May retrasa al final de febrero la votación sobre el Brexit
La primera ministra busca el apoyo de los laboristas moderados
A simple vista parece “el día de la marmota”, como definió en su momento el líder laborista Jeremy Corbyn, el proceso parlamentario de aprobación del Brexit, pero es más bien “la estrategia del caracol”. Theresa May ha logrado sobrevivir jornadas de desprecio con sus homólogos europeos, un desafío a su liderazgo en el seno del partido conservador y una moción de censura de la oposición laborista, y sigue convencida de que, si consigue resistir hasta el 29 de marzo —la fecha fijada para la salida definitiva de Reino Unido de la Unión Europea—, podrá sacar adelante su plan.
La primera ministra comparece este martes otra vez ante el Parlamento británico y no tendrá nada nuevo que ofrecer. Tan solo su voluntad de cumplir con el mandato de la Cámara de la semana pasada y seguir negociando con la UE para buscar una solución al escollo del backstop, la llamada salvaguarda irlandesa que ha atascado todo el proceso. Pero mientras, esbozará concesiones a uno y otro lado de la bancada que sirvan para convencer a los indecisos y para dar motivos para apoyar su plan a todos los diputados aterrados ante la posibilidad de un Brexit sin acuerdo. Y les brindará de nuevo la posibilidad de votar sus propias enmiendas el próximo jueves y de tener un voto final sobre el asunto a finales de febrero.
May ha respondido al jefe de la oposición, Jeremy Corbyn, quien a través de una carta expuso la semana pasada sus condiciones para que saliera adelante un acuerdo de unidad. La principal, exigió el laborista, era mantener a Reino Unido dentro de una unión aduanera con la UE para preservar a toda costa un intercambio comercial libre de fricciones con el continente. Downing Street ha rechazado ya de un modo tajante esta idea, que erradicaría la posibilidad de que el país pudiera cerrar acuerdos comerciales con terceros. “Por supuesto que nuestra voluntad siempre será la de buscar acuerdos con la oposición, pero las ideas que han puesto sobre la mesa son innegociables”, ha advertido este lunes el ministro para el Comercio Internacional, Liam Fox. “No creo en absoluto que esa deba ser nuestra línea política”, ha dicho Liz Truss, la viceministra de Economía.
Ambos han ejercido de portavoces del sector conservador euroescéptico, que no toleraría a May esa concesión. Pero la primera ministra sigue dando vuelo a la posibilidad de atraer a un sector laborista y ha ofrecido el compromiso de mantener los derechos laborales y medioambientales de Reino Unido al mismo nivel que los europeos, y “preguntar siempre al Parlamento si desea seguir a la par” cada vez que la UE apruebe cambios en esas áreas.
Cebos para los laboristas y cebos para los euroescépticos. En el caso de los segundos, con la promesa de que el Gobierno será capaz de extraer de Bruselas una fecha de finalización del backstop y que el Parlamento británico tendrá la última palabra sobre este asunto. Un enemigo acérrimo de May como el exministro de Exteriores, Boris Johnson, quien llegó a acusar a la primera ministra de convertir a Reino Unido en un “Estado vasallo” de la UE, ha dado este lunes muestras de estar dispuesto a apoyarla. “Creo que algunas de las ideas que la primera ministra ha mencionado en la Cámara de los Comunes son bastante sensatas”, dijo en la BBC.
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