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Irán designa “terroristas” a las fuerzas de EE UU en Oriente Próximo

La respuesta a la sanción de Washington a los Pasdarán hace temer incidentes entre ambos ejércitos en la región

Ángeles Espinosa
Miembros de la Guardia Revolucionaria en 2014.
Miembros de la Guardia Revolucionaria en 2014. Ebrahim Noroozi (AP)

Irán ha designado este lunes “grupo terrorista” a los soldados de Estados Unidos desplegados en Oriente Próximo y el oeste de Asia, según ha informado la agencia estatal IRNA, poco después de conocerse que Washington ha incluido a la Guardia Revolucionaria iraní en su lista de organizaciones terroristas. Más allá de la pataleta, el anuncio apunta a una escalada de la tensión entre ambos países que aumenta el riesgo de confrontación directa entre sus fuerzas en alguno de los frentes abiertos en la región.

Aunque se trata de la primera vez que Washington incluye a una institución estatal en su listado del terrorismo, en realidad la decisión es más simbólica que de efectos prácticos. En los últimos años, EE. UU. ya ha sancionado a numerosos responsables de la Guardia Revolucionaria y entidades afiliadas, incluido el jefe de su fuerza de élite para las operaciones exteriores y héroe de la guerra contra el Estado Islámico (ISIS), el general Qasem Soleimani.

Sin embargo, la implicación de la Guardia en el sistema bancario y en las empresas navieras puede complicar los intentos de la UE por encontrar una fórmula alternativa al pago de las exportaciones iraníes para salvaguardar el acuerdo nuclear. Además, la medida resulta especialmente humillante para Teherán, ya que sitúa a los Pasdarán, como coloquialmente se conoce a los miembros de esa milicia, junto al ISIS, Al Qaeda y otros grupos terroristas surgidos del extremismo suní, que ellos han combatido con ahínco (Irán es un país mayoritariamente chií). Esa lucha, en especial en Irak desde 2014, ha hecho que muchos iraníes les perciban como defensores de los intereses nacionales a pesar de su controvertido papel en la represión de las protestas post electorales de 2009.

La reciprocidad iraní era previsible. Desde que el presidente norteamericano, Donald Trump, anunció en 2017 que iba a salirse del acuerdo nuclear y sancionar a la Guardia Revolucionaria, el jefe de este ejército, el general Ali Jafari, amenazó con responder considerando “a los militares estadounidenses en todo el mundo, en especial en Oriente Próximo, como iguales al ISIS”.

La referencia al Estado Islámico indicaba la gravedad de la afrenta. Durante los tres años precedentes, y a pesar de cuatro décadas sin relaciones diplomáticas, las fuerzas iraníes y estadounidenses habían estado cooperando tácitamente en Irak frente a ese grupo terrorista. Con la llegada de Trump a la Casa Blanca, ese entendimiento desapareció y el foco se puso en los intereses contrapuestos en Siria, donde Teherán apoyaba al régimen de Damasco y Washington a una parte de la oposición. Además, EE. UU. se muestra muy crítico con las actividades iraníes en la región.

Ahora el temor es que el orgullo herido de los Pasdarán se traduzca en algún incidente en el golfo Pérsico, donde ambas Marinas se han cruzado amenazas durante años, o en alguno de los países donde EE. UU. tiene tropas desplegadas (Siria, Afganistán o Irak). Significativamente, el pasado domingo, el líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, pidió al primer ministro iraquí, Adel Abdel Mahdi, de visita en Teherán, que exija la salida de los soldados estadounidenses “lo antes posible”.

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A menudo descritos como un Ejército ideológico encargado de preservar los ideales de la revolución de 1979, los Pasdarán fueron creados para proteger al estamento gobernante de la nueva República Islámica porque su fundador, el ayatolá Jomeini, no se fiaba de las Fuerzas Armadas del shah. Desde entonces sus responsabilidades y peso se han extendido ampliamente.

Dado el fervor y empeño que mostraron durante la guerra con Irak (1980-1988), los gobiernos posteriores también recurrieron a ellos para que contribuyeran a la reconstrucción del país. Ahí se puso el fundamento de un formidable poder económico que durante los mandatos de Mahmud Ahmadineyad se tradujo también en poder político, hasta el punto de que la mayoría de sus ministros, gobernadores y altos cargos habían sido antes miembros de la Guardia Revolucionaria o de su milicia popular, los basiyíes (literalmente, voluntarios islámicos).

Fueron ellos los encargados de desarrollar el programa nuclear (cuya renuncia solo aceptaron por imposición del líder supremo) y el programa de misiles, que sigue preocupando a EE. UU. y la UE. En el camino, su implicación para conseguir armas y tecnología de doble uso bajo las sanciones, o en apoyo de grupos aliados (como Hezbolá, Hamás o las milicias chiíes de Irak), ha aumentado su influencia hasta el punto de convertir a la Guardia en el eje de la política exterior iraní en Oriente Próximo, pero también la ha puesto en el punto de mira.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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