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Iglesia
Columna
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¿Le han creado una emboscada al papa Francisco?

El documento de Benedicto XVI sobre la pederastia en la Iglesia, no es sólo una burla a las víctimas, es también una grosería con la que intenta redimir a la institución de sus pecados

Juan Arias
Benedicto XVI junto al papa Francisco en 2013.
Benedicto XVI junto al papa Francisco en 2013.AFP

El documento que lleva la firma del papa dimisionario Benedicto XVI, el alemán ultraconservador Joseph Ratzinger, en el que se culpa a la revolución progresista de los jóvenes franceses del Mayo del 68 por los escándalos de pederastia perpetrados por la Iglesia, no es sólo una burla a las víctimas, es también una grosería antihistórica con la que intenta redimir a la institución de sus pecados.

El documento de Ratzinger es grave por varias razones, que van más allá de su carácter eclesial y obliga a rememorar su biografía y su itinerario doctrinal. Lo recuerdo aún como un joven y brillante teólogo del Episcopado progresista alemán, durante los años del revolucionario Concilio Vaticano II, que fue considerado como la primavera de la renovación de la Iglesia y del que me tocó informar para el diario Pueblo, de Madrid, durante la dictadura franquista.

Ratzinger, junto con otro joven teólogo alemán, Hans Kung, fueron dos pilares de la parte más abierta del Concilio. Acabado éste, Kung continuó fiel a la apertura de la Iglesia en sus libros y conferencias. Ratzinger, al revés, acabó renegando del Concilio. Lo consideró un "error" de la Iglesia. Acabó siendo premiado. Le hicieron obispo y después cardenal. Y ya en Roma, fue el Prefecto de la Congregación de la Fe, el antiguo tribunal de la Santa Inquisición. Y fue allí cuando condenó al silencio a los teólogos de la liberación, como al brasileño Leonardo Boff. Era a su dicasterio donde llegaban las denuncias desde varios lugares del mundo sobre los escándalos de pederastia en la Iglesia, que él, sistemáticamente, dejaba morir en el olvido.

Ya Papa, fue uno de los sucesores de Pedro más conservadores del siglo. Retirado por voluntad propia, del papado, permaneció estos años ya muy enfermo en silencio, dejando el mando al moderno Francisco, que en vez de usar zapatos rojos de Prada como él, siguió usando los viejos zapatos de campesino con los que llegó al Cónclave del que salió como su sucesor.

El documento del Papa emérito, del que no existe certeza de quién pudo redactarlo dadas sus condiciones de salud, es grave por varios motivos. No sólo porque en él se intenta culpar al Mayo 68 francés de los pecados de pederastia de la Iglesia, sino porque además ha querido que se sepa que escribió en el documento "de acuerdo con el papa Francisco", colocándole así en una encrucijada. ¿Subrayará Francisco un documento que ofende a las víctimas de pederastia perpetradas por sacerdotes y obispos? Después de sus innumerables demostraciones contra ese pecado de la Iglesia y tras haberles pedido perdón en nombre de la Iglesia, ¿preferirá ahora Francisco el silencio para no enfrentarse con Benedicto XVI? No dudaría en decir que Francisco se encuentra en medio de una emboscada, propia de las tramas y mafias de la Curia, de la que no le será fácil salir.

El documento es, además, antihistórico y pueril al culpar al 68 francés de la pederastia en la Iglesia, como si los abusos en materia de sexo, y hasta las peores aberraciones perpetradas en la Igesia, no hubieran existido hasta entonces. Como ha escrito con humor un lector: "Solo si se trata del 68 después de Cristo". ¿Es que nadie se acuerda de los escándalos sexuales de los conventos masculinos y femeninos de la Edad Media? ¿Es que antes del 68 padres y obispos y hasta papas eran santos e inocentes? Se trata de la eterna hipocresía de la jerarquía eclesiástica.

El texto papal no solo encierra ese absurdo análisis del progresismo del 68 que habría pervertido hasta a los religiosos arrastrándoles a sus desmanes sexuales y casi a justificarlos. Llega, además, en un momento en el que el mundo crecen los movimientos de ultraderecha, con nostalgias de nazismos y fascismos. Ningún regalo mejor que ese documento del Papa intelectual para los intentos de demonizar hoy a los movimientos libertarios en su búsqueda de nuevas formas de vivir la sexualidad en paz y libertad. Ningún regalo mejor para intentar parar la resistencia contra los nuevos autoritarismos, que el denunciar que fue un movimiento revolucionario juvenil de izquierdas, como el del Mayo francés, el que llegó a prostituir a la misma Iglesia Católica. Algo que debería, según el Papa, ser visto por los jóvenes cristianos de hoy como demoníaco, ya que fueron capaces de dejarse subyugar, en materia de sexo, por aquellos que proclamaban el inocente "haced el amor, no la guerra".

Difícil entender que el papa Francisco, pueda caer en esa doble trampa que le ha preparado su antecesor, Ratzinger, que ha conseguido que la Iglesia se lave las manos —como Pilatos— de sus escándalos y crímenes contra niños y jóvenes inocentes que eran dejados bajo su tutela, achacando las culpas al clima de libertinaje sexual que habría creado el 68. Al mismo tiempo, condena a aquel movimiento libertario y juvenil de izquierdas como culpable por haber denigrado las costumbres cristianas y hasta haber contaminado (¡pobrecita!) a la mismísima Iglesia de Dios.

Ningún regalo mejor que ese documento sibilino del Papa en este momento, de vuelta a los rigores conservadores de las costumbres, con nostalgias de teocracias y borracheras ideológicas totalitarias que parecían haber sido derrotadas. ¿Hasta la Iglesia del libertario profeta de Galilea parece querer sumarse a ese baile macabro de los tiempos inquisitoriales? Todo menos reconocer sus culpas y pedir perdón al mundo. Y todo menos dar paso, dentro de la Iglesia, a una democracia en la que haya espacio para que los cristianos puedan respirar sin que nadie les sofoque sus justos anhelos de libertad.

Y sin esos tabús de celibatos obligatorios y obsoletas virginidades. Y sin esos machismos impermeables a dar paso a las mujeres para participar de la jerarquía. Todo el resto es hipocresía.

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