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ELECCIONES EN ISRAEL

La izquierda israelí se resigna a un papel secundario en las elecciones

Los sondeos asignan al laborismo menos de la mitad de los escaños que obtuvo en los comicios de 2015

Juan Carlos Sanz
El líder laborista, Avi Gabbay, en un acto de campaña en un kibutz de Israel.
El líder laborista, Avi Gabbay, en un acto de campaña en un kibutz de Israel.AMIR COHEN (REUTERS)

La izquierda israelí, las fuerzas políticas y sociales que fundaron el Estado judío hace casi 71 años, parece haberse resignado a desempeñar un papel secundario en las legislativas del próximo martes. Relegado en la disputa que libran la derecha, liderada por Benjamín Netanyahu, y el centro emergente que encarna el exgeneral Benny Gantz, el histórico Partido Laborista vive hoy sus horas más bajas, sin un plan de paz propio ni programa social definido.

Las primarias que celebraron hace dos meses los laboristas se convirtieron en un mero juego de las sillas, en el que los dirigentes más destacados ya solo trataban de salvar su puesto en la próxima Kneset (Parlamento, de 120 escaños). Los sondeos publicados el viernes por la prensa israelí, los últimos permitidos antes de la jornada de votaciones, les asignan una horquilla de entre 9 y 11 diputados, menos de la mitad que los 24 obtenidos hace cuatro años, cuando se presentaron en coalición con el centroizquierda de la exministra Tzipi Livni, apartada ahora de los comicios.

Una deriva similar ha seguido la izquierda pacifista de Meretz. Con su cima de 12 escaños, consolidó en 1992 el pacto de Gobierno presidido por el laborista Isaac Rabin que impulsó los Acuerdos de Oslo con los palestinos bajo la fórmula paz por territorios.

Ambas formaciones de la izquierda pugnan por sobrevivir —en el caso de Meretz, de forma literal, al filo del 3,25% de los sufragios que permite acceder a la Kneset— en una sociedad que cada vez presenta más sesgos nacionalistas y conservadores tras la violencia de la Segunda Intifada (2000-2005).

Sin señas de identidad

Después de haber resurgido en los comicios de 2015 y de liderar durante la pasada legislatura la oposición al primer ministro Netanyahu, el histórico Avodá (laborismo, en hebreo) se ve limitado a ejercer de comparsa electoral, sin señas de identidad frente a la alianza de centro Azul y Blanco, que aglutina la oferta de alternancia en el poder. Las últimas encuestas de intención de voto apuntan a que la suma de escaños de centroizquierda no bastará para superar a la de los partidos conservadores, de extrema derecha y ultrarreligiosos que han gobernado desde 2015.

La federación sindical Histadrut, todopoderosa central en la era fundacional del Estado hebreo, y los dirigentes del antaño floreciente movimiento de los kibutz (granjas colectivas), han dado un paso atrás dentro de Avodá ante la irrupción de dirigentes jóvenes surgidos de las movilizaciones sociales de 2011. La diputada Stav Shaffir y el parlamentario Itzik Shmuli, que encabezaron las protestas de los indignados de 2011 en Tel Aviv, en paralelo al movimiento 15-M en España, desafían a Avi Gabbay, el actual líder del partido, a quien los analistas responsabilizan del declive electoral.

Exconsejero delegado de Bezeq, la mayor compañía de telecomunicaciones israelí, y exministro de Medio Ambiente entre 2015 y 2016, Gabbay destronó en las primarias de 2017 al anterior líder, Isaac Herzog, debilitado por su tibia estrategia de oposición a Netanyahu. Ha intentado capitanear el periplo del laborismo hacia al centro, un espacio que ya estaba ocupado.

La cainita disputa por el poder interno ha marcado la historia reciente de Avodá, con sucesivos relevos en la dirección de un partido que muchos israelíes identifican aún con un pasado de hegemonía política (gobernó con mano de hierro de 1948 a 1977) y de exclusión del pluralismo.

El formidable crecimiento de la economía en Israel no se ha correspondido con una reducción de las desigualdades sociales. En lugar de enarbolar la bandera del bienestar social, la izquierda ha quedado reducida en estas elecciones a un mero papel de reparto ante el protagonismo absoluto del centro.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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