductivos, iba dirigida no solo su compasión, sino la fuerza de hacerles andar, liberándolos del dolor de no poder ser autosuficientes.

Ejemplos como el de los jóvenes artistas de Sao Paulo ya se están contagiando en Río de Janeiro y Recife. Ojalá la iniciativa acabe incendiando a todo el país. Es emblemático que son hoy los más jóvenes del mundo los que despliegan con mayor creatividad y sensibilidad los movimientos en favor de la defensa de la Tierra. La adolescente sueca de 16 años Greta Thunberg está movilizando millones en los cinco continentes en defensa del medioambiente. Y en Brasil, donde se intenta decapitar el presupuesto a la educación sin el menor pudor, han sido los jóvenes los primeros en salir a la calle contra esa infamia, ya que si algo es urgente en Brasil es vitalizar y modernizar la enseñanza, que figura en la cola de los rankings de eficiencia del mundo. Sin esa revolución educativa, Brasil seguirá, con Gobiernos de derechas o de izquierdas, perpetuando su pobreza intelectual, moral y espiritual.

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