El ¿imposible? rompecabezas de la izquierda francesa
Plaza Pública, nacida como unificadora de izquierdas, solo ha logrado adherir al Partido Socialista, a costa de provocar fracturas internas
Raphaël Glucksmann está aprendiendo que la política francesa no es tan sencilla. Casi tan poco como lo es su proyecto de unir a la izquierda francesa de cara a las elecciones europeas, motivo por el cual creó el movimiento Plaza Pública a finales de 2018. Por el momento, y no parece que las cosas vayan a cambiar mucho, solo ha conseguido adherir al Partido Socialista, del que se ha convertido en cabeza de una lista electoral en la que también participa Nouvelle Donne, la pequeña formación con la hija de Stéphane Hessel (¡Indignaos!), Anne. La alianza se ha estrenado con los primeros debates y una gira por todo el país. La prensa francesa habla de “decepción”.
Para su primer mitin se eligió Toulouse, uno de los bastiones del socialismo francés. La asistencia fue modesta: 500 personas para un aforo cinco veces mayor. Hacer que se escuche el mensaje de la necesidad de presentar como un frente fuerte a la izquierda europeísta, no populista y unida bajo unos principios de ecología y justicia social compartidos está siendo, de hecho, el principal problema de Glucksmann y del primer secretario del PS, Olivier Faure, que tiene que defender una y otra vez su decisión de apostar por una figura ajena a sus filas para encabezar la lista europea.
“Glucksmann va a encabezar una lista de reagrupamiento con gente muy distinta, con divergencias, pero que saben encontrarse en lo esencial”, afirma Faure. “Ese es el desafío de las elecciones: ¿Somos capaces de presentarnos juntos con una sola visión?”
El problema es que no parecen convencer ni a sus propias formaciones. El anuncio de que el ensayista e hijo del filósofo André Glucksmann sería cabeza de lista provocó duras críticas en el PS. Tampoco gustó a uno de los cofundadores de Plaza Pública, el economista Thomas Porcher, que clamó “traición” por no cancelarse el proyecto tras el no firme de otras fuerzas invitadas, sobre todo los ecologistas de Yannick Jadot (EELV), y Générations, de Benoît Hamon, que cuentan con sus propias listas electorales.
“Estoy de acuerdo en que hace falta un reagrupamiento mucho más grande, pero hemos empezado y vamos avanzando”, subraya Glucksmann. “Estamos justo en ese momento de cambio. Si logramos un resultado honorable en las europeas, será el principio de un verdadero reagrupamiento, el renacimiento de la izquierda”, confió a EL PAÍS la otra confundadora de Plaza Pública, la ecologista Claire Nouvian. Como “honorable” considera llegar al 10%, una cifra que no alcanza hoy ningún partido de izquierda, mientras las listas de Emmanuel Macron y la de Marine Le Pen superan el 20%.
Según una encuesta del instituto Odoxa, entre los simpatizantes de izquierda, el 67% cree que el PS, EELV, Nouvelle Donne y hasta Générations tienen ideas políticas “próximas o lo suficientemente próximas” (en el conjunto de la población, esa cifra cae a 46%). “La reagrupación de la izquierda se impone como una necesidad, dos tercios de los simpatizantes de izquierda están convencidos de que todos esos partidos tienen ideas bastante cercanas”, resumió. “Cuando la izquierda francesa dice… la misma cosa”, resumió Libération el último debate de esta semana, en el que volvió a quedar claro que no hay ganas de formar un bloque de izquierdas.
El líder de Générations, que abandonó el PS tras obtener su candidatura presidencial el peor resultado del partido desde 1969, dice ver un “viejo oportunismo político” en la propuesta unificadora. No es así, con parches, como se logrará recomponer con fuerza una izquierda devastada tras las elecciones de 2017, sostiene Hamon. Y si la izquierda tiene aún que pasar por una temporada en el desierto, pues que así sea, dijo a este periódico.
Faure y Glucksmann aseguran que su puerta, y su lista, seguirán abiertas hasta el plazo final, el 6 de mayo, para quien tenga “remordimientos”. Precedentes hay: la portavoz de Générations, Aurore Lalucq, anunció —para consternación de Hamon— su adhesión porque “la desunión me impide dormir”, dijo. El problema: no son muchos los políticos de izquierda que parecen tener problemas de insomnio.
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