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El reconocimiento de Guaidó: político pero aún no jurídico

Exteriores espera que el líder de la Asamblea venezolana designe a un representante pero no a un embajador para no tener que echar al de Maduro

Juan Guaidó, a la izquierda, estrecha la mano a Gustavo Márquez, ministro de Comercio en los gobiernos de Hugo Chávez. En vídeo, un amplio bloque europeo reconoce a Guaidó.Vídeo: MIGUEL GUTIERREZ (EFE) | EPV

“Si preguntara a mis alumnos cuáles son los pasos a dar tras haber reconocido a Guaidó como presidente, sus respuestas me gustarían más o menos, pero no podría suspender a ninguno, porque no existe la respuesta correcta”, reconocía ayer un profesor de la Escuela Diplomática.

España, y casi medio centenar de países, incluidos la mayoría de los socios de la UE, se han adentrado en un territorio inexplorado con el reconocimiento del líder de la Asamblea venezolana como “presidente encargado” del país. Para un catedrático de Derecho Internacional Público que prefiere no revelar su nombre, el camino que se ha emprendido “puede que no vulnere el Derecho Internacional, pero desde luego está al margen del mismo y se aparta de la práctica diplomática tradicional: no se reconocen gobiernos sino Estados, el principio de eficacia prima sobre el de legitimidad”.

Ni siquiera este catedrático está seguro de si el reconocimiento “oficial” que el presidente Pedro Sánchez hizo el pasado lunes con una declaración solemne en La Moncloa fue un acto político o jurídico. De momento, subraya, el Gobierno no ha sacado las consecuencias jurídicas del reconocimiento. Y no tiene ninguna prisa en hacerlo.

Cuando ayer se preguntó al ministro de Exteriores, Josep Borrell, por el anuncio de que el diputado Antonio Ecarri será el embajador de Guaidó en España, se anticipó a replicar: “¿Se lo ha anunciado a quién? No tenemos ninguna noticia. No puedo comentar lo que no conozco”.

Si Guaidó designara un embajador en España, el Gobierno no tendría más remedio que reconocerlo, en coherencia con la declaración de Sánchez, admiten las fuentes consultadas, pero solo después de recibir la solicitud formal y concederle el preceptivo plácet, un proceso que podría demorarse varias semanas. Ningún país puede tener dos embajadores, así que el reconocimiento del designado por Guaidó traería consigo la retirada de los privilegios e inmunidades diplomáticas al representante de Maduro, el diplomático Mario Isea. Previamente, se le concedería un plazo de cortesía para que se marchara de España o se quedara pidiendo un permiso de residencia como ciudadano de a pie.

Todas las cuentas y bienes de la Embajada venezolana deberían bloquearse y pasar bajo control del nuevo embajador designado por Guaidó. El problema es que, en virtud del principio de reciprocidad, es muy probable que estas mismas medidas fueran adoptadas por Maduro contra el embajador español en Venezuela, Jesús Silva, y los bienes de la Embajada española en Caracas. La protección de los alrededor de 170.000 españoles que viven en Venezuela y de las más de 70 compañías españolas que operan en el país podría quedar seriamente mermada.

Lo que espera el Ministerio de Asuntos Exteriores es que Guaidó no designe a un embajador en sentido estricto sino solo un representante político, al menos hasta que se celebren las elecciones que el “presidente encargado” ha prometido convocar. En ese caso, no habría que concederle el plácet ni expulsar al representante de Maduro.

Borrell buscará concertarse sobre este punto con los países europeos que han reconocido a Guaidó durante la cumbre sobre Venezuela que el grupo de contacto internacional celebra el jueves en Montevideo (Uruguay).

Fuentes gubernamentales francesas admiten que “no todo está perfectamente cuadrado” en materia diplomática. “Tenemos una Embajada en Venezuela”, puesto que “no hemos roto las relaciones diplomáticas, no hemos tomado esa decisión”, insisten las mismas fuentes.

París elude concretar si el representante de Guaidó tendrá rango de embajador. “Queremos tener una relación política que sea eficaz. No se trata tanto de estatus sino de relación política, de agenda a desarrollar en común, que nos parece puede pasar por la nominación de un representante o enviado especial”.

Afortunadamente para la Casa del Rey, ya se ha celebrado la tradicional recepción que Felipe VI ofrece a principios de cada año al cuerpo diplomático acreditado en España. Si no, tendría que elegir si invita al representante de Maduro o al de Guaidó.

Lo que es seguro es que lo que suceda en los próximos días se estudiará en la Escuela Diplomática. Aún no se sabe si como modelo a seguir o a evitar.

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